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Reportaje:

Xfera afronta un largo invierno

La compañía de móviles congelará su actividad hasta 2003 si el Gobierno no atiende sus peticiones

Ramón Muñoz

El cuarto operador de telefonía móvil de España está a punto de ver frustrada su intención de comenzar a competir con Telefónica Móviles, Airtel y Amena por un disputado mercado de casi 27 millones de abonados. Debía haber empezado a prestar servicio comercial en este mismo otoño pero, si el Gobierno no accede a sus peticiones, deberá posponer su estreno hasta, al menos, bien entrado el año 2003. Hay en juego más de 600 puestos de trabajo y una inversión comprometida de más de un billón de pesetas.

La Administración cree que cualquier fórmula para otorgarle frecuencias acabaría en los tribunales o se toparía con las autoridades comunitarias

Hibernación: 'Estado de somnolencia y aletargamiento a que están sujetos ciertos animales durante el invierno'. Pese a no ser un plantígrado ni tener la sede social en Alaska, toda la estrategia de Xfera se debate ahora en torno a este vocablo. En este caso, la hibernación se refiere a la cancelación o lentificación del programa de inversiones en marcha para salir al mercado con la tecnología actual (GSM-GPRS) en espera a que esté disponible la telefonía móvil de tercera generación (UMTS), la que permitirá la transmisión de imágenes y la navegación rápida por Internet, única para la que cuenta con licencia.

La causa de ese previsible plan de ajuste es 'una combinación de imprevisiones tecnológicas, económicas y regulatorias', según la definición de un directivo implicado en el proyecto. El primer error de cálculo se fraguó a comienzos del año pasado, cuando comenzó una carrera frenética por hacerse con las cuatro licencias de UMTS que el Gobierno sacó a concurso. Con tres de las concesiones adjudicadas casi de antemano a las compañías que ya operaban (Telefónica, Airtel y Amena), los nuevos grupos entrantes decidieron jugar fuerte para hacerse con la cuarta licencia.

Compromiso millonario

Xfera, avalado por el gigante francés Vivendi, se enfrentó a Deutsche Telekom (Movilweb) y France Télécom (Movi2) y ganó, contra todo pronóstico y entre acusaciones veladas de favoritismo por parte del Gobierno saliente, que concedió las licencias un día antes de las elecciones generales. El último consorcio en desvelar sus planes cimentó su oferta en un sorprendente compromiso de inversión de 7.813 millones de euros (1,3 billones de pesetas) en 10 años, superando con creces las de sus competidores. La proposición se marcó un objetivo muy ambicioso: comenzar a operar en agosto de 2001 con la nueva tecnología, el plazo oficial marcado por el Gobierno, y conseguir un millón de clientes a finales de 2002.

Un año y medio después, ni Xfera ni ninguna otra compañía europea presta servicio de UMTS y, casi con toda probabilidad, a finales del año que viene ningún español tendrá un móvil del cuarto operador en el bolsillo. La primera e irrefutable razón del retraso de Xfera es la no disponibilidad de la tecnología UMTS. El consejero delegado, Antonio Cantón, reconocía esta misma semana que el lanzamiento de móviles multimedia podrá comenzar a ser una realidad 'entre finales de 2002 y finales de 2003', un periodo demasiado amplio para perfilar un sólido plan de negocios.

Para solventar este retraso, que era una evidencia desde finales del año pasado, Xfera se embarcó en el proyecto de comenzar a operar con la tecnología actual para la que no disponía ni dispone de licencia. En este caso, los responsables de la compañía tampoco reconocen su culpa o, al menos, creen que es compartida con el Gobierno.

Aunque oficialmente se limiten a señalar que el interés por salir al mercado ahora coincide con los deseos de la Administración de aumentar la competencia, en la trastienda accionarial de la compañía se considera que esa implicación va mucho más allá y, en cierta medida, se sienten desamparados por el Gobierno que les concedió la licencia.

Su principal argumento es un acuerdo del Consejo de Ministros del 10 de noviembre de 2000 en el que el Gobierno se compromete a la convocatoria en el primer cuatrimestre de 2001 de un concurso (del que nunca más se supo) para la adjudicación de dos nuevas licencias en las actuales frecuencias, una de las cuales se daba por descontado que iría a parar a Xfera. Sus responsables le han dado ahora al Gobierno un plazo máximo (aunque no un ultimátum) de ocho semanas para contestar, aunque presumen que esa respuesta será negativa. Aunque se busque una fórmula válida para extender la licencia en la que trabaja la CMT), el principal problema sigue estando en las frecuencias (espacio radioeléctrico), ahora ocupadas por las compañías que operan en el mercado o destinadas a otros usos.

Según fuentes de la Administración, cualquier fórmula que se utilice (concurso, adjudicación directa, etcétera) para dar esas frecuencias tendría una probabilidad muy grande de ser recurrida con visos de éxito ante los tribunales y, lo que es peor, ante las autoridades comunitarias, a quienes no se desea soliviantar aún más, pues están pendientes contenciosos tan relevantes como las tarifas de Telefónica o el recurso contra la tasa radioeléctrica.

La negativa del regulador abocará a Xfera a activar el tan temido ajuste que, en el caso del personal, puede afectar al 50% de la plantilla. De hecho, fuentes sindicales apuntan a que personal de Xfera se ha ofrecido ya a los otros operadores y, algunos ingenieros, han mostrado su disposición a retornar a sus antiguas empresas, principalmente fabricantes.

La pelota está ahora en el alero del Gobierno que debe sopesar si arriesgarse a sacar del atolladero a un nuevo competidor enfrentándose a un conflicto con las otras tres compañías, o negarle el refugio regulatorio, condenándole a un largo invierno.

Accionistas poderosos con vocaciones e intereses dispares y un objetivo comùn

A diferencia de otros consorcios que pujaban por las licencias dominadas por un solo accionista, Xfera tiene una composición accionarial muy repartido, en el que nadie puede dictar la estrategia. Los poderes se dirimen entre dos bloques, dominados por acérrimos competidores en el sector de la construcción: ACS, la empresa presidida por Florentino Pérez, y FCC, propiedad de Esther Koplowitz, y amparada en la imperio telecomunicaciones y de medios de comunicación de su socio francés Vivendi. Desde que se gestó el consorcio se ha mantenido un difícil equilibrio de poderes entre Vivendi, que hacía valer sus más de 10 millones de clientes de móvil, y ACS, que aportaba su conocimiento del sector en el terreno (gracias a su filial Cobra) . Esta constructora lidera ahora el proyecto. Para ello, Florentino Pérez colocó a Ángel García Altozano, su mano derecha en ACS, en la presidencia de Xfera y se alió a Sonera, el operador finlandés, arrebatando a FCC el liderazgo del accionariado. Además es apoyado por su accionista, Corporación Financiera Alba. Por su parte, FCC ha vuelto los ojos a sus orígenes de empresa constructora, anclada en la vieja y rentable economía, y ha declrado oficialmente 'no estratégica' su participación en Xfera. Sonera, acuciada por problemas financieros, tampoco considera prioritario el mercado español y, de hecho, ya ha renunciado a otros proyectos de UMTS como el noruego. Las discrepancias entre socios se han hecho más patentes a medida que el retraso del proyecto se hacía realidad y, especialmente, cuando se firmó el acuerdo de alquiler de la red de Airtel que permitiría dar servicio sin infraestrcuctura propia. Frente a los que preferían echar a andar en el mercado cuánto antes, algunos accionistas entendían que esa opción suponía un alto riesgo, puesto que se hacía depender de un sólo competidor todo el negocio, y pidieron que, al menos, se consiguieran frecuencias propias para hacer menos oneroso el trato.También ha habido diferencias sobre los partidarios de una venta rápida de la participación (a France Télécom o cualquier otro interesado) y los que consideran que es mejor esperar y recuerdan que la licencia que posee Xfera se valoró hace un año en más de 700.000 millones de pesetas.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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