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Reportaje:

La marcha de los 50.000 'technoadictos'

Gran éxito de público en la B-Parade, el primer desfile con música electrónica que se celebra en Barcelona

Barcelona amaneció ayer con una monumental resaca. Podría haber sido aún mayor si la organización de la B-Parade, el primer desfile techno que se celebra en la ciudad, hubiera contado con más tiempo para su preparación. Pero lo cierto es que, a pesar de la improvisación forzada por un proceso que tomó durante el verano tintes de culebrón, el público barcelonés respondió en masa a la convocatoria. Más de 50.000 personas, según la Guardia Urbana, tomaron durante la tarde y noche del sábado los alrededores de las fuentes de Montjuïc en una grandísima juerga electrónica.

Encaramados en lo alto de un camión preparado para el carnaval de Río de Janeiro que sirvió de cabina de los disc-jockeys que pincharon en la rave urbana con que culminó el jolgorio, los organizadores proclamaron a gritos: '¡Esto ha sido un éxito gracias a vosotros! ¡Hasta el año que viene!'. Era al filo de la medianoche, y la multitud congregada a lo largo y ancho de la avenida de la Reina Maria Cristina respondió al envite con un sonoro aplauso. Detrás del camión, la Font Màgica chorreaba aguas de colores y los focos de luz del Palau Nacional cubrían el cielo en una de las imágenes más características de la ciudad. Entre el público, una euforia propia de las mejores ocasiones que vaticinaba una larga noche en los clubes barceloneses. Ésa era la consigna.

Todo había empezado unas horas antes, a las 17.30, y con una hora y media de retraso, cuando un combo de bailarinas mulatas abrió el cortejo de 16 carrozas a ritmo de salsa y percusión. Pero la música que predominó fue el house y el techno que surgía de los platos instalados en las carrozas. Esteve Batlle, de Wocom Events, una de las empresas convocantes junto a Speed Factory y Night Sun Group (propietaria de clubes como Discothèque, La Terrrazza y Hype), decía a esa hora que se conformaba con que asistieran 30.000 personas. Pero la afluencia de un público diverso y entusiasta, con muchas ganas de diversión, superó ampliamente la cifra.

Ahora bien, a diferencia de la Love Parade de Berlín, a cuya imagen y semejanza se celebró la B-Parade, los barceloneses, lástima, no se acabaron de decidir a disfrazarse y, además, se hicieron los remolones a la hora de llegar a la cita. Es el horario mediterráneo, que hizo que el frenesí electrónico no se desatara totalmente hasta después de la puesta del sol.

Hasta ese momento, lo más chocante fueron los esfuerzos de las y los gogós de las carrozas, que, con vestuario sexy, intentaban subir la temperatura ambiente. Unos enfundados en descocados y brillantes vestidos a lo Luis XVI, otros disfrazados de cupidos nada inocentes, algunos con taparrabos y microbiquinis de estampado vacuno y unos más con falda escocesa y sombrero de cowboy en homenaje a Madonna, la mayor estrella del firmamento pop... En los primeros momentos, la cosa consistió en un juego de seducción entre gogós y público, que iba llenando lentamente un recinto en cuyo ambiente se respiraban serpentinas, confeti y alguna que otra humareda narcótica. A las nueve de la noche se leyó un manifiesto en solidaridad con las víctimas de los atentados del pasado 11 de septiembre en Estados Unidos -todas las carrozas lucían un lazo blanco por el mismo motivo- y se dio paso a una fiesta marcada por las subidas y bajadas de tempo propias del techno.

Una pantalla gigante mostraba imágenes sincopadas; las barras, atestadas, ofrecían hacia las once de la noche cervezas y jarabes energéticos calientes -la capacidad de las neveras no daba para más-; el público seguía como cegado las progresiones de los pinchadiscos -Xpansul, de Madrid; David Gausa, de Barcelona-, y más de uno aprovechaba la permisividad para remojarse en las fuentes que jalonan la avenida...

Fue, pese a las previsiones en contra debidas al tira y afloja entre las empresas que aspiraban a celebrar el evento y pese a las reticencias de algunos de los mayores clubes de la ciudad, una gran fiesta. Un tipo de juerga inédito hasta el 15 de septiembre de 2001 en Barcelona y que con seguridad se repetirá en el futuro. Los organizadores ya hablan de ampliar el recorrido hasta el Estadio de Montjuïc.

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