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Dos de cada diez menores extranjeros llegan de Marruecos

En los parques madrileños hay más niños que atienden al nombre de Mohamed que al de Altagracia. De los 45.000 menores extranjeros que viven en la región, casi dos de cada diez (8.500) son hijos de inmigrantes marroquíes. Algunos centros de la capital y de la sierra cuentan con un profesor de árabe para que estos chicos no pierdan su cultura.

En el último lustro ha cobrado importancia un fenómeno nuevo: la progresiva llegada de adolescentes magrebíes que emigran solos a España. Suelen viajar en los bajos de camiones y autobuses y se trata de un grupo con grandes riesgos de acabar en la marginación y la delincuencia.

Llegan con expectativas de buscarse la vida en España, y se encuentran con que no pueden trabajar porque carecen de permiso para hacerlo legalmente. Además, algunos ya han sido niños de la calle en su país y llevan mucho tiempo a la deriva. Podrían vivir en los centros para menores desamparados, pero a menudo no se adaptan a ellos o es el personal de algunos de estos centros el que no acaba de saber cómo atenderles por las diferencias de cultura. En la actualidad, la Comunidad tiene tutelados a 89 de estos menores, pero ignora cuántos viven en la calle, en el filo de la navaja. En algunos reformatorios estos chavales constituyen ya el 50% de los internos.

En el último año y medio, después de la alarma social creada en el barrio de Lavapiés por los reiterados robos cometidos por un grupo de menores y jóvenes magrebíes, se han ido promoviendo alternativas como la apertura de pisos para estos chicos y la puesta en marcha de talleres formativos enfocados a la búsqueda rápida de trabajo.

Repatriaciones

Pero, paralelamente, la Comunidad, que está obligada a su tutela, ha dejado de tramitarles el permiso de trabajo y residencia por considerar que la prioridad, en aplicación estricta de la Ley de Extranjería, es repatriarlos con su familia a Marruecos. Esta postura ha sido muy criticada por las ONG que prestan apoyo social a estos muchachos. Consideran que la falta de papeles crea una gran angustia en los jóvenes y plantean, además, que cualquier tarea educativa con ellos resulta estéril si no se les ofrecen posibilidades de futuro (permiso de trabajo y formación laboral).

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El nuevo reglamento de la Ley de Extranjería (en vigor desde el 1 de agosto) al menos fija plazos y establece que si en nueve meses no ha sido localizada la familia del menor se le documente con un permiso de residencia.

Las repatriaciones son muy complicadas porque los propios chicos, como no quieren volver a su país, omiten sus datos. De los 115 expedientes de 'reagrupación' abiertos en 2000 sólo se resolvieron 30 y se ejecutaron ocho. Es frecuente, además, que una vez repatriados vuelvan a cruzar de nuevo el Estrecho, regresando a Madrid en unos días.

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