_
_
_
_
Reportaje:

Vigilia republicana

CiU está en vela a la espera de que Pujol decida cuándo y cómo se acercará a ERC sin romper con el PP

Jordi Pujol ya ha tomado una decisión, pero tardará en hacerla efectiva. No es momento de tropiezos. La jubilación está en puertas y el horizonte no es azul, sino maragallianamente amenazante. Su envidiable olfato político, aderezado con una doctrina nacionalista capaz de convertir el tacticismo en estrategia, ha constituido el pilar sobre el que el presidente ha levantado su gran edificio: 21 años de gobierno. Y ahora, su instinto le aconseja distanciarse del Partido Popular (PP) de Cataluña, su aliado en esta legislatura y al que debe la presidencia. No encontrará mejor ocasión, aseguran desde su entorno. Convergència i Unió (CiU) está en vigilia republicana. Esquerra (ERC) sigue con la mano tendida, sabedora de que su pacto nacional cuatripartito (CiU, PSC, IC-V y ella misma) significa en román paladino un acuerdo bilateral. Y Convergència i Unió, tras el acuerdo de financiación autonómica, es consciente de que no puede arrancar nada más a un Gobierno central reacio a cualquier concesión de competencias para Cataluña.

La pasada semana, en el debate de política general, Jordi Pujol escuchó de labios del líder de ERC, Josep Lluís Carod Rovira, una oferta que conocía de antemano. Un pacto de Gobierno cuatripartito con las fuerzas de tradición catalanista. Una contradicción en términos, porque tanto los republicanos como el resto de los mortales saben que Pujol no gobernará con socialistas e Iniciativa per Catalunya-Verds y jamás correrá el riesgo de forjar frentes para aislar a un PP que le mantiene en el poder desde 1996 y que, además, facilita liquidez económica al Gobierno catalán.

Sin embargo, arrepentido por las cajas destempladas con que despachó a Carod y su oferta de pacto bilateral en el debate de política general de 2000, Pujol optó esta vez por emplear su seductora caída de ojos. Se mostró conmovido por la propuesta de ERC y su llamamiento al patriotismo. Pasar a la historia como un presidente nacionalista que pacta con el PP no es seguramente el papel que más le gusta. Pero el guión le ha obligado a coprotagonizar episodios tan escasamente edificantes como la aprobación del Plan Hidrológico Nacional. Con estos precedentes, los soberanistas de Convergència, allí donde hubo un 'hum... veremos' de Pujol a Carod, entendieron alborozados un nítido 'sí quiero'. Maestro en tempus políticos, el presidente ha decidido no hacer pública su decisión hasta después de la moción de censura. Todo está congelado, a la espera de ese desenlace que en CiU -bromean los propios dirigentes- sólo conocen tres personas políticamente infalibles: Jordi, Pujol y Soley.

Los dirigentes de CiU consultados ven en su frágil bola de cristal meses de arrumacos a Esquerra, con la promesa de un noviazgo formal al final de la legislatura. Sin despertar, sin embargo, excesivos celos en el PP. La ley de la Corporación Catalana de Radio y Televisión y la Ley de Urbanismo serán la primera prueba de fuego. La aprobación de los presupuestos de 2002 con los independentistas se da como imposible.

'Lo ideal', comenta un dirigente de la coalición, 'sería aprobar los presupuestos con el PP y obtener la abstención de Esquerra. Repetiríamos el esquema de la investidura, que no nos ha funcionado tan mal'. Esa es la síntesis del pragmatismo pujolista, convertir un olfato político que no traiciona en estrategia.

CiU no puede presentarse a las elecciones autonómicas de 2003 del brazo del Partido Popular, coinciden en señalar todos los dirigentes de la coalición; pero entre la convivencia y la conllevancia hay un gran trecho. La coalición, con el PP, sangra por sus bases nacionalistas. Pero tampoco puede apartarse del centro político porque el electorado moderado que siempre le ha dado la victoria ve con recelo el tándem CiU-ERC, se apunta desde el sector nacionalista moderado de CDC.

El acercamiento paulatino a Esquerra aparece como la opción más factible. En palabras del propio Artur Mas, delfín de Pujol: 'Nos tenemos que desenganchar del PP, pero no para engancharnos a Esquerra, sino para volar solos'.

Jordi Pujol no moverá un ápice hasta después de la moción de censura. Dicen los convergentes que la actitud de Carod Rovira en este debate será decisiva. Los nacionalistas de CiU y también los socialistas dan como buena una abstención porque -aseguran en argumento que comparten los antagonistas- a Esquerra le conviene distanciarse de Maragall.

En CiU no parece factible un cambio radical de alianzas. Los nacionalistas de Pujol aseguran que ven con desconfianza a ERC, sobre todo a su grupo parlamentario, en el que habitan -opinan- demasiadas sensibilidades. 'En este escenario', manifiesta un miembro del comité de enlace de la coalición, 'un pacto con Esquerra significaría que ellos tendrían la llave de la convocatoria de las elecciones catalanas. Y la llave la debemos tener nosotros, no ellos'.

A todo esto, el PP catalán sufre en silencio los desamores de Pujol. Los populares saben que desde la dirección nacional de la madrileña calle de Génova no les permitirán romper con CiU. El remedio -Maragall- sería peor que la enfermedad -Pujol- y abriría una peligrosa cabeza de puente para las próximas elecciones generales. En esta situación no faltan elementos de desconcierto.

El PP hace sus pataletas controladas, mientras ve como CiU juega a marear la perdiz e incluso se permite pequeños actos libertinos. La ley de déficit cero estaba prácticamente pactada entre CiU y el PP, hasta que el presidente de la Generalitat -el único que tiene el puzzle completo en la cabeza- dijo: 'Ni hablar'. El desespero reinaba entre los negociadores convergentes madrileños, y ante tanta desorientación no falta en CiU quien ingenuamente pida un imposible: que Pujol, el rey de la táctica, le dé la carta de navegación.

Diferencias en el Executiu

Si al final triunfa la tesis del pacto con Esquerra, Jordi Pujol tendrá que batallar en diversos frentes, aunque al final todos acaben por acatar su decisión. Su conseller en cap, Artur Mas, también ve con recelo un pacto con los independentistas, una especie de abrazo del oso que le hipoteca el futuro y le coloca al lado a un bragado competidor: Josep Lluís Carod. Mayor oposición encontrará Pujol en los consejeros Francesc Homs, de Economía; Antoni Subirà, de Industria, y en los tres de Unió Democràtica (Justicia, Trabajo y Gobernación). Otros, en cambio, hace tiempo que preconizan un acercamiento a los independentistas. Entre ellos, Felip Puig, de Medio Ambiente, o Carme Laura Gil, de Enseñanza, por no citar al ex secretario general de Convergència, Pere Esteve, quien ha defendido en solitario y desde el inicio de la legislatura -ahora le empiezan a salir públicamente compañeros de viaje- el pacto con Esquerra como opción estratégica.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_