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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Destrucción del patrimonio artístico

El cine Barceló, situado en la confluencia de la calle del mismo nombre con la de Larra -nada que ver con el famoso literato, sino con uno de los marinos que dan nombre a un entramado de vías de la zona-, es una de las grandes obras del racionalismo madrileño.

Construido por Luis Gutiérrez Soto a principios de los años treinta, aparece en los libros de arquitectura como modelo de cine de esquina.

La entrada por el chaflán, la distribución simétrica de las puertas y los pasillos que dan al patio de butacas y al anfiteatro y, en la terraza, un bello cine de verano.

El otro gran ejemplo es el cine Salamanca, también construido por Gutiérrez Soto, en la esquina de las calles del Conde de Peñalver con la de Hermosilla, pero tiene menos interés por ser copia del primero.

Ninguno de los dos existe en la actualidad. Hace años, el cine Salamanca se convirtió en unos grandes almacenes, y a finales de la década de los setenta el cine Barceló pasó a ser, después de una breve etapa como teatro, la discoteca Pachá.

Desde entonces, ha sido una pesadilla para los vecinos, que no tienen más remedio que soportar con estoicismo la parafernalia ruidosa y festivalera que arrastra, y para los quinceañeros que se emborrachan las tardes de los viernes y pintan con sus vomitonas y orines las calles del barrio de ilustres navegantes.

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En su momento, el interior del edificio se desmanteló como cine para convertirse en discoteca y se perdió, entre otras muchas cosas, un estupendo bajorrelieve déco que había sobre la pantalla.

Este verano, con la excusa de revocar la fachada, lo que buena falta le hacía, han comenzado unas obras en la terraza para cambiar un sonoro aire acondicionado y que esparcía el humo del tabaco de los clientes de la discoteca sobre los sufridos vecinos, por otro más moderno y que resulta difícil imaginar más molesto.

Como primera medida, y con la impunidad que da la estación estival y no ver divisados desde la calle, ha comenzado la demolición del cine de verano.

De momento sólo han destruido la embocadura de la pantalla, pero nadie sabe hasta dónde pueden llegar.

¿Cómo es posible la sistemática destrucción del patrimonio artístico?

¿Por qué un edificio protegido puede ser alterado con la mayor impunidad por sus propietarios, sin que nadie se inmute, para su propio beneficio y en contra del resto del mundo?

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