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Reportaje:PANTALLA INTERNACIONAL

James Caan, 'el padrino' de su barrio

El actor interpreta a un mafioso del Bronx, en 'La otra cara del crimen'

Jesús Ruiz Mantilla

James Caan sigue en la retina del mundo agujereado a balazos. Fue gracias a la escena de su muerte en El padrino, la que reconoce como su mejor película. 'Ésa y algo de porno duro que he rodado en casa', bromea. Ahora, el actor que hizo de primogénito de los Corleone vuelve a meterse en la piel de un mafioso en La otra cara del crimen, que se estrena hoy en España. Esta vez juega con un personaje frío, cerebral, sin escrúpulos, alejado de Sonny, esa bestia a la que le perdían el temperamento y la fanfarronería. El mismo Caan lo diferencia: 'Sólo he interpretado a dos mafiosos en mi carrera. Sonny vivía en Long Island, éste es del Bronx, como yo; Sonny era muy vulnerable, éste es un cabrón corrupto', aseguraba James Caan en un hotel de Cannes, donde se presentó la nueva película.

El actor, pelirrojo y cuadrado, parece que conserva las hombreras que se puso en Rollerball y nada de la inactividad convaleciente a la que se vio sometido en Misery. Le gusta hablar claro de sus miserias pasadas: 'Fui adicto a la cocaína después de hacer El padrino. Me atrapó ese mundo en Hollywood. Era algo muy destructivo'. Eso, en lo personal; en lo profesional, también hace autocrítica de su generación. 'Me gusta trabajar con jóvenes, son muy brillantes. Nosotros, De Niro, Pacino, yo... ¡Mira que éramos arrogantes!'. Lo puede atestiguar por experiencia. 'No quiero que me hagan sentirme viejo, pero sí he trabajado con muchas estrellas, desde Robert Mitchum a Gwyneth Paltrow', afirma, y entre la historia tiene sus preferencias y sus manías. 'Adoro a Gary Cooper; en cambio, Cary Grant me parecía horrible'.También puede fardar de haber trabajado con muchos directores de quitarse el sombrero. 'Pocos directores son un lujo; Francis es uno', afirma. A James Grey, el joven realizador de La otra cara del crimen y Little Odessa, le ve maneras. 'Va por buen camino', afirma.

Lo que pide, ante todo, es que tengan las cosas claras: 'Hay que tener una idea e ir a por ella. Así es este negocio', suelta como un pariente mayor con experiencia. Pero, sobre todas las cosas, respeta a esos maestros que quieren a los intérpretes, a los que les interesan las historias de carne y hueso. 'En las que los actores resaltan y están a gusto, porque son las verdaderas estrellas de las películas, no las de ésos que quieren que se vea una película de... ¿A quién le importa de quién sea? ¡Es una película y basta!'. Y, por tanto, desata sus fobias contra quienes tienen síndrome de autor. 'Como el Antonioni ése. Menuda mierda. Una vez vi una película suya, Zabriskie point. Contrataba a actores mediocres porque es de esos directores que son tan pagados de sí mismos que eligen gente que no distraiga la atención sobre su obra. Apestan. ¡Y lo hacen constantemente! Grandes planos, extravagancias. ¿Dónde están los personajes?'.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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