Vuelven a EE UU las imágenes de guerra
Canciones, amenazas a Bin Laden y lágrimas ofrecen un gran espectáculo para las televisiones
Los equipos de las cadenas televisivas se deleitaban con las imágenes porque la escena era perfecta para el consumo masivo: marineros que abrazaban a sus novias, padres que se despedían entre sollozos y un barco de guerra que se alejaba en el horizonte. Cuando el portaaviones Roosevelt zarpó del puerto de Norfolk (Virginia), las televisiones encontraron por fin secuencias con las que romper la cadena visual que entremezclaba sin parar imágenes de los atentados con el rostro de Bin Laden.
La marcha del Roosevelt proporcionó también los elementos emotivos del 'americanismo' en estado puro. Cuando el barco se alejaba, la megafonía del puerto soltaba a todo volumen la canción New York, New York. Nadie consideraba de mal gusto semejante sugerencia vengativa; al contrario: los familiares de los marineros parecían consolados al recordar el carácter quizá heróico del viaje que emprendía el ser querido. En EE UU, el patriotismo se ofrece como un medicamento contra el dolor.
En realidad, el viaje del Roosevelt al Mediterráneo estaba planificado de antemano, aunque ahora a nadie se le escapa que ese mar está más cerca de Afganistán que de Virginia. En todo caso, los 5.500 marineros y marines que forman la tripulación del portaaviones parecían convencidos de que marchaban directamente al combate: 'Si eres terrorista, prepárate porque el Roosevelt va en camino', decía un exaltado teniente de aviación de 28 años, John Lynch. Con estilo Top Gun, al lado de su F-14, Lynch miraba a la cámara para hablar directamente al terrorista en cuestión: 'Ya puedes ir cavando un agujero más profundo'.
'Destruyamos el terrorismo'
La ceremonia contó con un discurso no menos enfervorizado del secretario de Marina, Gordon England: 'Hemos vuelto a comprobar que la libertad y el estilo de vida americano no están siempre garantizados. Ha llegado el momento de que destruyamos el terrorismo', decía. Alguno no parecía compartir la euforia de la mayoría: 'No se puede decir que me apetezca hacer este viaje. Pero estoy preparado. Y eso es lo único que consuela mi frustración', decía el oficial Kyle Cunnynhame. Y muchas lágrimas. Shelly Mills, de 29 años, acudió con sus dos hijos a despedir a su marido y dijo a la prensa local: 'Dicen que los portaaviones son seguros, pero estrellaron los aviones contra dos rascacielos. ¿Quién dice que no estrellarán aviones contra la cubierta?'.
Las televisiones completaban el día con imágenes de campos de entrenamiento de unidades del ejército. Entre marineros que se despedían y soldados en acuartelamientos entrenándose, los medios de comunicación han encontrado el ardor guerrero que buscaban.
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