_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La razón

He disfrutado la película de Éric Rohmer. Durante un tiempo me emperezaban algunos cineastas franceses que utilizaban un guión sesudo y conseguían una buena película bastante insoportable; pero ahora llevan una racha estupenda. En este caso no deja de haber distanciamiento, frialdad y un diálogo tan preciso como estirado y robotizado en la expresión de los actores, pero se disfrutar mucho con La Inglesa y el Duque.

Quizá uno de los motivos de mi placer se haya debido a un fácil engarce de ideas entre esas raíces de la Ilustración que la cultura francesa conserva y una tertulia radiofónica reciente en la que los participantes proponían volver a utilizar precisamente esa razón -que ha sido admirada, denostada, despreciada y olvidada- como la mejor arma posible en la confrontación entre dos mundos que nos amenaza, como solución para sobrellevar estos momentos de temores apocalípticos. Ahora quisiéramos una nueva Ilustración generosa y tolerante con la diversidad de razas, riquezas y creencias existentes; todos colaborando entre sí, incluso los opuestos. Ahora.

Claro que puedo estar equivocada y todo esto no ser sino un resultado perverso de la misma razón cuyo sueño también sabemos que engendra monstruos; tal como lo cuenta Rohmer según el diario de una Grace Elliot horrorizada: ¿Dónde están esos filósofos que nos hablan de las luces?, ¿es que están ciegos? Monstruos que son como sus pesadillas cuando se sueña a sí misma, dormida mientras le crece un brote atroz; cruel, incontrolable y excluyente.

Puede ser que Luis Rojas Marcos tenga razón y los humanos somos buenas personas, pero entonces tontos también, o por lo menos desilustrados. Estoy pensando que aquí, en Sevilla, en este pequeño mundo nuestro, incluso se ha rumoreado sobre La Giralda como posible objeto terrorista. Sin pretender tomar a broma este temblor de catástrofe que a todos nos recorre y para arrancar una sonrisa, confieso que el primer pensamiento que se me pasó por la cabeza al oír semejante peligro fue de temor, no a la bomba ni a la destrucción de La Giralda, sino a tener que comenzar de nuevo con la historia del Giraldillo. Buenos, listos e ilustrados sería demasiado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_