La multimillonaria Valdemingómez

Muchas han sido las críticas, propuestas y hasta concentraciones que, desde que se creó la famosa y polémica incineradora, han surgido en la zona sureste de nuestra capital. Me pregunto si existe algún concejal que habite en esta parte de la ciudad. Intuyo que no. Desde luego, si esto fuera así, quién podría negar que en Valdemingómez se producen malos olores.

Es curioso que, generalmente, son las zonas más deprimidas las que siempre soportan los desechos sociales. No conozco ninguna incineradora o focos de droga en otros barrios de la ciudad enriquecidos a fuerza, supongo, de no imponerles miseria. Miseria que, por otra parte, los ciudadanos de a pie, los que también contribuimos con nuestros impuestos, no deseamos tener en la puerta de casa.

En la noticia publicada en su periódico el día 24 de agosto se decía que la incineradora se ha convertido en la cloaca de la ciudad, que la fetidez es insoportable. No sólo es eso. Es también la agresión a nuestra dignidad como ciudadano (recuerda la Edad Media, cuando se tiraba el contenido del orinal por la ventana).

Parece increíble: 53.000 millones de pesetas en una instalación de filtros, cubrimiento de las plantas de compostaje, estudio de contaminación y olfatométrico (medidas que, si se han dado, no han tenido ninguna utilidad); y ahora, quieren volver a gastarse nuestro dinero en otro estudio epidemiológico.

¿Alguien se ha preocupado de preguntar a los vecinos cómo se vive con el insoportable hedor que desprende? ¿O si su salud se ha visto resentida por las dioxinas que hacen el aire irrespirable?