Mal humor
Lunes. Me levanto de mal humor, indignado y harto de soportar las consecuencias de la pésima gestión municipal en sus distintas áreas. Las noches de los jueves, viernes y sábados: el ruido de 'la movida', borrachos escandalosos, vomitonas, meadas y terrazas que se pasan las ordenanzas por el arco del triunfo cerrando a las cinco de la mañana. Algunos sábados y domingos, el servicio de limpiezas de la ciudad más sucia del mundo, nos ameniza a partir de las 7.30 con el horrendo concierto de sus 'sopladoras' acompañadas al bajo por las barredoras.
Pero lo de la noche del domingo 9 de septiembre no tiene parangón. A la 1.45 me despierta un ruido ensordecedor que dispara mis pulsaciones por encima de los niveles tolerables por un hipertenso, que es en lo que me ha convertido esta ciudad -ahora entiendo lo de 'De Madrid al cielo'-. No se sabe por qué, a unos escasos metros de mi ventana, hace tres días que están abandonados en plena acera, por alguna oficina, numerosos muebles. Pues bien, los energúmenos del servicio de limpiezas del Ayuntamiento no tienen mejor idea que destrozar los citados enseres a golpe de pala. Sí, sí... ¡a palazos! A la 1.45 de la madrugada.
2.05. Cuando recupero el resuello, llamo al 092. Sorprendentemente..., todos nuestros agentes no están ocupados... Una voz me responde al referir el caso: 'En el número 32 de la calle de Orense...'. Algún vecino ha tenido menos paciencia que yo. Me tranquilizan diciendo que envían un coche patrulla para poner orden.
2.25. El escándalo continúa y, por supuesto, el coche patrulla no ha aparecido. Nueva llamada al 092, que responde: 'Reconfirmo la llamada'. (?)
2.40. Por fin los cafres han concluido su misión y los dos camiones se marchan con los muebles destrozados, igual que nuestros nervios. Trato de dormir, pero me resulta imposible. La conciencia me remuerde pensando en los pobres policías municipales. ¿Qué será de ellos si aparecen y las malas bestias ya no están?
Un cero patatero para Luis Asúa, concejal del distrito de Tetuán. Otro mayor para el alcalde Manzano y, a esperar al 2012, en el que, si Dios no lo remedia, obtendremos medallas de oro a la ciudad más guarra y más ruidosa de los Juegos Olímpicos.
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