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Reportaje:

Malos tiempos para el FBI

El nuevo director de la policía federal de EE UU, Robert Mueller, asume su cargo en plena crisis de la institución

Enric González

Robert Mueller llega al peor lugar en el peor momento. A principios de septiembre asumirá la dirección del Federal Bureau of Investigation (FBI), la institución más criticada de EE UU. Su llegada coincidirá con una eclosión de revelaciones sobre el mal funcionamiento de la agencia y él estará, además, convaleciente de una operación de cáncer de próstata. Mueller ya ha dicho que su primera tarea consistirá en 'reconocer los errores cometidos y pedir perdón por ellos'.

El goteo de noticias negativas sobre el FBI es constante. La semana pasada, una comisión gubernamental requerida por el senador Fred Thompson concluyó que la agencia ocultaba de forma sistemática información a los fiscales federales, probablemente porque sus métodos de trabajo no se ajustaban a la legalidad, y que eso había arruinado numerosos casos relacionados con el espionaje y el terrorismo. En la misma semana, otro informe del Departamento de Justicia puso al descubierto una retahíla de errores cometidos por el FBI en su investigación sobre el científico Wen Ho Lee, encarcelado durante nueve meses bajo la acusación de espiar para China. El caso se derrumbó en septiembre de 2000, cuando los fiscales retiraron 58 de los 59 cargos contra Lee, ex empleado del laboratorio nuclear de Los Álamos (Nuevo México), y se quedaron con una simple falta, la de haber descargado información secreta en un ordenador personal para trabajar en casa.

La semana previa se había abierto otra investigación interna sobre otro asunto grave. El Departamento de Justicia sospecha que los altos mandos del FBI seguían pautas de conducta más o menos mafiosas para protegerse unos a otros cuando cometían errores demasiado evidentes. Esos fueron los casos del tiroteo de Ruby Ridge (Idaho) y el asalto a la granja de la secta davidiana de David Koresh en Waco (Tejas), que indignaron a millones de estadounidenses, y muy especialmente a un sargento llamado Timothy McVeigh, quien acabó asesinando a 168 personas con un camión-bomba en Oklahoma City como venganza contra el Gobierno y en junio pasado fue ejecutado por ello.

La ejecución de McVeigh tuvo que ser retrasada un mes al descubrirse que el FBI había ocultado cientos de documentos al tribunal que le había juzgado. Según el Gobierno, los altos cargos del FBI, incluido el ex director Louis Freeh, amenazaban a los agentes encargados de las investigaciones internas para conseguir que la responsabilidad de los desaguisados se descargara en los niveles más bajos. En el caso de Ruby Ridge, donde murieron una mujer, un niño y un agente federal, los investigadores recomendaron que se sancionara a cuatro altos cargos, incluido Freeh. Esas sanciones no se produjeron; pero los agentes sí sufrieron represalias.

En cuanto ocupe el cargo, Robert Mueller, de 56 años y hasta ahora fiscal federal en San Francisco (California), tendrá que explicar también cómo se perdieron cientos de armas y ordenadores del FBI. Una de esas armas fue empleada para cometer un asesinato y bastantes de los ordenadores contenían información confidencial. La agencia se ha limitado a decir que era normal que los agentes se llevaran material a casa y que, una vez allí, se perdía la pista de esos objetos.

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