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ASTE NAGUSIA
Columna
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Hoteles

La empresa High Tech va a invertir 500 millones de pesetas en la renovación del antiguo Hostal Arana, situado en el Casco Viejo, que es como decir en el corazón de Bilbao, y la noticia se hace pública en plena Aste Nagusia, quizás con el ánimo de dar a los guiris que nos visitan alguna razón para volver. Lo cierto es que ahora que en Bilbao, por fin, habían hecho aparición los turistas, un par de cosas estaban claras: primero, que era necesario ampliar la oferta hotelera y, segundo, que había que diversificarla.

Durante algunos años trabajé en una asociación municipal que acostumbraba a concertar reuniones de cargos locales europeos. Los ediles de Europa Occidental no tenían problemas de dinero (antes al contrario, su visita a Bilbao tenía siempre una vertiente lúdica, a veces sospechosamente prioritaria sobre cualquier otra vertiente) y campaban por sus respetos en el Hotel Carlton, en el López de Haro, relajados ante la certidumbre de que los gastos no corrían de su cuenta, sino de la de sus ciudadanos. Pero siempre aparecía por allí algún alcalde checo, algún concejal polaco, tan embriagado de conciencia europeísta como escaso de recursos, al que uno, literalmente, no sabía dónde alojar.

Aquellos voluntariosos políticos del Este, que venían con lo puesto, mantenían una dignidad profesional (y una conciencia cívica) completamente ajena a la chupopterología eurofuncionarial. Pretendían gastar poco, pero ahí venía el problema: era difícil encontrarles un acomodo barato en el centro de la ciudad, y uno rebuscaba entre fondas, pensiones y camastros, a la espera de encontrar algún lugar relativamente digno, donde pudieran pernoctar sin acoger piojos, garrapatas o ladillas en su humilde pelambrera.

Desde hace algunos meses Bilbao es el anuncio sucesivo, recurrente, de nuevas iniciativas hoteleras, pero esta es la primera vez, con el viejo Hostal Arana, en que no hablamos de grandes y lujosos hoteles internacionales donde respirar cueste un par de dólares (por minuto), sino de razonables y cómodos asientos para gente de mediana condición a la que el dinero le siga imponiendo respeto.

Está bien que el turismo al que aspira esta ciudad sea 'de alto poder adquisitivo', pero no estaría mal, siguiendo la jerga económica, que pueda también 'ampliar su segmento'. Yo frecuenté hace tiempo aquel curioso turismo de servidores públicos que manejaban con soltura tarjetas de crédito pagadas por el pueblo, pero convendría recordar que el turismo, al margen de gerenes y políticos, está compuesto por una variopinta fauna grupal o familiar.

Al fin y al cabo, hasta es posible que los cargos públicos o los ejecutivos de grandes empresas lleguen a nuestra ciudad, alguna vez, en viaje estrictamente privado, y miren las facturas hoteleras con el mismo respeto con que lo hacemos los demás.La empresa High Tech va a invertir 500 millones de pesetas en la renovación del antiguo Hostal Arana, situado en el Casco Viejo, que es como decir en el corazón de Bilbao, y la noticia se hace pública en plena Aste Nagusia, quizás con el ánimo de dar a los guiris que nos visitan alguna razón para volver. Lo cierto es que ahora que en Bilbao, por fin, habían hecho aparición los turistas, un par de cosas estaban claras: primero, que era necesario ampliar la oferta hotelera y, segundo, que había que diversificarla.

Durante algunos años trabajé en una asociación municipal que acostumbraba a concertar reuniones de cargos locales europeos. Los ediles de Europa Occidental no tenían problemas de dinero (antes al contrario, su visita a Bilbao tenía siempre una vertiente lúdica, a veces sospechosamente prioritaria sobre cualquier otra vertiente) y campaban por sus respetos en el Hotel Carlton, en el López de Haro, relajados ante la certidumbre de que los gastos no corrían de su cuenta, sino de la de sus ciudadanos. Pero siempre aparecía por allí algún alcalde checo, algún concejal polaco, tan embriagado de conciencia europeísta como escaso de recursos, al que uno, literalmente, no sabía dónde alojar.

Aquellos voluntariosos políticos del Este, que venían con lo puesto, mantenían una dignidad profesional (y una conciencia cívica) completamente ajena a la chupopterología eurofuncionarial. Pretendían gastar poco, pero ahí venía el problema: era difícil encontrarles un acomodo barato en el centro de la ciudad, y uno rebuscaba entre fondas, pensiones y camastros, a la espera de encontrar algún lugar relativamente digno, donde pudieran pernoctar sin acoger piojos, garrapatas o ladillas en su humilde pelambrera.

Desde hace algunos meses Bilbao es el anuncio sucesivo, recurrente, de nuevas iniciativas hoteleras, pero esta es la primera vez, con el viejo Hostal Arana, en que no hablamos de grandes y lujosos hoteles internacionales donde respirar cueste un par de dólares (por minuto), sino de razonables y cómodos asientos para gente de mediana condición a la que el dinero le siga imponiendo respeto.

Está bien que el turismo al que aspira esta ciudad sea 'de alto poder adquisitivo', pero no estaría mal, siguiendo la jerga económica, que pueda también 'ampliar su segmento'. Yo frecuenté hace tiempo aquel curioso turismo de servidores públicos que manejaban con soltura tarjetas de crédito pagadas por el pueblo, pero convendría recordar que el turismo, al margen de gerenes y políticos, está compuesto por una variopinta fauna grupal o familiar.

Al fin y al cabo, hasta es posible que los cargos públicos o los ejecutivos de grandes empresas lleguen a nuestra ciudad, alguna vez, en viaje estrictamente privado, y miren las facturas hoteleras con el mismo respeto con que lo hacemos los demás.

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