Fármacos fiables

Las 12 principales revistas médicas del mundo han denunciado las injerencias inaceptables y crecientes de la industria farmacéutica en los ensayos clínicos que deberían evaluar la eficacia y seguridad de sus propios medicamentos. La fiabilidad de esos ensayos, esenciales para la toma de decisiones de los médicos y de los gestores públicos, requiere que los científicos los diseñen, realicen e interpreten de forma rigurosamente independiente y objetiva.

Si la empresa fabricante de un fármaco controla el reclutamiento de los pacientes, la interpretación de los resultados y la fecha de su publicación -una fecha que puede no llegar nunca si los datos son adversos a la compañía-, la principal herramienta científica para decidir el verdadero valor de un medicamento se convierte en poco más que un anuncio o una estrategia de mercadotecnia para la venta de un medicamento o para facilitar que las administraciones públicas y las aseguradoras privadas lo aprueben o lo financien. La cuestión reviste una extraordinaria gravedad y justifica la rebelión de los editores.

Esta acción coordinada es encomiable. Las revistas médicas, por su prestigio, al igual que las científicas, son más que órganos de difusión de informaciones sanitarias: constituyen una pieza fundamental del proceso de evaluación y control de calidad de cualquier investigación. Sus responsables han anunciado un reforzamiento de sus controles y el compromiso de negarse a publicar los trabajos en los que la intervención de la empresa patrocinadora comprometa la independencia intelectual del investigador que lo firma. Los científicos que quieran publicar en ellas -y que necesitan hacerlo para enriquecer su currículo- estarán obligados a revelar al editor cuáles son sus lazos y compromisos contractuales con la compañía farmacéutica, y en muchos casos deberán firmar una declaración en la que garanticen que las conclusiones del ensayo y la forma en que se envían a estas revistas para su publicación son una decisión estrictamente personal.

La industria farmacéutica cumple una función esencial en el avance de la medicina y asume unos riesgos financieros de gran magnitud cada vez que desarrolla un nuevo fármaco. Pero su imperiosa necesidad de rentabilizar esas inversiones no debe contaminar en ningún caso el rigor intelectual de los científicos que evalúan esos nuevos medicamentos.