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PLENO DE PACIFICACIÓN
Columna
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'Habemus' oposición

Afirma el autor que la recuperación de la oposición en el Pleno es una gran noticia.

Amanece nublado (luego llovería con generosidad). Es otoño y los días acortan. La expectación ante esta Sesión del Parlamento Vasco no es la que fuera ante el de Investidura en julio (aunque luego resultó más jugoso y esperanzador de lo que vienen a mostrar las resoluciones aprobadas). Apenas unos cuántos escoltas en el Parque de la Florida que da acceso a la Cámara delatan lo extraordinario del día. Del día y de la situación en el país. 'Cárcel de miedo', diría de ella el parlamentario Mayor Oreja. Radio Euskadi hace su despliegue. También otros medios. Pero nada comparado con julio ¿Qué podía decirse que no se hubiera dicho sobre la pacificación? ¿Qué sobre un tema tan manido y que tanto divide? En el interior, sin embargo, la temperatura sube, el interés aumenta. Hay un público relativamente numeroso y cualificado (Ardanza, el Diputado General Román Sodupe, el Delegado José Antonio Villar; Gesto y Elkarri). Comienza el Pleno sobre Pacificación, primero y orientador sobre la nueva legislatura.

Y, como si no quisiera defraudar a la frialdad exterior, al bajo interés mostrado, Ibarretxe hace un discurso correcto y gris, más bien retórico (circunstancialmente, práctico), y, sobre todo, hace un discurso desenfocado. Propone una serie de medidas policiales (también aquí se cuelan latiguillos reivindicativos; falta generosidad, falta altura de miras) e institucionales (un Observatorio para la Paz; dichosa jerga), y, va al meollo de lo que quiere decir. Dice querer separar el 'problema de la violencia y el de la Normalización Política'. Y justo al hacerlo, los une de modo indeleble. Los une tácitamente. Pero, sobre todo, los va uniendo, con grave irresponsabilidad, expresamente. Llega al paroxismo cuando dice que 'no se trata de un problema jurídico -hablamos de 'pacificación'- sino de voluntad política'. Su propuesta es de ruptura institucional según el programa máximo del PNV. Véanlo si no. 'Que sean los partidos vascos ... los que busquen un nuevo consenso ... Que se pueda consultar directamente a la sociedad vasca ... Que se incorporen ... al ordenamiento jurídico '. El desenfoque ante un problema de terrorismo no puede ser mayor.

Por cosas así es por lo que este gobierno no genera confianza institucional y democrática (con lo que eso significa tras el ataque a las Torres de Nueva York). Ni hacia dentro, hacia la sociedad vasca, ni hacia fuera, hacia el complejo institucional político o económico occidental. Nunca el País Vasco representó menos ni generó tanta incertidumbre. Seguramente, Ibarretxe es un político honrado (lo que no es poco). Pero es absolutamente incapaz de comprender la situación que le ha tocado vivir. Y, esto, lo hace terriblemente azaroso.

Luego interviene IU (patético), Batasuna (lo que cabía esperar, pero devaluado) y EA. Y les toca el turno al PSE y al PP. Las cosas, hasta aquí, son grises, frías. Nada ni nadie espera que algo cambie. La oposición ha estado en un duermevela desde mayo. Pero Redondo cambia el tono. Hace una intervención, sólida, ajustada, con propuestas y de mano tendida. El aire de la Cámara comienza a renovarse. Y Mayor lo completa con un discurso de talla y medidas concretas contra el terror. Nada queda de aquel afán demoledor contra el PNV que presidió la pasada legislatura. Las propuestas son positivas y aspiran a mejorar el estado actual de cosas.

El debate posterior no aportaría gran cosa. Pero sí el turno de las propuestas de resolución. El PP presentaba un paquete de medidas prácticas de alcance. Al fin se hablaba de medidas concretas en esta materia en el Parlamento Vasco. Y, si Mayor Oreja representó el concepto, el PSE (con Rodolfo Ares en gran tribuno: claridad, dignidad, energía y flexibilidad) fue la voluntad política digna, inteligente, de búsqueda de entendimiento. No pudo ser. Pero Larreina, sin dejación de sus postulados, recogió el guante de los socialistas (a subrayar que IU no se movió un ápice).

No tenemos gobierno. Pero eso lo esperábamos resignados. Se había descontado ya, diría un broker. El resultado lo conocen. El Parlamento apareció dividido ante el terror. Eso es malo. Sin embargo, hemos recuperado a la oposición. Y, en nuestro estado precario, ésta es una gran noticia. Como en el último cuento de Peter Handke, de la penuria y la putrefacción del bosque, de la sociedad, puede recogerse un tesoro de anís y nueces, de esperanza.

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A última hora, las luces de la ciudad encendidas, los parlamentarios salen cabizbajos, cansados. Tras ellos, los escoltas. Todo sigue igual. Pero algunos han hecho su trabajo y transmiten dignidad. Y eso dignifica a la sociedad que representan. Algo -quizá, ojalá- empieza a cambiar.Amanece nublado (luego llovería con generosidad). Es otoño y los días acortan. La expectación ante esta Sesión del Parlamento Vasco no es la que fuera ante el de Investidura en julio (aunque luego resultó más jugoso y esperanzador de lo que vienen a mostrar las resoluciones aprobadas). Apenas unos cuántos escoltas en el Parque de la Florida que da acceso a la Cámara delatan lo extraordinario del día. Del día y de la situación en el país. 'Cárcel de miedo', diría de ella el parlamentario Mayor Oreja. Radio Euskadi hace su despliegue. También otros medios. Pero nada comparado con julio ¿Qué podía decirse que no se hubiera dicho sobre la pacificación? ¿Qué sobre un tema tan manido y que tanto divide? En el interior, sin embargo, la temperatura sube, el interés aumenta. Hay un público relativamente numeroso y cualificado (Ardanza, el Diputado General Román Sodupe, el Delegado José Antonio Villar; Gesto y Elkarri). Comienza el Pleno sobre Pacificación, primero y orientador sobre la nueva legislatura.

Y, como si no quisiera defraudar a la frialdad exterior, al bajo interés mostrado, Ibarretxe hace un discurso correcto y gris, más bien retórico (circunstancialmente, práctico), y, sobre todo, hace un discurso desenfocado. Propone una serie de medidas policiales (también aquí se cuelan latiguillos reivindicativos; falta generosidad, falta altura de miras) e institucionales (un Observatorio para la Paz; dichosa jerga), y, va al meollo de lo que quiere decir. Dice querer separar el 'problema de la violencia y el de la Normalización Política'. Y justo al hacerlo, los une de modo indeleble. Los une tácitamente. Pero, sobre todo, los va uniendo, con grave irresponsabilidad, expresamente. Llega al paroxismo cuando dice que 'no se trata de un problema jurídico -hablamos de 'pacificación'- sino de voluntad política'. Su propuesta es de ruptura institucional según el programa máximo del PNV. Véanlo si no. 'Que sean los partidos vascos ... los que busquen un nuevo consenso ... Que se pueda consultar directamente a la sociedad vasca ... Que se incorporen ... al ordenamiento jurídico '. El desenfoque ante un problema de terrorismo no puede ser mayor.

Por cosas así es por lo que este gobierno no genera confianza institucional y democrática (con lo que eso significa tras el ataque a las Torres de Nueva York). Ni hacia dentro, hacia la sociedad vasca, ni hacia fuera, hacia el complejo institucional político o económico occidental. Nunca el País Vasco representó menos ni generó tanta incertidumbre. Seguramente, Ibarretxe es un político honrado (lo que no es poco). Pero es absolutamente incapaz de comprender la situación que le ha tocado vivir. Y, esto, lo hace terriblemente azaroso.

Luego interviene IU (patético), Batasuna (lo que cabía esperar, pero devaluado) y EA. Y les toca el turno al PSE y al PP. Las cosas, hasta aquí, son grises, frías. Nada ni nadie espera que algo cambie. La oposición ha estado en un duermevela desde mayo. Pero Redondo cambia el tono. Hace una intervención, sólida, ajustada, con propuestas y de mano tendida. El aire de la Cámara comienza a renovarse. Y Mayor lo completa con un discurso de talla y medidas concretas contra el terror. Nada queda de aquel afán demoledor contra el PNV que presidió la pasada legislatura. Las propuestas son positivas y aspiran a mejorar el estado actual de cosas.

El debate posterior no aportaría gran cosa. Pero sí el turno de las propuestas de resolución. El PP presentaba un paquete de medidas prácticas de alcance. Al fin se hablaba de medidas concretas en esta materia en el Parlamento Vasco. Y, si Mayor Oreja representó el concepto, el PSE (con Rodolfo Ares en gran tribuno: claridad, dignidad, energía y flexibilidad) fue la voluntad política digna, inteligente, de búsqueda de entendimiento. No pudo ser. Pero Larreina, sin dejación de sus postulados, recogió el guante de los socialistas (a subrayar que IU no se movió un ápice).

No tenemos gobierno. Pero eso lo esperábamos resignados. Se había descontado ya, diría un broker. El resultado lo conocen. El Parlamento apareció dividido ante el terror. Eso es malo. Sin embargo, hemos recuperado a la oposición. Y, en nuestro estado precario, ésta es una gran noticia. Como en el último cuento de Peter Handke, de la penuria y la putrefacción del bosque, de la sociedad, puede recogerse un tesoro de anís y nueces, de esperanza.

A última hora, las luces de la ciudad encendidas, los parlamentarios salen cabizbajos, cansados. Tras ellos, los escoltas. Todo sigue igual. Pero algunos han hecho su trabajo y transmiten dignidad. Y eso dignifica a la sociedad que representan. Algo -quizá, ojalá- empieza a cambiar.

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