Suplentes de agosto
El verano es propicio a las suplantaciones, ya que el personal se va de veraneo. En periodismo, por ejemplo en el terreno de los corresponsales en Jerusalén, vemos que los Danieles y Davides sustituyen a los pocos Fernandos y Pepitos con que se cuenta habitualmente para proporcionar una información objetiva (aunque hay Davides y Danieles fijos en todos los medios, intoxicando por omisión), y de repente las páginas se agarran un ataque de sionismo estival que desconcierta al lector o, en el peor de los casos, lo atonta.
Mas no quiero ponerme intensa, no sea que me vayan a suplantar. Mi intención no es otra que la de entretenerles, y nada me gustaría más que, sólo durante la temporada estival, poder hacer mía la frase 'En el fondo, soy muy superficial', que Ava Gardner inmortalizó.
A lo que iba: no me digan que no es de pasmo el resurgimiento de Mercedes de la Merced como portavoz provisional del PP en ausencia del titular, contando sus cosichuelas sobre el caso Gescartera. Pero ello no es todo. La señora había comparecido días antes, empeñada en otra suplencia: la del alcalde Álvarez del Manzano (que es demoníacamente insuplantable, reconozcámoslo), cuando el desenlace Sintel. Con lo cual podemos afirmar que Mercedes de la Merced no sólo redunda en su propio nombre y apellido, sino que redunda también en las suplencias. 'Mercedes', dice De la Merced, 'haz el favor de salir a decir que el Ayuntamiento se va a encargar de los parterres'. 'De la Merced', ordena a su vez la otra, 'que te pongas a portar la voz del PP en tal o cual espinoso asunto'. Y ahí va ella, que en realidad no es ella sino las otras, en plan terror Amenábar total con un escapulario cosido al sostén o refajo.
Lo sorprendente es que a madame Mercedes y su doble De la Merced, no se le rebelan los asuntos, cuando lo primero que una piensa es que si una fuera la voz del PP, o sea, de su amo, lo primero que una haría sería seccionarse las cuerdas vocales. Debe de ser que la M. de la M. tiene mucho carácter, aunque no tanto como mi Jose, o sea que por esa parte estoy tranquila, porque no le va a suplantar. Aunque poder, podría. Total, para lo que ambos hacen.
Déjenme, sin embargo, que les hable del Suplente británico, Carlos de Inglaterra, que necesitó ser sustituido en una ceremonia, lo cual riza el rizo de la suplantación, pues ni siquiera los equipos de fútbol, que tienen de todo, disponen de suplentes para los suplentes que esperan sentados en el banquillo.
Héte aquí que el eterno sucesor de la eterna Isabel II, tiene montado un chollo con Porcelanosa en forma de Fundación para la Arquitectura y el Urbanismo (tiene cojones: el gusto de Carlos para la arquitectura es el mismo que el de su madre para los sombreros, o viceversa), para que no se note que miembros de la familia real pasan el platillo por las firmas comerciales. Bien, pues el día de la inauguración de una cosa inenarrable llamada el Jardín de Porcelanosa, que cuenta con una fuente diseñada por el propio príncipe de Gales y fabricada por la firma, Carlos no pudo asistir, pues sufría un desprendimiento de clavícula, y se lo tenían que arreglar, porque ahí es donde descansa una de sus orejas. Y sus hijos tuvieron que sustituirle.
No sé si habrán visto ustedes la fuente, pero créanme que le falta poco para poseer la enjundia de la que Robert de Niro, en Una terapia peligrosa, le regalaba a Billy Cristal, y que a este último le hacía exclamar: '¡Llama al Vaticano a ver si les falta algo!'.
Conste que a mí las fuentes de cerámica, y más si son de Porcelanosa (que arrasa en el Reino Unido: tarde nos llega la venganza por lo de Trafalgar), me privan cantidad. Al modelo, estratégicamente instalado en el dicho Jardín (diseñado por Carlos siguiendo el dibujo de una alfombra persa, y sin necesidad de fumarse un porro), le pasa lo que a mí me gustaría poder decir de mí misma: que en el fondo es muy superficial. O sea, que tiene poco calado y no pueden ahogarse en ella ni las dinastías, ni los suplentes, ni las mercedes de dos cabezas. Una desilusión.
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