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Reportaje:

España, retaguardia del terrorismo islámico

Dejar dormir a los durmientes, grabar sus sueños, controlar su respiración. En España viven desde hace años más de 200 árabes sospechosos de pertenecer a 18 grupos terroristas islámicos. La policía asegura saber de dónde son, cómo se llaman, a qué se dedican y de quiénes reciben instrucciones..., pero no los detiene. Hasta ahora, la política de los servicios de Información españoles era ver, oír y callar. No despertar a la fiera mientras permaneciera inactiva en nuestro territorio y utilizar los datos obtenidos en dos direcciones: avisar a otros países cuando su seguridad interna pareciera amenazada y canjearla después por informaciones útiles para la seguridad española.

Hay tres ejemplos. Enero de 1995. La entonces secretaria de Estado de Interior, Margarita Robles, viajó a París y entregó a las autoridades francesas un minucioso informe de la policía española. Según el documento, el fundamentalismo islámico estaba preparando acciones terroristas inminentes en aquel país. Los franceses agradecieron el soplo pero aparentemente no le prestaron atención. Seis meses después, comenzaron a estallar bombas en el metro y las calles de París. La información española provenía de una persona próxima a un dirigente del GIA argelino (Grupo Islámico Armado) que se encontraba exiliado en Alemania. Harto de pasar frío, el terrorista dormido soñaba con establecerse en Alicante, en la acera de enfrente de su país. Un agente de la policía española se entrevistó con él en Hamburgo y le ofreció residencia a cambio de mantenerlo informado. El primer chivatazo fue así de preciso: 'No vamos a actuar en España, pero sí habrá una campaña pronto en Francia'.

'Muchos de ellos son inmigrantes de segunda y tercera generación. Y ya no se agrupan por países de procedencia, sino por afinidades ideológicas'.
En 1995, Margarita Robles viajó a París y entregó a las autoridades francesas un minucioso informe de la policía española. No le prestaron atención.
España es un buen país de refugio, a medio camino entre sus bases y Europa; un lugar en el que seguía vigente un acuerdo no escrito de no intervención
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El fin de una banda que aterrorizó Casablanca

Sonido de campanas

Segundo ejemplo. Junio de 2001. Un árabe sale de un bar de Alicante y dos policías de paísano entran rápidamente en el local para evitar que el camarero friegue el vaso. Comprueban sus huellas. Efectivamente, se trata de Mohamed Bensakhria, un argelino de 34 años considerado el lugarteniente de Osama Bin Laden en Europa y que huía de Alemania donde acababan de desarticular su comando, denominado Meliani. Unos días antes, la policía española había recibido de sus colegas alemanes una cinta magnetofónica en la que se oía a Bensakhria hablar de 'San Francisco' y de una cita 'con Olimpia'. Al fondo de la grabación se escuchaba el repicar de campanas de lo que parecía ser una iglesia. Los alemanes sospechaban que la llamada se había realizado desde algún lugar del Levante español. La policía española sólo necesitó 12 días para deshacer el entuerto. De lo que hablaba Mohamed Bensakhria no era de la ciudad de San Francisco, sino de una calle de Alicante que se llama así, y Olimpia no era un mensaje cifrado, sino el nombre de una pensión de la ciudad en la que se alojaba uno de sus colaboradores. Tampoco las campanadas pertenecían a una iglesia, sino al reloj del Ayuntamiento de Alicante. Quedaron grabadas porque el terrorista utilizó para llamar un teléfono cercano. El último escollo para localizar al hombre de Bin Laden en España fue no dejarse engañar por su aspecto. Si en Alemania aparecía como un ejecutivo, bien vestido, frecuentador de restaurantes de lujo, vecino de un barrio residencial; en España se hacía pasar por un inmigrante sin papeles, dormía en una furgoneta aparcada en la calle Manero Moya, iba vestido pobremente...

Fue detenido a la salida de un locutorio frecuentado por inmigrantes desde el que hacía llamadas y recibía faxes remitidos desde diversos países europeos. Encontraron su agenda de teléfonos escondida entre los ladrillos de una casa abandonada.

El último ejemplo es de esta semana. Quince días después de los atentados de Nueva York y Washington, una acción policial rodeada de un gran despliegue mediático desarticuló en España la célula durmiente del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, movimiento argelino al que George Bush incluye en su lista negra de terroristas ligados a la organización de Bin Laden. La operación, más que evitar un atentado inminente, sirvió para demostrar a los aliados y a la opinión pública que existe un férreo control sobre estos grupos. Uno de los seis detenidos confesaba en su diario el sueño de convertirse en un suicida. No decía cuándo ni dónde.

Existe un inquietante nexo de unión entre los tres ejemplos citados, separados entre sí por un sueño de cinco años. Todos los terroristas, desde el que vaticinó los atentados en París hasta los ahora detenidos en Valencia, Almería, Huelva, Navarra y Murcia, tenían claro que España es un buen país de refugio, a medio camino entre el Islam y Europa; un lugar donde, al menos hasta ahora, seguía vigente un pacto no escrito, un acuerdo similar al que disfrutaron los etarras en Francia hasta mediados de los años ochenta: 'En vuestro país no hacemos nada, así que nos dejáis vivir tranquilos'.

El segundo de Bin Laden

Uno de los motivos por los que España les resulta tan atractiva quedó claro tras la detención de Mohamed Bensakhria. Lo primero que hizo el lugarteniente de Bin Laden fue intentar obtener el permiso de residencia.Tras llegar en tren a Alicante procedente de Franckfort se presentó en el consulado de Argelia y solicitó un pasaporte a su nombre con la excusa de que lo había extraviado. Le respondieron que no era posible una tramitación inmediata y entonces el terrorista reaccionó violentamente, gritó como un loco, alegó que lo necesitaba para obtener su residencia en España. De forma paralela, sus colaboradores, simpatizantes del GIA argelino, le estaban preparando un contrato de trabajo y otros documentos necesarios para obtener el certificado de residencia y poder viajar así, sin impedimentos, a través del espacio europeo de Schengen.

Ahora todo ha cambiado. El santuario se resquebraja. La policía española demostró el miércoles que ya no está dispuesta a velar el sueño de unos terroristas tan peligrosos. Los atentados del 11 de septiembre, y la posterior petición de ayuda cursada por Bush a todo Occidente, también modifica la estrategia policial seguida por España. Ya no es sólo el terrorismo de ETA el que hay que combatir. Las unidades de la policía y de la Guardia Civil especializadas en terrorismo islámico, siempre en la sombra, han cobrado en los últimos días una actividad inusitada.

El pasado miércoles, en un despacho de la policía, un especialista en terrorismo islámico ordenaba sobre su mesa las fichas de numerosos sospechosos. En cartulinas de tamaño folio aparecen detallados el nombre, la fotografía, la dirección y los teléfonos de cada activista. En un organigrama a todo color se ven las banderas de los países con los que cada terrorista mantiene contactos y los teléfonos a los que llama: ' Los contactos de cada uno de ellos con el exterior son una mina informativa para nosotros. Cuando de nuestras investigaciones se desprende que existe algún peligro para un país, se lo comunicamos inmediatamente. Tanto estas detenciones como las que se están produciendo en Europa responden a una táctica de acogotar al enemigo'.

El fin del sueño

Se acabaron los tiempos de vivir tranquilos en la retaguardia. Un alto mando de la Guardia Civil habla del asunto desde el aeropuerto, justo antes de embarcar para una reunión con expertos norteamericanos. Al marcar las diferencias entre un terrorista de ETA -contra el que las fuerzas de seguridad españolas están acostumbradas a luchar- y uno islámico, el agente va dibujando el retrato robot de la nueva amenaza: 'En este tipo de terrorismo no existen los liberados, los terroristas a sueldo de la organización. Por eso hablamos de comandos durmientes. Pueden estar años, toda la vida, a disposición de su líder religioso sin que se les encargue ninguna misión, viviendo en la legalidad, dedicados a sus trabajos, sin delinquir. Pero un día, sin previo aviso, pasan el umbral y se transforman en suicididas. Así, y a diferencia del de ETA, este terrorista no se preocupa de la huida, ni del zulo, ni del piso franco, para él no hay día después; ahí radica su peligro'.

Vienen de todas partes y en las condiciones más diversas. Hay quien llega en situación muy precaria, embarcado en el aluvión de la inmigración, obnubilado por sus creencias. Y también quien pone a disposición del movimiento su pequeño negocio, su trabajo estable, su familia. Unos y otros se suelen reunir en las cercanías de las mezquitas, de ahí que los imanes estén controlados por la policía, unos más y otros menos en función de sus ideas y de sus antecedentes. 'Muchos de ellos -dice el guardia civil- son inmigrantes de segunda y tercera generación. Y ya no se agrupan por países de procedencia, sino por afinidades ideológicas. Es frecuente encontrar células compartidas por tunecinos y marroquíes, libios y sirios. Se benefician de la peculiaridad de cada país. Por eso, de España están aprovechando ahora la gran corriente migratoria y el periodo abierto de regularización de extranjeros. Aquí existe un gran caldo de cultivo. Por un lado, hay mucha gente entre la que captar más adeptos, y también muchos inmigrantes entre los que camuflarse'.

El policía, por su parte, describe la misión de los 200 activistas que residen en España desde hace años: 'Reclutan gente para la organización. En su mayoría son jóvenes marginales, sin arraigo social, en el paro, que se acercan a los grupos integristas de cada país cuando recalan en España. Muchos de los reclutados van a los campos de entrenamiento de Chechenia o Bosnia'. A su vuelta, ya han ascendido varios grados en la escala de la organización y gozan de respeto y predicamento entre los demás jóvenes. Se convierten en una referencia. Su principal cometido es facilitar alojamiento y pasaportes europeos a los miembros activos de la organización que se mueven por el continente. El mercado de pasaportes robados en España -coinciden policía y guardia civil- es uno de los mayores de la Unión Europea. Hay un pequeño comercio de Madrid donde se vende al mejor postor documentación americana, canadiense y europea. Una parte va a parar a los narcotraficantes y otra a los grupos integristas. Hasta ahora, la policía sólo se apostaba frente al establecimiento y controlaba los canjes sin intervenir.

Queda todavía una cuestión inquietante, que ni policía ni Guardia Civil son capaces de responder. ¿Qué hizo Mohamed Atta, el primer piloto suicida de Nueva York, durante los días de julio que pasó en España? ¿A qué vino dos meses antes de morir, cuando ya todo estaría dispuesto? Ahora se sabe que algo se estuvo organizando durante el pasado verano en España: a Mohamed Bensakhria lo detuvieron el 22 de junio, Atta estuvo aquí varias semanas más tarde... Era su segundo viaje a España en el breve plazo de seis meses, en las dos ocasiones llegó desde de Florida, donde aprendió a pilotar.

De su último viaje sólo se sabe a ciencia cierta que alquiló un coche en el aeropuerto de Madrid y condujo hasta Salou (Tarragona). Allí se pierde un rastro que reapareció trágicamente el 11 de septiembre en Nueva York.Dejar dormir a los durmientes, grabar sus sueños, controlar su respiración. En España viven desde hace años más de 200 árabes sospechosos de pertenecer a 18 grupos terroristas islámicos. La policía asegura saber de dónde son, cómo se llaman, a qué se dedican y de quiénes reciben instrucciones..., pero no los detiene. Hasta ahora, la política de los servicios de Información españoles era ver, oír y callar. No despertar a la fiera mientras permaneciera inactiva en nuestro territorio y utilizar los datos obtenidos en dos direcciones: avisar a otros países cuando su seguridad interna pareciera amenazada y canjearla después por informaciones útiles para la seguridad española.

Hay tres ejemplos. Enero de 1995. La entonces secretaria de Estado de Interior, Margarita Robles, viajó a París y entregó a las autoridades francesas un minucioso informe de la policía española. Según el documento, el fundamentalismo islámico estaba preparando acciones terroristas inminentes en aquel país. Los franceses agradecieron el soplo pero aparentemente no le prestaron atención. Seis meses después, comenzaron a estallar bombas en el metro y las calles de París. La información española provenía de una persona próxima a un dirigente del GIA argelino (Grupo Islámico Armado) que se encontraba exiliado en Alemania. Harto de pasar frío, el terrorista dormido soñaba con establecerse en Alicante, en la acera de enfrente de su país. Un agente de la policía española se entrevistó con él en Hamburgo y le ofreció residencia a cambio de mantenerlo informado. El primer chivatazo fue así de preciso: 'No vamos a actuar en España, pero sí habrá una campaña pronto en Francia'.

Sonido de campanas

Segundo ejemplo. Junio de 2001. Un árabe sale de un bar de Alicante y dos policías de paísano entran rápidamente en el local para evitar que el camarero friegue el vaso. Comprueban sus huellas. Efectivamente, se trata de Mohamed Bensakhria, un argelino de 34 años considerado el lugarteniente de Osama Bin Laden en Europa y que huía de Alemania donde acababan de desarticular su comando, denominado Meliani. Unos días antes, la policía española había recibido de sus colegas alemanes una cinta magnetofónica en la que se oía a Bensakhria hablar de 'San Francisco' y de una cita 'con Olimpia'. Al fondo de la grabación se escuchaba el repicar de campanas de lo que parecía ser una iglesia. Los alemanes sospechaban que la llamada se había realizado desde algún lugar del Levante español. La policía española sólo necesitó 12 días para deshacer el entuerto. De lo que hablaba Mohamed Bensakhria no era de la ciudad de San Francisco, sino de una calle de Alicante que se llama así, y Olimpia no era un mensaje cifrado, sino el nombre de una pensión de la ciudad en la que se alojaba uno de sus colaboradores. Tampoco las campanadas pertenecían a una iglesia, sino al reloj del Ayuntamiento de Alicante. Quedaron grabadas porque el terrorista utilizó para llamar un teléfono cercano. El último escollo para localizar al hombre de Bin Laden en España fue no dejarse engañar por su aspecto. Si en Alemania aparecía como un ejecutivo, bien vestido, frecuentador de restaurantes de lujo, vecino de un barrio residencial; en España se hacía pasar por un inmigrante sin papeles, dormía en una furgoneta aparcada en la calle Manero Moya, iba vestido pobremente...

Fue detenido a la salida de un locutorio frecuentado por inmigrantes desde el que hacía llamadas y recibía faxes remitidos desde diversos países europeos. Encontraron su agenda de teléfonos escondida entre los ladrillos de una casa abandonada.

El último ejemplo es de esta semana. Quince días después de los atentados de Nueva York y Washington, una acción policial rodeada de un gran despliegue mediático desarticuló en España la célula durmiente del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, movimiento argelino al que George Bush incluye en su lista negra de terroristas ligados a la organización de Bin Laden. La operación, más que evitar un atentado inminente, sirvió para demostrar a los aliados y a la opinión pública que existe un férreo control sobre estos grupos. Uno de los seis detenidos confesaba en su diario el sueño de convertirse en un suicida. No decía cuándo ni dónde.

Existe un inquietante nexo de unión entre los tres ejemplos citados, separados entre sí por un sueño de cinco años. Todos los terroristas, desde el que vaticinó los atentados en París hasta los ahora detenidos en Valencia, Almería, Huelva, Navarra y Murcia, tenían claro que España es un buen país de refugio, a medio camino entre el Islam y Europa; un lugar donde, al menos hasta ahora, seguía vigente un pacto no escrito, un acuerdo similar al que disfrutaron los etarras en Francia hasta mediados de los años ochenta: 'En vuestro país no hacemos nada, así que nos dejáis vivir tranquilos'.

El segundo de Bin Laden

Uno de los motivos por los que España les resulta tan atractiva quedó claro tras la detención de Mohamed Bensakhria. Lo primero que hizo el lugarteniente de Bin Laden fue intentar obtener el permiso de residencia.Tras llegar en tren a Alicante procedente de Franckfort se presentó en el consulado de Argelia y solicitó un pasaporte a su nombre con la excusa de que lo había extraviado. Le respondieron que no era posible una tramitación inmediata y entonces el terrorista reaccionó violentamente, gritó como un loco, alegó que lo necesitaba para obtener su residencia en España. De forma paralela, sus colaboradores, simpatizantes del GIA argelino, le estaban preparando un contrato de trabajo y otros documentos necesarios para obtener el certificado de residencia y poder viajar así, sin impedimentos, a través del espacio europeo de Schengen.

Ahora todo ha cambiado. El santuario se resquebraja. La policía española demostró el miércoles que ya no está dispuesta a velar el sueño de unos terroristas tan peligrosos. Los atentados del 11 de septiembre, y la posterior petición de ayuda cursada por Bush a todo Occidente, también modifica la estrategia policial seguida por España. Ya no es sólo el terrorismo de ETA el que hay que combatir. Las unidades de la policía y de la Guardia Civil especializadas en terrorismo islámico, siempre en la sombra, han cobrado en los últimos días una actividad inusitada.

El pasado miércoles, en un despacho de la policía, un especialista en terrorismo islámico ordenaba sobre su mesa las fichas de numerosos sospechosos. En cartulinas de tamaño folio aparecen detallados el nombre, la fotografía, la dirección y los teléfonos de cada activista. En un organigrama a todo color se ven las banderas de los países con los que cada terrorista mantiene contactos y los teléfonos a los que llama: ' Los contactos de cada uno de ellos con el exterior son una mina informativa para nosotros. Cuando de nuestras investigaciones se desprende que existe algún peligro para un país, se lo comunicamos inmediatamente. Tanto estas detenciones como las que se están produciendo en Europa responden a una táctica de acogotar al enemigo'.

El fin del sueño

Se acabaron los tiempos de vivir tranquilos en la retaguardia. Un alto mando de la Guardia Civil habla del asunto desde el aeropuerto, justo antes de embarcar para una reunión con expertos norteamericanos. Al marcar las diferencias entre un terrorista de ETA -contra el que las fuerzas de seguridad españolas están acostumbradas a luchar- y uno islámico, el agente va dibujando el retrato robot de la nueva amenaza: 'En este tipo de terrorismo no existen los liberados, los terroristas a sueldo de la organización. Por eso hablamos de comandos durmientes. Pueden estar años, toda la vida, a disposición de su líder religioso sin que se les encargue ninguna misión, viviendo en la legalidad, dedicados a sus trabajos, sin delinquir. Pero un día, sin previo aviso, pasan el umbral y se transforman en suicididas. Así, y a diferencia del de ETA, este terrorista no se preocupa de la huida, ni del zulo, ni del piso franco, para él no hay día después; ahí radica su peligro'.

Vienen de todas partes y en las condiciones más diversas. Hay quien llega en situación muy precaria, embarcado en el aluvión de la inmigración, obnubilado por sus creencias. Y también quien pone a disposición del movimiento su pequeño negocio, su trabajo estable, su familia. Unos y otros se suelen reunir en las cercanías de las mezquitas, de ahí que los imanes estén controlados por la policía, unos más y otros menos en función de sus ideas y de sus antecedentes. 'Muchos de ellos -dice el guardia civil- son inmigrantes de segunda y tercera generación. Y ya no se agrupan por países de procedencia, sino por afinidades ideológicas. Es frecuente encontrar células compartidas por tunecinos y marroquíes, libios y sirios. Se benefician de la peculiaridad de cada país. Por eso, de España están aprovechando ahora la gran corriente migratoria y el periodo abierto de regularización de extranjeros. Aquí existe un gran caldo de cultivo. Por un lado, hay mucha gente entre la que captar más adeptos, y también muchos inmigrantes entre los que camuflarse'.

El policía, por su parte, describe la misión de los 200 activistas que residen en España desde hace años: 'Reclutan gente para la organización. En su mayoría son jóvenes marginales, sin arraigo social, en el paro, que se acercan a los grupos integristas de cada país cuando recalan en España. Muchos de los reclutados van a los campos de entrenamiento de Chechenia o Bosnia'. A su vuelta, ya han ascendido varios grados en la escala de la organización y gozan de respeto y predicamento entre los demás jóvenes. Se convierten en una referencia. Su principal cometido es facilitar alojamiento y pasaportes europeos a los miembros activos de la organización que se mueven por el continente. El mercado de pasaportes robados en España -coinciden policía y guardia civil- es uno de los mayores de la Unión Europea. Hay un pequeño comercio de Madrid donde se vende al mejor postor documentación americana, canadiense y europea. Una parte va a parar a los narcotraficantes y otra a los grupos integristas. Hasta ahora, la policía sólo se apostaba frente al establecimiento y controlaba los canjes sin intervenir.

Queda todavía una cuestión inquietante, que ni policía ni Guardia Civil son capaces de responder. ¿Qué hizo Mohamed Atta, el primer piloto suicida de Nueva York, durante los días de julio que pasó en España? ¿A qué vino dos meses antes de morir, cuando ya todo estaría dispuesto? Ahora se sabe que algo se estuvo organizando durante el pasado verano en España: a Mohamed Bensakhria lo detuvieron el 22 de junio, Atta estuvo aquí varias semanas más tarde... Era su segundo viaje a España en el breve plazo de seis meses, en las dos ocasiones llegó desde de Florida, donde aprendió a pilotar.

De su último viaje sólo se sabe a ciencia cierta que alquiló un coche en el aeropuerto de Madrid y condujo hasta Salou (Tarragona). Allí se pierde un rastro que reapareció trágicamente el 11 de septiembre en Nueva York.

Diecisiete peligros durmiendo en España

DIECISIETE ORGANIZACIONES terroristas repartidas por todo el planeta y unidas por el sello del integrismo islámico tienen simpatizantes o activistas dormidos en España, según un reciente informe policial al que ha tenido acceso este periódico. - Grupo Islámico Armado (GIA). Implantado en Argelia, en el oeste y centro del país, persigue instaurar la república islámica. Su capacidad operativa ha disminuido en los últimos tres años. Ha tenido en Europa una amplia infraestructura logística y operativa. En especial en la zona del Levante español. - Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Lucha por los mismos objetivos que el GIA pero lo ha desplazado de todo protagonismo. Los seis detenidos esta semana en España pertenecen a éste movimiento terrorista que ha llevado a cabo sangrientos atentados en Argelia. - En Nahda. En Nahda (Renacimiento), movimiento tunecino, mantiene una doble estrategia. Mientras mantiene un discurso político pacifista continua su actividad subversiva con células terroristas en Sudán, Yemen y Líbano. - El Movimiento de la Juventud Islámica y el Grupo Islámico Combatiente marroquí (GICM). Son los grupos islámicos más radicales y activos en Marruecos. La policía los define como 'potencialmente' terroristas. Han provocado enfrentamientos con estudiantes en las universidades de Fez, Casablanca, Kenitra y Uxda. - Gama´ a Al Islamiya. En una primera etapa Al Yihad capitalizó la actividad terrorista en Egipto, pero en la actualidad éste es el más activo y predominante. Su actividad se desarrollaba en Egipto hasta el atentado contra las torres gemelas en 1993. Se detuvo y condenó a cadena perpetua al jeque Omar Abdel Rhaman, guia espiritual de la organización que gozaba de la condición de refugiado en EEUU. - Hamás y Yihad Islámica Palestina (JIP). El primero ha centrado su actividad terrorista en Israel. Las acciones del JIP se han diversificado en dos frentes: Israel (militares y palestinos colaboracionistas) y en el extranjero (ciudadanos judíos e intereses de países como EE UU y Reino Unido). - Hezbolá. Grupo chiíta-proiraní que persigue una república islámica en el Líbano a semejanza de Irán. Tiene una doble estrategia: terrorista y política. Obtuvo 12 diputados en las elecciones de 2000. Fueron los primeros en recurrir a los atentados suicidas y utiliza diversos nombres para reivindicar sus acciones. A pesar de la retirada israelí del Líbano representa una amenaza. - Yihad Islámico Yemeni. Asentado en Yemen; lo dirige Tarek al Fadli. Presuntamente ha contado con la ayuda de Ben Laden. También han actuado en ese país miembros del Ejército Islámico de Aden Abyan y un grupo denominado Ejército del Grupo Suicida 66, ala Militante Ben Laden, Sección Química y Biológica que, según el informe de la policía española, surgió en 1999, y amenazó con utilizar armas de destrucción masiva contra EE UU y el Reino Unido. - Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU). Principal grupo islámico de ésta ex república soviética. Liderado por Namangani persigue la creación de una nación islámica independiente mediante la unificación de tres regiones de Uzbekistán y dos de Kirghizstán. - Hezbolá turca. Ha desarrollado una intensa actividad terrorista en Turquía. La otra organización viva en éste país es el Frente Islamista de Guerreros del Gran Oriente (IBDA-C). - Al Qaida. Fundamentalistas sunnitas que controlan la mayoría del territorio de Afganistán. Ofrecen refugio a Osama Ben Laden, presunto inductor del reciente atentado contra las torres gemelas. - Hakarat Ul Mujadehin. Llucha por la independencia de Cachemira y su anexión a Pakistán.

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