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Columna
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Misericordia

El pobre apostado a la entrada del templo exhibía un cartel rotulado toscamente con rotulador rojo que decía: 'Ayúdeme, coloqué todos mis ahorros en Gescartera y tengo mujer y cinco hijos que mantener'. El traje de Armani lo llevaba hecho unos zorros y la corbata, retorcida, parecía una soga con la que hubiera intentado ahorcarse.

-Se ve usted así por culpa de las malas compañías -le espetó una severa y enlutada dama que salía de misa y que, tras mucho hurgar en su pequeño bolso acharolado, acabó depositando en el vaso del burger que el mendicante usaba para recoger las limosnas una moneda de 25 pesetas.

Unos miserables céntimos de euro no le daban a aquella señora derecho a sermonearle, pensó el mendigo neófito, que cubría su vergonzante mirada con unas gafas de sol de diseño, el único complemento de su ajuar del que no había querido desprenderse en su miseria porque pensaba que le iba a ser de utilidad en su nuevo puesto de trabajo, como así fue. Un poco de calderilla no bastaba para compensar aquella humillación suplementaria, así que contestó:

-Malas compañías dice usted... Me dejé aconsejar por un hermano de mi mujer que es secretario personal del obispo de Astorga, luego vino mi hija a decirme que en su oenegé habían confiado sus ahorros a los de Gescartera porque eran gente solidaria; eso por no hablarle de mi sobrino Óscar, que trabaja en Hacienda y que me aseguró que era una inversión que no podía fallar y que en el ministerio todos estaban metidos en ello... Pero si han picado hasta las Hermanitas de los Pobres y los huérfanos de la Guardia Civil, y no me va a decir usted que esa gente son malas compañías...

-No -replicó su interlocutora, aferrando con más fuerza su bolso-, si a mí también me tiene muy molesta que el dinero de las limosnas que damos acabe en las islas Caimán, aunque supongo que allí también habrá gente necesitada, indígenas seguramente. Pero no hay derecho, se lo decía esta misma mañana al padre Fresnedillas y me ha comentado que, en evitación de abusos, en las nuevas parroquias van a instalar cajeros automáticos para que el dinero de las colectas se ingrese directamente en una cuenta seria de un banco solvente. ¡Fíjese que cosas!

-¿No será de la banca vaticana? Porque esos también tuvieron lo suyo hace unos años -dijo el mendigo, esbozando una sonrisa irónica a la par que desesperada.

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-Menos guasa, que gracias a la Iglesia ustedes los pobres de Madrid van a tener muchos más puestos de trabajo en el futuro -afirmó la dama con tono tajante.

-¿Y eso cómo es? -respondió intrigado el nuevo pobre, que aún no estaba al corriente del funcionamiento de un oficio tan viejo.

-Eso va a ser gracias al alcalde de Madrid, que es un cristiano a carta cabal y ha conseguido que el Ayuntamiento ceda terrenos municipales para la construcción de 23 nuevas parroquias, que serán 23 nuevas puertas a las que acudir para pedir limosna. Si fuera usted un poco más aseado incluso podría optar a una plaza de sacristán, que van a convocar oposiciones dentro de unos meses; claro que ya no se llaman sacristanes, se llaman ATL (auxiliares técnicos litúrgicos). ¿Sabe usted informática?

El mendigo, que había vendido una semana antes su sofisticado y liviano ordenador portátil, suspiró antes de hablar:

-Sí, conozco los ordenadores. ¿Pero para qué demonios, con perdón, se necesita la informática en ese oficio? No me diga que ahora retransmiten las misas por Internet.

-Se nota que hace tiempo que no visita usted la iglesia -le regañó la feligresa. -Por supuesto que hay misas en la Red, y un chat en el que se comentan las homilías de los domingos; y en nuestra parroquia tenemos una página web estupenda que nos ha diseñado un cura muy moderno. No está usted al día.

-¿Y hay alguna academia que prepare las oposiciones? -preguntó esperanzado el indigente, dispuesto a reciclarse como informático litúrgico para no acabar como pupilo de las Hermanitas de los Pobres, sobre todo ahora que no debían andar muy bien económicamente y a lo mejor tenían que bajar las prestaciones a los asilados.

-Pregunte usted en la sacristía -dijo la dama, señalando la parte trasera de la iglesia-. Entre y dígales que le informen sobre los cursos del INRI (el Instituto Nacional de Religión Informatizada). Y que Dios le ampare, hermano.

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