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TEMOR EN LOS INVERSORES

Los mercados esperan con angustia la reapertura hoy de la Bolsa de Wall Street

Seguros y compañías aéreas, los más débiles

Nunca en la historia se había esperado con tanta angustia la apertura de una Bolsa como la que rodea hoy la puesta en marcha de la de Nueva York. A las 9.30 (15.30, hora peninsular española), policías y bomberos de Nueva York (los héroes de las Torres Gemelas), acompañados por el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, tocarán en Wall Street la campana que abre la sesión y millones de personas contendrán la respiración: primero hay que esperar a que todo funcione, y segundo, saber cuál es la reacción de los mercados ante una de las peores crisis que se recuerdan. Conseguir que 100.000 personas vuelvan a su trabajo, que miles de teléfonos suenen, los ordenadores se enciendan e incluso que haya café caliente será una proeza y el símbolo de que EE UU vuelve a la normalidad.

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Los más optimistas creen que el ataque al World Trade Center actuará como una catarsis y ayudará a la recuperación de la economía norteamericana, pero la mayoría, más realista, opina que resulta inevitable que se reflejen inmediatamente los daños sufridos por algunos sectores que ya están seriamente afectados (aseguradoras, compañías aéreas, turismo, publicidad).

La Bolsa ha estado cerrada cuatro días (la interrupción más larga desde la I Guerra Mundial) y nadie está completamente seguro de que todo vaya a salir bien. Las últimas pruebas de los sistemas de comunicación se realizaron ayer, domingo, y el responsable del Nasdaq, que no es un sistema con sede física, sino una red nacional de brokers (intermediarios) conectada electrónicamente, anunció que había soportado un tráfico equivalente al 98% de un día normal sin problemas.

Por primera vez, un mundo tan competitivo como el financiero ha decidido prestarse apoyo y hacer frente conjuntamente a algunos problemas técnicos. Por ejemplo, la Bolsa de América (una institución más pequeña que la Bolsa de Nueva York y mucho más afectada que ésta) podrá utilizar algunas instalaciones de su hermana mayor.

Internet ha demostrado también ser extraordinariamente útil en crisis de este tipo. Muchas de las empresas han conseguido ponerse en contacto con sus clientes de una forma masiva dificílmente concebible sin la existencia del correo electrónico, y se han abierto dos páginas web para que todo el mundo pueda conocer los nuevos números de teléfono y direcciones tanto de compañías como de los propios brokers (www.nasd.com y www.nasdr.com).

La Bolsa de Nueva York no ha alterado sus normas de funcionamiento, aunque ha relajado algunas para, por ejemplo, permitir con más facilidad que algunas grandes empresas compren sus propias acciones. Cisco Systems (tecnología), American International Group (seguros) y Arch Coal (minera) han anunciado que recurrirán a este sistema si sus acciones caen en picado.

Las miradas se van a centrar en la reacción de los grandes inversores institucionales y en la marcha de empresas relacionadas con los sectores más afectados por el atentado y por la crisis internacional subsiguiente. Lo importante es que el mercado se sostenga y no haya que cerrar la Bolsa de nuevo por ningún motivo, técnico, de seguridad o económico. Hasta casi el pasado viernes, algunas de las grandes firmas que operan en Wall Street mantuvieron sus temores a que se produjera una apertura precipitada. Finalmente, ante las primeras pruebas de los sistemas de comunicaciones y eléctricos realizadas en sábado, y sobre todo ante las intensas presiones del presidente de la Bolsa, Richard Grasso, y de las autoridades del país, empeñadas en identifcar la apertura de los mercados con la vuelta a la normalidad, aceptaron la decisión.

Si todo funciona bien desde el punto de vista técnico, es posible que este primer día de apertura termine siendo bastante raro desde el punto de vista de las cotizaciones y no refleje, de momento, la reacción auténtica de los mercados. Algunos analistas señalan que nadie es capaz de predecir el efecto de los continuos llamamientos de instituciones, empresas y personalidades de todo tipo exhortando a los ciudadanos norteamericanos a que eviten, por patriotismo, un desplome de los mercados. Es dificil, sin embargo, que movimientos de este tipo se mantengan a lo largo del tiempo. Las compañías aéreas, según datos recogidos en el Chicago Tribune, han perdido ya 10.000 millones de dólares, y se supone que tendrán que hacer frente a más gastos en seguridad en los próximos meses. Las predicciones son tan pesimistas que algunas compañías están intentado agruparse para solicitar algún tipo de ayuda fiscal al Gobierno federal.

Otro sector que espera grandes pérdidas es el de los seguros, aunque quizá se están quejando demasiado pronto porque, al mismo tiempo, en épocas de incertidumbre, aumenta la demanda de seguros de todo tipo y se acepta pagar mayores primas. En cualquier caso, el atentado de las Torres Gemelas puede costarles, según varias fuentes, entre 10.000 y 15.000 millones de dólares, una cifra enorme pero inferior a la que provocó, por ejemplo, el huracán Andrew hace pocos años.

Para muchos expertos, el sector más dañado puede ser el turismo, no sólo por los daños que ya ha sufrido, sino porque la situación política sigue siendo muy inestable, y parece que continuará así bastante tiempo, a la espera de la reacción militar norteamericana y aliada, así como sus secuelas.

Miembros de la Guardia Nacional patrullando el sábado junto a la Bolsa de Nueva York.
Miembros de la Guardia Nacional patrullando el sábado junto a la Bolsa de Nueva York.ASSOCIATED PRESS

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