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Reportaje:

'¿Aquí dan una librita de maíz?'

Un centro fundado por una católica belga intenta combatir el hambre y la desnutrición de los niños en Guatemala

Delicadamente, la enfermera extiende crema sobre las llagas de la niña ingresada ayer con desnutrición severa en el hospital privado Bethania, en el oriente guatemalteco. La niña llora sordamente muy cerca del pasillo donde Jaimito, erguido y curado, se ríe mientras le ponen los pantalones. 'Cuando un niño ríe, lo peor ha pasado', comenta el doctor Carlos Arriola, director del centro fundado hace 42 años por una católica belga alarmada por el avance de la desnutrición y el desinterés del Estado.

'¿Aquí dan una librita de maíz?'. Campesinos y jornaleros arruinados por la recurrente sequía y la caída de los precios del café en América Central piden comida, casi al lado del lugar donde un grupo de madres aguarda noticias médicas. No hay alimentación suficiente al haberse perdido hasta el 75% de las cosechas y los empleos. El jornal se acabó pagando a la mísera cantidad de 10 quetzales el día (200 pesetas), cuando la miseria normal es de 26 quetzales (550 pesetas). Y sin solución de continuidad, al hambre, a una dieta casi exclusivamente de maíz, la desnutrición, y al Bethania.

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Los problemas de Jocotán, de sus 32 aldeas y de Guatemala en su conjunto son estructurales, y de extrema pobreza. Este año, factores agravantes detonaron una lacra antigua, año tras año. 'El centro tiene 42 años y lo que hemos visto en este tiempo son niños desnutridos. Pero lo que ha habido es un aumento constante', agrega Arriola, 11 años de director. En el año 1996 se atendieron 280 niños; en el año 1998, 350; en 2000, 471 casos, y este año los niños atendidos en la pequeña institución, con una capacidad para 40, serán más de 500. Este año, murieron cinco. El Estado tiene un programa de prevención en el área, habitada por 40.000 personas y un centro de consultas en cada municipio, y hace pocos días abrió una sala de ingresos con 20 camas. No obstante, el hospital de la Iglesia católica, muy justo de fondos, es el de referencia en este municipio.

Parte de los niños pertenece a la etnia chorti, con unos 10.000 miembros en esta área. Sacar de casa a la prole es difícil, aunque se esté muriendo de hambre. Algunos de los patrones culturales son terribles: 'Si el hombre sale a trabajar, la mujer no tiene permiso para movilizar a ningún niño. Prefiere que se muera antes que desobedecer al dinero', explica el doctor Arriola. 'Si lo ha ingresado, puede ocurrir que el marido, a la vuelta a casa, le dé una paliza. Algunas mujeres se arriesgan y los traen'. Las charlas impartidas, los valores inculcados, apenas si han modificado ese comportamiento.

Los niños ingresan con marasmo, secos como viejos, piel y huesos, chupados por la ausencia de calorías, o hinchados por los líquidos creados por el organismo para equilibrar en la sangre la ausencia de proteínas. 'Los dos casos son igual de complicados. Pero, en el caso de los niños hinchados, a veces tenemos un mejor pronóstico porque, al darles de comer, al darles carnita, huevo, leche, a la semana empiezan a deshincharse; mientras que el marasmático tiene que llenarse de carne. Yo creo que es más duro'. Todos pertenecen a familias numerosas de ocho o diez hijos. 'Murió, pues, murió: es para la tierra, dicen. Y ven el número de hijos como mano de obra para seguir cultivando'.

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Todas estas calamidades, según el arzobispo de Guatemala, monseñor Roberto Quezada, son evitables con Gobiernos competentes. No entiende que los ministerios de Agricultura y Salud digan que no tienen presupuesto. 'En el presupuesto de cada año tiene que preverse esta situación de desastre. Es inconcebible que se diga ahora que los ministerios no tienen los medios para emergencias de esa índole cuando la crisis en las regiones de Chiquimulas es inveterada'. La intención de los donantes no le preocupa: 'Con tal de que las ayudas lleguen a la gente, qué importan las segundas intenciones'.

Unos niños desgranan maíz en su casa de Tesoro Abajo, 200 kilómetros al oeste de Guatemala ciudad.
Unos niños desgranan maíz en su casa de Tesoro Abajo, 200 kilómetros al oeste de Guatemala ciudad.REUTERS

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