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Un bereber que anima el barrio mestizo de Bilbao

Mustafá Elmarrouti es un ejemplo de integración. A sus 37 años, ha pasado media vida en Bilbao, una ciudad que considera su casa, aunque no olvida su tierra marroquí y sus orígenes bereberes, que revelan sus ojos claros. Habla con calma en un perfecto español que ha aprendido a lo largo de su estancia de 16 años en el País Vasco. Tiene sus papeles desde hace tiempo y describe el mundo que le rodea con optimismo. Está abierto a todo lo que pueda aportarle algún conocimiento.

Mustafá trabaja de camarero en el Berebar, un pequeño local que huele a té y a fritura y en el que los antiguos del barrio, vascos, juegan al dominó bajo una música de timbales y flautas. El Berebar está en la calle San Francisco, una de las zonas con mayor población inmigrante de Bilbao y considerada como la más insegura de la capital vizcaína. 'Eso depende de quién lo diga. Desde hace unos años se ha instalado mucha gente joven y sana que ha venido a disfrutar de la riqueza cultural del barrio', asegura.

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Él y sus amigos, conscientes de que organizarse es fundamental para darse a conocer, decidieron hace dos años contribuir a esa riqueza con la creación de una asociación cultural bereber que organiza actividades para los vecinos sea cual sea su origen. 'Éste es un barrio para gente culta que no se conforma con ver el mundo en los documentales'. En estos días ensaya en el bar un grupo musical de fusión que actuará durante la Semana Grande.

Este bilbaíno de adopción nació en el norte de Marruecos, en el Rif, el corazón de una tierra bereber que se extiende hacia el norte hasta la costa y por el Sur hasta el Atlas y la frontera con Argelia. Creció en una casa llena de hermanos y sin su padre, que pasaba todo el año trabajando en una fábrica de electrodomésticos en Guipúzcoa. Reconoce medio avergonzado que su caso es excepcional en los tiempos que corren: no tuvo que arriesgar su vida cruzando el Estrecho en patera. 'Yo venía de vacaciones a ver a mi padre y en una de esas, me quedé', cuenta. Gracias al dinero que enviaba su padre, él y sus hermanos pudieron estudiar. Realizó un cursillo en la Marina Mercante que le proporcionó un preciado regalo: un pasaporte con el que viajar.

'Tenía 20 años. En Marruecos no había trabajo y, además, estaba harto de la represión política, el hecho de no poder tomar una cerveza tranquilamente o salir con mi novia sin que nadie pensara que era una cualquiera', asegura Mustafá. Esa falta de libertad y de futuro, que su comunidad bereber sufría especialmente, le impulsó a viajar a España.

En 1986 llegó a Bilbao, donde sus hermanos habían montado un pequeño negocio de venta ambulante. Durante un par de años recorrió con ellos Euskadi vendiendo transistores y artesanía marroquí, hasta que decidió instalarse por su cuenta. Alquiló un local en Bilbao y montó un pequeño bar que no fue muy bien. 'Decidí cerrarlo y volver a trabajar como camarero, y aquí estoy', se ríe mientras recibe el saludo de todos los clientes del bar.

'Bilbao es una ciudad mucho más acogedora que otras. Cuando yo llegué, enseguida tuve dos cuadrillas de 20 personas cada una, que se peleaban por estar conmigo. Querían saber de mi país, tenían curiosidad', asegura. A pesar de ello, reconoce que encontrar trabajo en el País Vasco es mucho más difícil que en otros puntos de España. 'Aquí, sin amigos y sin papeles, no hay trabajo. Por eso aunque el trato sea mejor, los inmigrantes acaban yéndose al sur', afirma. El rechazo hacia el inmigrante existe también en Bilbao, pero es muy sutil, según Mustafá. En Madrid percibió un racismo mucho más directo.

El Estrecho le ha arrebatado varios amigos de la infancia: recientemente murieron ahogados tres vecinos de su pueblo. Considera que las leyes de extranjería europeas propician la inmigración en lugar de detenerla. 'Si a esa gente se le diese un visado, habrían venido a pasar un tiempo y muchos se habrían vuelto a casa, porque la vida aquí no es fácil. Pero si se endeudan para pagar a las mafias, ya no pueden volver', explica.

Su amigo Hakim, camarero como él en el Berebar, asiente mientras pide un minuto de silencio por los que mueren cada día en el mar. 'No son sólo inmigrantes: son padres de familia, esposas e hijos'.

Mustafá Elmarrouti, en la puerta del bar en el que trabaja en Bilbao.
Mustafá Elmarrouti, en la puerta del bar en el que trabaja en Bilbao.TXETXU BERRUEZO

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