_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los nuevos emprendedores

Durante los últimos meses, al calor fulgurante de las nuevas tecnologías e Internet, ha surgido una nueva generación de emprendedores que intentan poner en marcha proyectos y empresas innovadoras, tanto tradicionales como virtuales, con el convencimiento firme de que bajo el manto de la nueva economía puede hallarse un nicho importante de oportunidades sin explotar.

Desde un punto de vista económico clásico, una persona emprendedora es una persona que organiza, controla y asume los riesgos de crear un negocio o una empresa con la motivación principal de crear riqueza. En general, el emprendedor debe poseer, además de una formación y una experiencia acorde con el proyecto que va a llevar a cabo, una serie de valores imprescindibles para mantener el timón de cualquier empresa. Así, la perseverancia, la resistencia al fracaso, la iniciativa, la amplitud de miras, la confianza, la humildad para escuchar consejos y la visión a largo plazo, son características sin las que es muy difícil triunfar en el mundo económico. Si, a grandes rasgos, este es el esquema general que ha definido a los emprendedores en los tiempos de la economía tradicional, los nuevos emprendedores, los que han surgido de la instantaneidad de la Red y de las oportunidades generadas por la nueva economía, poseen algunas particularidades radicalmente diferenciadas.

'La nueva economía permite más oportunidades, pero también propicia más fracasos'

Fundamentalmente, y si el espíritu emprendedor clásico anclaba buena parte de sus expectativas de éxito en experiencias similares anteriormente existentes, los nuevos emprendedores poseen la ventaja -que también es una dificultad- de plantear sus proyectos en un territorio casi virgen, en una nueva frontera, en la que muchas ideas, diseños, realizaciones y creaciones están aún por probar. En este sentido, los netemprendedores -los nuevos empresarios virtuales o los responsables de las nuevas empresas asociadas al mundo de las tecnologías más recientes, las telecomunicaciones o los novísimos sistemas de información- poseen un carácter específico de pioneros que, si bien permite un marco más amplio de oportunidades, también propicia mayores niveles de fracaso.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que, hasta hace solamente unos años, cualquier persona que conociera bien un determinado sector económico, que supiera diseñar con acierto un nuevo producto o un nuevo servicio y poseyera las características típicas de cualquier empresario, contaba ya con una buena base para el éxito. Por el contrario, los emprendedores puntocom, además de tener que demostrar las mismas destrezas que sus antecesores, han de poseer un dominio profundo, al menos desde un punto de vista teórico, de los nuevos recursos tecnológicos que, en muchos casos, se encuentran en sus etapas iniciales de desarrollo, pero que, esencialmente, son los que están generando las nuevas oportunidades de negocio.

Actualmente, y con todo lo que hemos visto durante los dos últimos años en el mundo de la nueva economía, es posible afirmar que gran parte de los fracasos que se han producido en Internet se ha debido al fuerte desequilibrio que se ha producido entre las capacidades tecnológicas y los conocimientos empresariales de los nuevos emprendedores. En algunas ocasiones, quien tenía un buen proyecto empresarial, estudiado, planificado, con un buen producto y una idea clara de aproximación al cliente, fallaba en el desarrollo tecnológico del mismo. A su vez, en la mayor parte de los casos, cuando el nuevo emprendedor disponía de un conocimiento tecnológico brillante y un sistema perfecto para trabajar en el ámbito de la Red, erraba en los planteamientos empresariales, comerciales o de gestión global de la nueva compañía.

Ante esta situación, la formación empresarial aparece hoy como una cuestión crucial a la hora de reforzar y asegurar las iniciativas de los nuevos emprendedores tecnológicos que, además, cada vez son más jóvenes y más acostumbradas a los tiempos brevísimos y fugaces que caracterizan a la Red. Esta instantaneidad e impulsividad características de las nuevas tecnologías de la información, donde todo parece poder ser realizado al momento y con la velocidad de un certero golpe de luz, obliga también a que los nuevos emprendedores deban aprender a reflexionar, pausadamente, sobre sus iniciativas de negocio. Por ello resulta imprescindible que los nuevos empresarios que piensan que simplemente por estar en la Red el negocio se construye solo interioricen que los recientes nichos de empleo y los innovadores yacimientos de negocio han de ser explotados con las mismas exigencias que se aplican, desde hace varias décadas, a los nuevos proyectos industriales o de servicios que se desarrollan en el mundo real.

En esta tarea de insistir en que siempre es necesario contar con una buena idea, disponer de un buen proyecto para poner ésta en práctica, desarrollar estudios de mercado, conocer a los clientes potenciales a quienes nos vamos a dirigir y apostar por la excelencia y la calidad en los servicios o productos desarrollados, las instituciones económicas deben desempeñar un papel fundamental como actores fundamentales capaces de orientar, asesorar, informar e, incluso, desanimar, en ocasiones, a los nuevos emprendedores.

Por otro lado, la sociedad debe ser también consciente de que la ventanilla única para la creación de nuevas empresas es algo más que una opción; es una obligación para con los nuevos emprendedores que, acostumbrados a vivir, pensar y trabajar al ritmo abrumador de los destellos digitales, no pueden esperar una media de tres meses para poner en marcha un nuevo proyecto empresarial porque, a la velocidad que actualmente se producen los cambios tecnológicos, puede quedar técnicamente obsoleto en un tiempo no superior a los dos años. Definitivamente, el modelo emprendedor ha cambiado y, por ello, la sociedad debe cambiar con él si desea seguir incrementando, como hasta ahora, sus niveles de competitividad y productividad.Durante los últimos meses, al calor fulgurante de las nuevas tecnologías e Internet, ha surgido una nueva generación de emprendedores que intentan poner en marcha proyectos y empresas innovadoras, tanto tradicionales como virtuales, con el convencimiento firme de que bajo el manto de la nueva economía puede hallarse un nicho importante de oportunidades sin explotar.

Desde un punto de vista económico clásico, una persona emprendedora es una persona que organiza, controla y asume los riesgos de crear un negocio o una empresa con la motivación principal de crear riqueza. En general, el emprendedor debe poseer, además de una formación y una experiencia acorde con el proyecto que va a llevar a cabo, una serie de valores imprescindibles para mantener el timón de cualquier empresa. Así, la perseverancia, la resistencia al fracaso, la iniciativa, la amplitud de miras, la confianza, la humildad para escuchar consejos y la visión a largo plazo, son características sin las que es muy difícil triunfar en el mundo económico. Si, a grandes rasgos, este es el esquema general que ha definido a los emprendedores en los tiempos de la economía tradicional, los nuevos emprendedores, los que han surgido de la instantaneidad de la Red y de las oportunidades generadas por la nueva economía, poseen algunas particularidades radicalmente diferenciadas.

Fundamentalmente, y si el espíritu emprendedor clásico anclaba buena parte de sus expectativas de éxito en experiencias similares anteriormente existentes, los nuevos emprendedores poseen la ventaja -que también es una dificultad- de plantear sus proyectos en un territorio casi virgen, en una nueva frontera, en la que muchas ideas, diseños, realizaciones y creaciones están aún por probar. En este sentido, los netemprendedores -los nuevos empresarios virtuales o los responsables de las nuevas empresas asociadas al mundo de las tecnologías más recientes, las telecomunicaciones o los novísimos sistemas de información- poseen un carácter específico de pioneros que, si bien permite un marco más amplio de oportunidades, también propicia mayores niveles de fracaso.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que, hasta hace solamente unos años, cualquier persona que conociera bien un determinado sector económico, que supiera diseñar con acierto un nuevo producto o un nuevo servicio y poseyera las características típicas de cualquier empresario, contaba ya con una buena base para el éxito. Por el contrario, los emprendedores puntocom, además de tener que demostrar las mismas destrezas que sus antecesores, han de poseer un dominio profundo, al menos desde un punto de vista teórico, de los nuevos recursos tecnológicos que, en muchos casos, se encuentran en sus etapas iniciales de desarrollo, pero que, esencialmente, son los que están generando las nuevas oportunidades de negocio.

Actualmente, y con todo lo que hemos visto durante los dos últimos años en el mundo de la nueva economía, es posible afirmar que gran parte de los fracasos que se han producido en Internet se ha debido al fuerte desequilibrio que se ha producido entre las capacidades tecnológicas y los conocimientos empresariales de los nuevos emprendedores. En algunas ocasiones, quien tenía un buen proyecto empresarial, estudiado, planificado, con un buen producto y una idea clara de aproximación al cliente, fallaba en el desarrollo tecnológico del mismo. A su vez, en la mayor parte de los casos, cuando el nuevo emprendedor disponía de un conocimiento tecnológico brillante y un sistema perfecto para trabajar en el ámbito de la Red, erraba en los planteamientos empresariales, comerciales o de gestión global de la nueva compañía.

Ante esta situación, la formación empresarial aparece hoy como una cuestión crucial a la hora de reforzar y asegurar las iniciativas de los nuevos emprendedores tecnológicos que, además, cada vez son más jóvenes y más acostumbradas a los tiempos brevísimos y fugaces que caracterizan a la Red. Esta instantaneidad e impulsividad características de las nuevas tecnologías de la información, donde todo parece poder ser realizado al momento y con la velocidad de un certero golpe de luz, obliga también a que los nuevos emprendedores deban aprender a reflexionar, pausadamente, sobre sus iniciativas de negocio. Por ello resulta imprescindible que los nuevos empresarios que piensan que simplemente por estar en la Red el negocio se construye solo interioricen que los recientes nichos de empleo y los innovadores yacimientos de negocio han de ser explotados con las mismas exigencias que se aplican, desde hace varias décadas, a los nuevos proyectos industriales o de servicios que se desarrollan en el mundo real.

En esta tarea de insistir en que siempre es necesario contar con una buena idea, disponer de un buen proyecto para poner ésta en práctica, desarrollar estudios de mercado, conocer a los clientes potenciales a quienes nos vamos a dirigir y apostar por la excelencia y la calidad en los servicios o productos desarrollados, las instituciones económicas deben desempeñar un papel fundamental como actores fundamentales capaces de orientar, asesorar, informar e, incluso, desanimar, en ocasiones, a los nuevos emprendedores.

Por otro lado, la sociedad debe ser también consciente de que la ventanilla única para la creación de nuevas empresas es algo más que una opción; es una obligación para con los nuevos emprendedores que, acostumbrados a vivir, pensar y trabajar al ritmo abrumador de los destellos digitales, no pueden esperar una media de tres meses para poner en marcha un nuevo proyecto empresarial porque, a la velocidad que actualmente se producen los cambios tecnológicos, puede quedar técnicamente obsoleto en un tiempo no superior a los dos años. Definitivamente, el modelo emprendedor ha cambiado y, por ello, la sociedad debe cambiar con él si desea seguir incrementando, como hasta ahora, sus niveles de competitividad y productividad.

Fermín Mendizábal es presidente de la Cámara de Comercio de Guipúzcoa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_