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Entrevista:JOSÉ LUIS DE CASTRO | DIRECTOR DEL 'MASTER' DE RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UPV

'Debemos rehabilitar la civilización musulmana en vez de estigmatizarla'

Javier Rivas

José Luis de Castro (San Sebastián, 1965) es profesor titular de Relaciones Internacionales de la UPV y director del master sobre esta materia de la universidad pública vasca.

Pregunta. ¿Qué orden internacional surgirá de las ruinas del 11 de septiembre?

Respuesta. Tampoco creo que el 11 de septiembre marque una inflexión radical y clara en el orden internacional. No cabe duda que la sociedad internacional va a cambiar y va a ser diferente. ¿En qué medida? Todavía estamos viéndolo. No sé si se puede decir que vaya cambiar la relación de fuerzas en el medio internacional como para decir que haya un cambio radical. Probablemente haya una inflexión. Ya desde el final de la guerra fría el orden internacional se caracteriza por la inestabilidad, por la falta de orden precisamente. En ese contexto, el 11 de septiembre es un aldabonazo muy importante, pero creo que todavía es pronto para decir que hasta entonces el orden internacional tenía unas determinadas formas y a partir de ahora tiene otras. Cambios claros sí va a haber, la agenda probablemente se va a modificar y el terrorismo va a estar a la cabeza de las preocupaciones; ahora, una modificación del orden internacional, dudo que se pueda a hablar en esos términos hoy por hoy.

'El atentado, el terrorismo integrista, es una respuesta atávica a la globalización'

P. ¿Qué papel debe jugar en estos momentos Europa? ¿Está demostrando escasa relevancia?

R. Debe ser un papel muy importante. Creo que lo está jugando ya y que se va a acentuar en los próximos días. No estamos ante una guerra convencional. Está claro que los parámetros de guerra clásica, un estado contra otro, no existen. Y su finalización tampoco, un país derrotado, un armisticio. En un conflicto así, probablemente la dimensión política adquiera más importancia que la militar. Está claro que tiene que haber una respuesta militar, porque además lo pide el pueblo norteamericano. Otra cosa es contra quién se ataque. Sin negarlo, las respuestas han de ser políticas. La UE y la ONU pueden y deben jugar un papel importante. La opción militar indiscriminada puede alimentar aún más las bases sociales de esos movimientos fundamentalistas radicales. Hay que evitar escenarios de ese tipo y la UE tiene mejor entrada en esos países.

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P. ¿Se está obviando para respaldar la coalición el que algunos de sus socios respetan muy poco los derechos humanos?

R. No cabe duda. La necesidad perentoria de responder y formar una coalición internacional obliga a tener compañeros de cama un tanto desaconsejables. Por ejemplo, quizá haya que apoyar a la dictadura militar en Pakistán. Pero, ¿cuál es la alternativa?, ¿talibán con armamento nuclear?

P. ¿Cuáles percibe como razones últimas de esta crisis?

R. Me resulta difícil definir nítidamente el problema. A menudo se habla de la situación de Oriente Medio, de la pobreza del mundo islámico y la frustración que genera. Quizá todo ello sea cierto con matices. Creo que el atentado, el terrorismo panislamista integrista, es una respuesta atávica a la globalización. Es un terrorismo que no tiene objetivos concretos, no aspira a un fin inmediato, no exige una negociación. Se mata fundamentalmente por odio y resentimiento histórico contra Occidente, personificado en EEUU. Este tipo de terrorismo quiere acabar con el gran poder mundial que impone unas formas de vida impías, dirían ellos. Y temen que esta realidad acabe con su forma de vida tradicional. Es una respuesta frente a esa globalización modernizadora. Y es obvio que las situaciones de Palestina o Chechenia no ayudan y alimentan los sueños mesiánicos.

P. Occidente se encuentra además con el miedo a un enemigo al que no comprende y de una cultura diferente...

R. Hay que huir de planteamientos en términos de choque de civilizaciones. La religión nunca es peligrosa, sino la utilización política que se puede hacer de ella. No estamos hablando del Islam, sino de sus expresiones más retrógradas y minoritarias. El problema es que se puedan convertir en mayoritarias. Por eso hay que tener cuidado con la operación militar y habrá que forzar a Sharon a que actúe de otra forma. Y EEUU tendrá que tener cuidado también en jugar un papel no tan parcial en el conflicto de Oriente Medio. La única solución que podemos encontrar probablemente sea modificar la situación real en esa parte del mundo y el papel occidental allí. Y sobre todo, rehabilitar la cultura, la civilización musulmana y compatibilizarla con el mundo occidental en lugar de estigmatizarla.

P. ¿Como se explica la necesidad de una respuesta política, que implica el largo plazo, a una sociedad traumatizada que se ha encontrado con más de 6.000 muertos en un día?

R. Es difícil. La sociedad de EEUU pide una respuesta inmediata y visible y no hay una solución definitiva. Sólo podemos aspirar a recortar las causas que alimentan el terrorismo internacional y quizá aislar sus vertientes más peligrosas. Y para ello las bombas no valen. No sé, obviamente, cuál va a ser la respuesta, aunque puedo temerme lo peor. Pero sería bueno que EEUU tratase de actuar en el marco de Naciones Unidas, para incorporar a la coalición a países islámicos y también para evitar la imagen del choque de civilizaciones, que es lo que pretenden los terroristas.

P. ¿Qué cambios sociales pueden derivarse de esta crisis?

R. Quizá no se pueda hacer una lectura homogénea del mundo occidental. Es muy distinto en Estados Unidos que en Europa. En Estados Unidos, de un día para otro desaparece la sensación de invulnerabilidad que tenían. Creo que, para empezar, se van a resentir las libertades. Seguridad y libertad suelen ser términos antagónicos. Nos tenemos que preguntar hasta qué punto la sociedad estadounidense, que también es muy celosa de las libertades, va a pagar ese precio. En estos momentos, traumatizada por el shock de las Torres Gemelas, desde luego lo van a pagar y gustosamente. ¿Hasta dónde? No sabemos.

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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