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Un nuevo nivel de violencia

Magnus Ranstorp, experto en terrorismo del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad escocesa de Saint Andrews, opina que, con los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington, 'el terrorismo ha entrado en un nuevo nivel de violencia, cuya siguiente fase será la utilización de armas de destrucción masiva', como las químicas y bacteriológicas e incluso las nucleares.

Ranstorp considera, en conversación con este periódico, que lo que caracteriza a la red terrorista tejida por Osama Bin Laden es que 'trasciende el contexto nacional y cuenta con la motivación y capacidad para llevar a cabo atentados a escala internacional de forma totalmente imprevisible'.

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Pese a ello, no descarta que 'Irak esté detrás de los atentados', tanto por capacidad militar y económica del régimen de Sadam Husein como por la necesidad de 'revancha total de los continuados bombardeos del país desde 1998' por las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses.

Ranstorp considera que el terrorismo de raíz religiosa sigue la pauta de reaccionar a 'acontecimientos clave'. Así, el salto al terrorismo suicida de Hezbolá en 1983 respondió a la invasión israelí del sur de Líbano el año anterior, y la escalada de Hamás en Israel, a la firma del acuerdo de principios israelo-palestino de septiembre de 1993.

'No surge del vacío'

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En su opinión, este terrorismo 'no surge en el vacío', sino que responde a la frustración de una sociedad que teme 'el acelerado proceso de disolución de sus lazos sociales y de su cohesión cultural'. Por esta misma razón, añade, 'los terroristas religiosos perciben sus acciones como defensivas'. Sus atentados son de esta manera, a los ojos de estos fanáticos, 'el último recurso para prevenir la extinción de la identidad islámica contra las fuerzas de la secularización y de la modernización'. Este temor se combina 'con un legado histórico de represión política y desigualdad económica' que no hace sino aumentar la 'sensación de fragilidad presente e impredecibilidad futura'.

Además, señala Ranstorp, 'el terrorismo religioso ofrece esperanza a los sufrientes' y otorga a los grupos que lo practican 'una sensación de poder desproporcionado a su tamaño'. Por esta razón, agrega, el terrorismo religioso tiende a veces a ejecutar sus acciones 'no para la audiencia, sino para ellos mismos'.

Para este profesor, este tipo de terrorismo no es un fenómeno nuevo, sino que está enraizado en la evolución histórica de las creencias religiosas, que han ido gradualmente sirviendo para 'definir las causas, los enemigos tanto como los medios, los métodos y los momentos para ejercer la violencia'. Ranstorp considera que para frenar este proceso se debe ir a las causas que lo originan y duda de que Estados Unidos o Europa estén preparados para afrontar este desafío.

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