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ASTE NAGUSIA
Columna
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Hasta que aguante

La crónica festiva, según va relatando la prensa, adquiere con el paso de los días un cierto aire competitivo, atlético, más propio de unas olimpiadas que de una ociosa celebración. La única competición que parece imponer la fiesta es conseguir que el cuerpo aguante.

Uno no sabe cómo se vive la fiesta en las redacciones (quizás con franca abnegación: trabajo obliga) pero los periodistas se hunden psicológicamente en el fervor festivo y consideran esto de la Aste Nagusia como un desafío a nuestra capacidad de resistencia biológica. Aún no han aparecido explícitamente, pero seguro que lo harán. Son esos titulares heroicos, épicos, tenaces, que airean la maratoniana capacidad de la multitud para seguir adelante, para bailar, para beber, para seguir despiertos, más allá de todo límite de resistencia. 'Hasta que el cuerpo aguante', 'Ni un minuto de descanso', 'Resistiendo hasta el último día', 'Aún quedan ganas de fiesta', 'Hay que llegar al final'.

Los cronistas nos invitan al dolor resistente, a vencer la extenuación, a prolongar la vigilia en una orgía de desenfreno. 'Seguimos adelante', 'Un esfuerzo más', 'Rotos, pero contentos', ''Hasta el último aliento', 'Hasta el impulso final'. En la prensa hay algo que trastoca la Aste Nagusia en una especie de Larga Marcha maoísta, donde el esfuerzo por llegar hasta el refugio se ve salpicado por cadáveres, por heridos, por pusilánimes que desisten o claudican. Se impone la vigilia, el esfuerzo, la prolongación de la fiesta más allá de todo límite humano, y uno lee estas cosas cariacontecido (o acaso verdaderamente intrigado) pensando cuántos verdaderos bilbaínos serán capaces de pasarse una semana de vigilia sin acceder a la tregua del sueño.

El legendario lenguaje de las crónicas se va agravando a medida que pasan los días y concentrará sus titulares más denodados e invencibles para el próximo fin de semana, cuando la fiesta se transforme en una especie de ruidosa y prolongada traca final. De hecho, el viernes es Día Grande, el Día Grande de la Semana Grande. Jamás se conoció mayor apoteosis de la enormidad.

Bueno, ánimo, esfuerzo, capacidad de resistencia. No hay que doblegarse al sueño y al cansancio. Este es el mensaje que va a precipitarse a lo largo de los próximos días. Los titulares marcarán la épica de la fiesta en medio de un rebozo de fotos orgiásticas, que habrán sido testigos de la parafernalia festivalera de la noche anterior. 'Hasta que el cuerpo aguante', volverá a escribirse, como en otros años. Hasta que el cuerpo aguante, en efecto, o bien, a la vista de ciertos sacos etílicos que decorarán las calles, habría que decir más bien: 'hasta que el cuerpo aguantó'.La crónica festiva, según va relatando la prensa, adquiere con el paso de los días un cierto aire competitivo, atlético, más propio de unas olimpiadas que de una ociosa celebración. La única competición que parece imponer la fiesta es conseguir que el cuerpo aguante.

Uno no sabe cómo se vive la fiesta en las redacciones (quizás con franca abnegación: trabajo obliga) pero los periodistas se hunden psicológicamente en el fervor festivo y consideran esto de la Aste Nagusia como un desafío a nuestra capacidad de resistencia biológica. Aún no han aparecido explícitamente, pero seguro que lo harán. Son esos titulares heroicos, épicos, tenaces, que airean la maratoniana capacidad de la multitud para seguir adelante, para bailar, para beber, para seguir despiertos, más allá de todo límite de resistencia. 'Hasta que el cuerpo aguante', 'Ni un minuto de descanso', 'Resistiendo hasta el último día', 'Aún quedan ganas de fiesta', 'Hay que llegar al final'.

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Los cronistas nos invitan al dolor resistente, a vencer la extenuación, a prolongar la vigilia en una orgía de desenfreno. 'Seguimos adelante', 'Un esfuerzo más', 'Rotos, pero contentos', ''Hasta el último aliento', 'Hasta el impulso final'. En la prensa hay algo que trastoca la Aste Nagusia en una especie de Larga Marcha maoísta, donde el esfuerzo por llegar hasta el refugio se ve salpicado por cadáveres, por heridos, por pusilánimes que desisten o claudican. Se impone la vigilia, el esfuerzo, la prolongación de la fiesta más allá de todo límite humano, y uno lee estas cosas cariacontecido (o acaso verdaderamente intrigado) pensando cuántos verdaderos bilbaínos serán capaces de pasarse una semana de vigilia sin acceder a la tregua del sueño.

El legendario lenguaje de las crónicas se va agravando a medida que pasan los días y concentrará sus titulares más denodados e invencibles para el próximo fin de semana, cuando la fiesta se transforme en una especie de ruidosa y prolongada traca final. De hecho, el viernes es Día Grande, el Día Grande de la Semana Grande. Jamás se conoció mayor apoteosis de la enormidad.

Bueno, ánimo, esfuerzo, capacidad de resistencia. No hay que doblegarse al sueño y al cansancio. Este es el mensaje que va a precipitarse a lo largo de los próximos días. Los titulares marcarán la épica de la fiesta en medio de un rebozo de fotos orgiásticas, que habrán sido testigos de la parafernalia festivalera de la noche anterior. 'Hasta que el cuerpo aguante', volverá a escribirse, como en otros años. Hasta que el cuerpo aguante, en efecto, o bien, a la vista de ciertos sacos etílicos que decorarán las calles, habría que decir más bien: 'hasta que el cuerpo aguantó'.

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