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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una lucha tenaz

George Bush apuntó ayer a Osama Bin Laden como 'sospechoso principal' de haber organizado los terribles atentados del 11 de septiembre. Con una coalición sin precedentes apoyándole, solidariamente en la mayoría de los casos, o por temor a represalias en otros, EE UU se prepara para entrar en una larga lucha que Bush prometió ayer que será 'arrolladora, continuada y eficaz'. A la estupefacción global al ver derrumbarse las Torres Gemelas de Nueva York tras el impacto de dos de los aviones secuestrados sigue ahora una incertidumbre que Bush debe disipar.

- CONTRA OCCIDENTE. Si se confirman las sospechas, EE UU ha sido el blanco por ser la mayor potencia del mundo, el país de referencia de Occidente y su modo de vida y el aliado por excelencia de Israel. Los terroristas han querido poner de relieve no sólo la vulnerabilidad del gigante, sino la del conjunto de Occidente, de sus democracias y de su sistema de vida a través de un impacto mediático sin precedentes.

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- SOLIDARIDAD EUROPEA. Europa ha hecho gala de una total solidaridad con EE UU, tanto a través de la UE como de la OTAN, que ha activado sus mecanismos de defensa colectiva ante esta agresión contra uno de sus miembros. Pero Europa ha aparecido política y militarmente diminuta frente a la escala de la respuesta que exigen las circunstancias por parte de EE UU. A España le corresponde asumir la presidencia comunitaria en enero, en unos momentos previsiblemente muy difíciles. Cabe albergar la esperanza de que la ola de indignación suscitada por el terrorismo sin rostro también anegue al que aquí sí tiene siglas: el de ETA.

- GUERRA NO CONVENCIONAL. Estados Unidos ha definido el ataque como un 'acto de guerra'. Sea o no una guerra en sentido tradicional del término, estamos ante un tipo de agresión no convencional que no se puede calificar ya de baja intensidad como se solía definir hasta ahora al terrorismo y a la guerrilla. La respuesta no puede ser tampoco ni convencional ni de baja intensidad. Buscar y castigar a los responsables y a los Estados, organizaciones y personas que los han apoyado es una tarea de larga duración que requerirá una amplia cooperación internacional no sólo en el terreno militar, sino también de los servicios de información, en una lucha compleja, pegada al terreno y sin plazos ni culminación. Si de Bin Laden se trata, sus redes y células se extienden por una treintena de países. En España sabemos que la lucha antiterrorista requiere tenacidad. Algunos indicios apuntan a que al menos parte de los autores de estos atentados llevaban tiempo viviendo en EE UU, y otros pueden seguir allí con la posibilidad todavía de causar daño. El enemigo estaba dentro, lo que no supieron descubrir los servicios de espionaje de EE UU.

- FIN DEL AISLACIONISMO. El choque ha despertado a EE UU a la realidad de que necesita actuar con una gran coalición internacional. Puede suponer el fin del unilateralismo y de las veleidades de un imposible aislacionismo. Pero no conviene precipitar la conclusión de que EE UU ha encontrado en la lucha contra el terrorismo el sucedáneo del enfrentamiento bipolar contra la Unión Soviética de la guerra fría. Más que un terrorismo hay terrorismos, enemigos múltiples y difusos que, tras una derrota, pueden resurgir bajo otras formas en otras partes. La lucha requiere éxitos rápidos, pero sobre todo una acción permanente. Todo ello conducirá a un cambio en la política exterior y de seguridad de EE UU, aunque la superpotencia no olvidará atender otras preocupaciones más clásicas.

- EVITAR UN CHOQUE DE CULTURAS. Incluso si el salvaje ataque proviene de una organización islámica de carácter fundamentalista, no estamos ante un choque de culturas. Pero no se puede excluir que una respuesta mal conducida puede abocar a una nueva división del mundo entre dos antagonismos de contenido religioso incompatibles. En sus declaraciones, Bush ha hecho constantes llamamientos a la tolerancia. Demonizar a los musulmanes en su conjunto -son unos mil millones en el mundo; en EE UU, 7 millones, y en la UE, 11 millones- sería un colosal error, y evitarlo corresponde a todos los gobernantes. Con una creciente y necesaria inmigración, lo ocurrido puede alimentar una xenofobia ya demasiado presente entre nosotros. Las comunidades musulmanas en los países occidentales sienten miedo.

La diplomacia estadounidense se está esforzando en aunar al mayor número de países en esta lucha, desde India y Pakistán hasta todos los posibles del mundo árabe. Es un imperativo evitar que la gran coalición contra el terrorismo sea percibida como un ataque del Norte contra el Sur, lo que generaría una ola de odio contra EE UU y el conjunto de Occidente. Bin Laden se ha convertido en un punto de referencia para muchos musulmanes. Hay organizaciones cuya reacción, para la que hay que precaverse, puede ser violenta. Pero EE UU y Europa deben diferenciar los regímenes y organizaciones musulmanes moderados, llámense o no fundamentalistas, de los que impulsan a la violencia.

- REPESCAR ORIENTE PRÓXIMO. El atentado ha demostrado que EE UU no puede quedar al margen de los conflictos con alcance global, y el de Oriente Próximo es uno de los centrales. El trato a que durante décadas se han visto sometidos los palestinos y la última política israelí deben ser corregidos. No es fácil cuando EE UU está más necesitado que nunca de la información en la región de los servicios de espionaje israelíes y cuando Israel se siente ahora reivindicado en sus contragolpes tras cada ataque suicida. A pesar de ello, es imprescindible que la Administración de Bush obligue a israelíes y palestinos a sentarse a negociar el fin de su violencia, lo que exige ante todo presión sobre Sharon. De otro modo, Bush tendrá graves dificultades para montar y cohesionar su gran coalición internacional.

- DESCONFIANZA ECONÓMICA. El comportamiento de las bolsas esta semana ha manifestado una enorme falta de confianza en el futuro, y la reapertura mañana de las cotizaciones de Wall Street indicará la tendencia. La crisis estratégica se produce cuando ya la economía mundial se estaba frenando. Según la Comisión Europea, como consecuencia de estos acontecimientos, la UE verá su crecimiento reducido a un 2%. Estados Unidos debe calibrar su respuesta a los atentados de modo que no genere mayor desconfianza económica.

- LIBERTAD CON SEGURIDAD. La vida cotidiana va a resultar más incómoda para mucha gente. Se van a reforzar las medidas de seguridad de un modo general, y los pasajeros en viajes aéreos serán sometidos a más estrechos controles. Ahora bien, tales medidas no deben reducir nuestras libertades cívicas. Infringir el derecho a la intimidad y el secreto de las comunicaciones, por ejemplo, socavaría la fortaleza de nuestras democracias liberales.

- IR A LAS CAUSAS DE LAS CAUSAS. Lo ocurrido obliga aún más a reconocer lo fundado de algunas críticas a la actual globalización. La respuesta no puede ser sólo policial o militar, sino que debe dirigirse a corregir las causas de las causas. Este mundo no puede seguir acumulando las injusticias y que sigan creciendo las diferencias, ya abismales, entre los ricos y los pobres. Ése es el caldo de cultivo para una violencia global. Atajarla exige también una respuesta global para generar esperanzas a los que no las tienen. Un mundo en el que 2.800 millones de personas malviven con menos de dos dólares al día, nunca podrá ser un mundo seguro.

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