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Reportaje:CASTILLO DE CLAVIJO | VIAJE POR EL EBRO (24)

EL MANANTIAL DE ESPAÑA

En torno a las ruinas del castillo de Clavijo surgen una serie de reflexiones sobre 'lo que llamamos España'. Recuerdos de la batalla que libraron Ramiro I y Abd al-Rahman II, donde según la leyenda nació el mito de Santiago Matamoros

El viajero ha llegado a Clavijo. ¿Por qué? Por España. Es terrible que las cosas tengan que suceder así. Pero el encuentro estaba escrito desde que decidió viajar por el río que lleva el nombre de la Península y el de uno de sus primeros pueblos. ¿Por qué en Clavijo? Cuestiones de síntesis. Aquí está el río, a dos leguas, y la sangre. El manantial de España: 'A este tiempo se apareció Santiago sobre un fuerte y hermoso caballo blanco. A su vista se animaron briosos los cristianos y se amedrentaron tanto los infieles que, cobardes, volvieron las espaldas, huyendo desordenados, dejando el campo lleno de cadáveres moros y corriendo arroyos de su sangre que, se dice, llegaron hasta el río Ebro, que dista de aquel sitio dos leguas'.

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Aquel sitio es este sitio, Clavijo. Desde lo alto de las ruinas del castillo que habitó el moro Muza, primer señor del lugar, no cuesta imaginar el hermoso llano riojano como el escenario idóneo de una gran batalla. La leyenda -es decir, los fundamentos de las naciones- quiere que en esa batalla que libraron Ramiro I y Abd al-Rahman II naciera el mito de Santiago Matamoros y que allí se gritara por vez primera ¡Santiago y cierra España!

Las ruinas del castillo son magníficas. Cada vez más arruinadas, conforme a su naturaleza. Recorrerlas implica un peligro, aunque menor que el que padecieron los combatientes. Por fortuna, un cartel advierte que la responsabilidad en caso de accidente siempre será del visitante, lo que facilita las cosas. Por fortuna, no hay más carteles ni indicaciones ni ninguna otra señal groseramente contemporánea: todo está como lo dejó Muza.

El viajero abandonó Clavijo encantado. Había pasado una hora deliciosa del atardecer imaginando temibles lances de guerra frente a un paisaje apaciguado y fértil: la fantasía nace de estos contrastes. Pero complacido, sobre todo, por la manera sobria y escueta con que España trata sus mitos fundacionales. ¡Qué fantasmagoría de imagen y sonido no habrían hecho los franceses con Clavijo! ¡Qué ópera los italianos! ¡Qué Disneycastle los yankis! El viajero siempre había querido lo mismo para su patria y para su estilo: que no se notasen. La patria es lo primero, y, en estas condiciones, no le importaba nada que fuese su estilo el que no diera síntomas de salvarse.

En días posteriores, el viajero consultó libros y papeles relacionados con el asunto con la intención de confrontar la turgencia del mito y sus calores retóricos con la noble serenidad que presentaba el lugar de los hechos. Así, a partir de este candente dualismo se construyen muchos relatos y al viajero no le sobraba ni tiempo ni estrategias retóricas. Lo primero que encontró fue la fuente documental primigenia del Ebro ensangrentado. La citaba uno de los volúmenes del Marcuellus y la atribuía a J. González de Texada, autor en 1705 de una historia de la localidad riojana de Santo Domingo de la Calzada. El párrafo donde el viajero se detuvo fue el que se ha reproducido aguas arriba. Bien, se dijo, era un párrafo canónico, donde Santiago aparecía con toda su gloriosa majestad. Pero algo le llamó la atención: '...dejando el campo lleno de cadáveres moros y corriendo arroyos de su sangre que, se dice, llegaron hasta el río Ebro'. El se dice fue lo que le llamó la atención. ¿Un inciso incrédulo, laicista, en el canon legendario? El relato dual que el viajero estaba imaginando presentaba la primera grieta, y nada menos que en la cuantía de la sangre mora. Pero su corazón estaba con González de Texada, español mas no fanático, se le notaba.

Lo segundo fue leer a don Julián Cantera, autor de La batalla de Clavijo, un libro publicado en 1943 y cuyo objetivo principal era combatir las teorías de Sánchez Albornoz y otros, empeñados en que la batalla de Clavijo no existió y que los que guerrearon, cerca de allí, fueron, además, Ordoño I, el rey asturiano, y Muza. El viajero vivió con ese libro momentos de conmoción, qué duda cabe, en especial cuando el autor relata cómo, siendo niño, su madre miraba el cielo de mayo y le hacía fijarse en el Camino de Santiago.

-¿Adónde va, mamá?

-Viene de Clavijo, lugar de su triunfo, y va a Compostela, ciudad de su descanso.

El libro tenía muchos otros momentos entregados. Pero incluso en ese libro anidaba el huevo de la serpiente, como el viajero pudo descubrir, milagrosamente, antes de sepultarlo en sus anaqueles. Una cita, en las primeras páginas, de la carta de san Pablo a los romanos ponía el alma en congoja: 'No sepáis más de lo que conviene saber y esto sabedlo con moderación'. Si hasta don Julián desnudaba hasta tal punto el mito, si asumía que el conocimiento nos llevaría a su negación, ¿qué quedaría? Otro español. Otra alma temperada.

Inquieto por el futuro de su relato, pero cada vez más feliz, el viajero empezó a dar palos de ciego. No puede calificarse de otro modo su paso por larioja.com. Hablaban de la batalla de Clavijo y de la aparición del apóstol en los términos distanciados que cabe suponer a una publicación moderna, aunque meciéndose gratamente en la leyenda. Pero lo que sorprendía era la exactitud topográfica, admirable. El viajero siempre les decía a sus alumnos que no dijeran árbol cuando pudieran decir álamo; larioja.com estaba dando la misma lección de estilo: 'El castillo de Clavijo es un lugar impresionante para visitar e imprescindible para conocer la historia de La Rioja'. ¡Juntar La Rioja y Santiago, qué magnífica ocurrencia! Si se podía hablar de Clavijo sin hablar de España, es que España había llegado a un nivel de transparencia sublime.

Aquella misma noche, y según su inflexible costumbre, el viajero se acostó leyendo los discursos políticos de José Antonio Primo de Rivera. Quiso Dios o su apóstol que topase, ¡esa misma noche!, con el pronunciado en el teatro Cervantes de Málaga el 21 de julio de 1935. El viajero se repitió en voz alta, tres veces, este párrafo: 'Las derechas españolas se nos han mostrado siempre interesadas en demostrarnos que el apóstol Santiago estuvo dando mandobles en la batalla de Clavijo. Con esa preocupación obsesionante se desentendieron por completo de las angustias del pueblo español, de sus necesidades apremiantes, de su situación dolorosa'.

El viajero convino que, definitivamente, ser español era una de las pocas cosas importantes que se pueden ser en este mundo.

Imagen del castillo de Clavijo, en La Rioja.
Imagen del castillo de Clavijo, en La Rioja.JESÚS CISCAR

Guía de Clavijo

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