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Suspenso para las bolsas amarillas

El Ayuntamiento desconoce todavía la cantidad de envases que entrega cada vecino para reciclar

El aire que respiramos los madrileños no es bueno, 'es admisible'. A esta conclusión llegan los expertos en medio ambiente del Ayuntamiento de Madrid, tras analizar el efecto de los 20 contaminantes que cada día nos esperan a la salida de casa. El humo de los coches, el que despiden las calderas e incluso los rayos solares ensucian el aire, aunque 'en términos tolerables', según los responsables municipales. Por el contrario, el colectivo Ecologistas en Acción considera que la calidad del aire en la capital empeoró el año pasado 'por culpa de la insostenible política urbanística y de transporte en la región'. En lo que a calidad medioambiental se refiere, Madrid es una ciudad de contrastes: durante el año 2000 se matricularon más de 348.000 vehículos nuevos, un 5% más que en el periodo anterior; pero, por otro lado, la ciudad ocupa los primeros puestos de las capitales europeas con mayor extensión de zona verde por habitante. En reciclaje de envases, el madrileño aprueba en cantidad y flojea en calidad, es decir, entrega muchas bolsas amarillas al contenedor, pero dentro no están los recipientes correctos.

El concejal se jacta de que cada habitante dispone de 17 metros cuadrados de zona verde

Madrid fue pionera en separar la basura orgánica del papel, el cartón y el vidrio a finales de los años ochenta, pero ese sobresaliente ha dado un bajón con la llegada de los contenedores amarillos. El concejal de Medio Ambiente, Adriano García-Loygorri, dice que los madrileños depositan muchas bolsas en el contenedor, pero que las sorpresas desagradables llegan cuando esas bolsas se abren en las plantas de tratamiento. 'El contenido no está tan bien, porque la gente ha mezclado otras basuras con los briks, los metales y los plásticos', comenta. García-Loygorri reconoce que 'modificar los hábitos de la población siempre cuesta', pero ya ha anunciado varias medidas: en Moratalaz y San Blas se está ensayando un nuevo modelo de contenedor amarillo de envases por cuya boca no quepa el papel y el cartón que muchos vecinos cuelan, y toda la ciudad será objeto de una nueva campaña sobre reciclaje de residuos sólidos a principios del próximo año. También ha aumentado el número de depósitos de menor tamaño que se colocan por comunidades de vecinos a las que el contenedor amarillo pilla muy lejos.

Barajas, mejor que Centro

El Ayuntamiento desconoce, por el momento, la cantidad de bolsas amarillas que recicla cada ciudadano. 'El muestreo aún no ha terminado, pero los primeros datos apuntan a que se recoge más en Barajas y menos en Centro', señalan desde la Concejalía de Medio Ambiente. Y apuntan las razones: 'En el primer distrito tenemos la ayuda del aeropuerto, mientras que a Centro llegaron los contenedores en último lugar, el pasado mes de enero'.

La contaminación es una consecuencia más de la actividad de una gran ciudad como Madrid. Los atascos diarios del eje de la Castellana o la Gran Vía convierten al distrito Centro en el segundo más cargado de dióxido de nitrógeno, sólo por detrás de Carabachel. Chamberí es el que más por culpa del dióxido de azufre que vomitan las calderas de carbón. La media registrada en el año 2000 de 37,5 microgramos por metro cúbico en Chamberí, frente a los 10 microgramos de Puente de Vallecas o San Blas, por ejemplo, se debe a que el primero es uno de los barrios más antiguos de Madrid, donde sus vecinos aún pasan el invierno al arrimo de las calderas de carbón.

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'En 1990 se empezó a subvencionar la sustitución de estos generadores de calor por otros menos contaminantes, por eso hoy día no podemos hablar de niveles alarmantes de dióxido de azufre', aclara el jefe de la sección ambiental del Ayuntamiento madrileño, Francisco Moya. Este contaminante y otra veintena más son recogidos en cada una de las 25 estaciones medidoras de suciedad ambiental y acústica que el Ayuntamiento de Madrid tiene repartidas por el territorio de la ciudad. Los distritos de Barajas, Vicálvaro y Hortaleza no disponen de estos aparatos. 'La Comunidad Europea nos obliga a tener ocho estaciones medidoras y tenemos 25. Sólo nos faltan en esos tres distritos, aunque Hortaleza siempre daría niveles bajos, porque es una zona abierta, ventilada y está en alto', remata el técnico.

El dióxido de nitrógeno atosiga a toda la ciudad, aunque despunta en los distritos de Carabanchel (88 microgramos por metro cúbico de media en 2000) y Centro (75 microgramos), los que soportan un tráfico más denso. 'El foco principal de este contaminante es el vehículo; por eso en invierno se registran los valores más altos', apunta Moya.

El panorama que pintan en Ecologistas en Acción es sombrío. Según datos de este colectivo, durante el año se producen 'muchas superaciones diarias de los niveles de partículas en suspensión permitidos por la directiva europea y la Organización Mundial de la Salud'. Su portavoz, Juan García, es tajante al señalar al culpable: 'El tráfico es la causa esencial de este aumento generalizado de la contaminación, y más negativamente afectan los coches diésel, porque emiten más partículas que los de gasolina', dice. Por eso, reclaman más promoción del transporte público y que los coches tengan restringido el acceso al centro de la ciudad.

Por otro lado, Andrés Martínez, portavoz en cuestiones medioambientales de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos (FRAVM), critica: 'El medio ambiente no puede quedarse en manos de técnicos y de políticos, sino que también tienen que participar los representantes vecinales y, hoy por hoy, no es así; de ahí que desconfiemos de los datos que facilita el Ayuntamiento', protesta Martínez.

El contaminante típico de la época estival, el ozono troposférico, ha ocupado muchos minutos en los informativos de radio y televisión y en los periódicos este verano. Si se sobrepasan los límites permitidos por la Organización Mundial de la Salud, un sector de la población denominado 'de riesgo' comienza a padecer trastornos respiratorios. Por esa razón, el ozono troposférico es el contaminante más vigilado de todos los que invaden el aire madrileño. 'Es muy particular, porque no sale de ninguna parte, sino que se forma cuando hay presencia de otros contaminantes y una fuerte radiación solar, razón por la cual sube más en verano que en invierno', explica Francisco Moya.

A mayor radiación solar, más radiación ultravioleta que hace reaccionar a otras sustancias suspendidas en el ambiente, como el dióxido de nitrógeno. Para el ozono existe un sistema especial de alerta que funciona incluso cuando la jornada laboral de los técnicos ha terminado. 'En el momento en que los niveles superan los 180 microgramos por metro cúbico, el sistema nos informa mediante un mensaje al móvil, porque es necesario contárselo a la población', aclara. Según Moya, la capital sobrepasó los límites permitidos de ozono 'sólo durante dos horas' el año pasado 'y ninguna este verano'. Porque otra particularidad de este contaminante es que suele manifestarse en puntos de la periferia. 'El ozono se transporta, de ahí que el centro de la ciudad no tenga especiales problemas, mientras que sí se detecta en zonas más alejadas como el barrio del Pilar, la Casa de Campo, el final de la calle de Alcalá o municipios como Fuenlabrada o Arganda', expone.

Para compensar la suciedad de las alturas, la ciudad cuenta con grandes pulmones y pequeños parques donde el ciudadano puede oxigenarse. Fuencarral-El Pardo y Moncloa-Aravaca son los distritos privilegiados. El concejal de Medio Ambiente, Adriano García-Loygorri, se jacta de que cada habitante dispone de 17 metros cuadrados de zona verde, 'una cifra más alta que en ciudades como Barcelona, París y otras capitales europeas'. Chamberí, el más pobre en esta materia, 'verá mejoradas sus cifras', según el edil, 'cuando el Canal de Isabel II ceda dos grandes parcelas' para hacer un parque.

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