ETA, sin pretextos
Los terroristas hicieron estallar ayer un coche bomba frente al Palacio de Justicia de Vitoria, provocando daños cuantiosos en el edificio y la destrucción de una docena de vehículos particulares. Los encargados de la parte literaria justificarán este hecho por algún motivo tal vez relacionado con la Administración de justicia. El viernes pasado destruyeron una discoteca que había sido objeto de denuncia por parte de los vecinos. ETA es una organización en permanente búsqueda de pretextos para justificar su presencia. El principal es que las actuales instituciones no satisfacen las auténticas aspiraciones de los vascos ni son capaces de resolver los problemas de su sociedad. De ello se deduce que uno de los objetivos de los demócratas para hacer frente al terrorismo debería ser el de reforzar y acreditar las instituciones representativas.
Sin embargo, no siempre se hace. El lehendakari anunció la víspera, en una campa próxima a Vitoria, que, si las cosas no cambian (esto es, si ETA 'sigue matando' y el Gobierno se mantiene en su 'inmovilismo ciego'), planteará una consulta popular, apelando a una ciudadanía que 'quiere más y más autogobierno y más capacidad para decidir'. El mensaje no puede ser más deslegitimador de las instituciones: apelación directa al pueblo porque el Parlamento no refleja la voluntad popular. Esa voluntad la deduce Ibarretxe de los 604.000 votantes que apoyaron su programa de paz, diálogo y ámbito vasco de decisión. Sin embargo, hubo una cifra similar de votantes que no lo aprobaron. La idea de que lo que antes era válido como punto de encuentro, el Estatuto, ha dejado de serlo porque ahora la gente es más nacionalista carece de fundamento. En las pasadas elecciones de mayo, con la participación más alta de las siete elecciones autonómicas celebradas, el voto nacionalista cayó a su cota más baja (52,8%) y dentro de ese ámbito se redujo a su mínima expresión el sufragio radical a EH.
Es un abuso considerar que la victoria electoral supone un mandato para cambiar las reglas del juego definidas por el Estatuto. Pero es además un error político. La prioridad que el propio Gobierno de Ibarretxe otorga ahora a la derrota de ETA exige no contribuir a su intento de deslegitimar el Estatuto como una imposición de Madrid. Era, y sigue siendo, un marco que refleja el pluralismo actual de la sociedad vasca. El mensaje implícito de Ibarretxe es que el Estatuto es insuficiente porque no ha traído la paz. Pero eso supone poner en manos de ETA la definición de lo que es autogobierno suficiente. Y eliminar cualquier posibilidad de consenso que no implique la renuncia a sus ideas de una mitad de la población.
Ayer mismo, Arzalluz declaró que para acabar con 'cualquier pretexto que pueda tener ETA' hay que eliminar el 'conflicto político' subyacente. De momento, sería bueno que no se agravase con propuestas rupturistas de la legalidad que pueden alimentar las fantasías de los dinamiteros.
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