Juan Pablo II rinde tributo a las víctimas del genocidio armenio
El Papa hace un llamamiento a la unidad de las iglesias cristianas
El memorial de Tzitzernagaberd, dedicado a la memoria del millón y medio de armenios exterminados por los turcos en 1915, fue escenario ayer de uno de los actos centrales de la visita del Papa a este país. Juan Pablo II rindió tributo en él a las víctimas de un genocidio no reconocido por Turquía y que ocupa poco espacio en la memoria colectiva del mundo. 'Profundamente turbados por la terrible violencia infligida al pueblo armenio, nos preguntamos con desconcierto cómo es posible que el mundo pueda seguir viendo aberraciones tan inhumanas', dijo el Pontífice en su oración leída ante la llama ardiente que recuerda a las víctimas de la matanza. Juan Pablo II no mencionó el término genocidio, sino el nombre Metz Yehérn que le dan los propios armenios a esta gran tragedia.
Turquía ha visto con escasa simpatía esta visita del Papa a Armenia, pero tampoco ha gustado en la vecina república de Azerbaiyán, que se considera a su vez víctima de Armenia, a raíz de la guerra por el control de Nagorno Karabaj. Para los armenios, y especialmente para los más de cuatro millones que viven fuera del país, la de ayer fue, en cambio, una ceremonia reparadora. Un acto emocionante que arrancó lágrimas a las pocas decenas de personas que se encontraban presentes en el interior del monumento, formado por un círculo de 12 pilares que simbolizan las 12 provincias que padecieron la matanza, y un obelisco que representa el resurgir de Armenia. El recinto, mucho más cuidado que la mayoría de los monasterios o puntos turísticos del país, se alza sobre una colina desde la que se domina el monte Ararat, símbolo de la antigua Armenia, diez veces más grande que la República actual y hoy día dentro de las fronteras de Turquía.
Primer país cristiano
A la oración del Papa siguió el Ave María de Gounod cantado por Charles Aznavour, francés de origen armenio, y un coro de voces femeninas. Aparte de las autoridades civiles y religiosas, los pocos asistentes a la ceremonia eran armenios de la diáspora que han viajado a Yereván para celebrar en la madre patria el 1.700º aniversario de la cristianización de Armenia, primer país del mundo en adoptar oficialmente el cristianismo.
En la capital armenia se han concentrado estos días miles de canadienses, franceses, estadounidenses o argentinos con un nexo de unión entre ellos: el origen armenio, una cultura transmitida de generación en generación, como en el caso de los judíos, a través de la lengua y de la religión. 'Tomamos el avión poco después del atentado de Nueva York, pero yo no tuve dudas. ¿Cómo no iba a venir a celebrar este aniversario? Fíjese que los armenios somos los cristianos más cristianos del mundo', explicaba ayer María Rosa, una doctora argentina llegada a Yereván con medio centenar de compatriotas. Los restantes armenios, los que nunca salieron de esta pequeña república, han reaccionado con total indiferencia a las celebraciones y a la visita del Papa. Setenta años de comunismo han dejado vacías las iglesias, de la misma forma que en la república de Kazajistán, primera etapa del viaje de Juan Pablo II, han dejado vacías las mezquitas.
El Papa y el catholicos Karekin II celebraron ayer un encuentro ecuménico en la nueva catedral de Yereván, al que asistieron unos pocos miles de personas y en el que se habló nuevamente de unidad entre los cristianos. En su discurso, Juan Pablo II recordó que desde sus orígenes, la Iglesia Apostólica Armenia 'ha sido particularmente sensible a la causa de la unidad de los cristianos'. Citando a uno de sus patriarcas, Nerses Snorhali, el Papa subrayó que es necesario limpiar los recuerdos 'para superar los resentimientos y los prejuicios del pasado, lo mismo que es indispensable el mutuo respeto y el sentido de igualdad entre los interlocutores que representan a las respectivas Iglesias'.
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