Madrid, ¿de todos?

Quiero desde aquí felicitar a los trabajadores de Sintel por su coraje y sus logros. Os echamos de menos. Nos habíamos acostumbrado al bullicio de vida que emanaba vuestro campamento, dándole al paseo de la Castellana, otras veces tan frío y distante, calor de hogar con vuestra presencia y quehacer diario.

En cuanto al coste que, según responsables del Ayuntamiento, nos va a suponer a los madrileños restaurar los desperfectos ocasionados con vuestra estancia, por mi parte no doy por mejor empleados mis impuestos que en esta ocasión.

El día siguiente a la triunfal marcha, cuando el vacío se hizo sobre la Castellana, escuché en la radio, de boca de un funcionario municipal, el desglose del gasto que se nos venía encima: reparación de aceras, alcantarillado, alumbrado, jardines... Advertí, quizá, una sibilina intención de crear opinión en contra de vosotros, parecía estar describiendo un campo de batalla tras el paso del ejército de Atila.

Por favor, no hay derecho, ni siquiera habéis ganado una Copa de Europa... ¿Alguno de vosotros se llama Raúl? ¿No vais a saludarnos desde alguna fuente o monumento de la ciudad? Entonces, no deberíais haber pisado el césped.

Creo que en esta ocasión el fin sí ha justificado los medios. ¡Enhorabuena, trabajadores de Sintel! Sois un ejemplo de lucha y abnegación para mis hijos y confío que para otros muchos.