No soy Giménez-Reyna
Abajo el Estado, pues. Todos anarquistas, como los intelectuales orgánicos de Aznar, pero no nos digan que Cotino tiene una policía científica, porque es como afirmar que Gil y Gil dirige una galería de arte
Para una vez que tengo coartada, no me detienen, y eso que llevo cuatro o cinco días exhibiéndome delante de todas las comisarías con cara de sospechoso. Unas veces me exhibo con cara de sospechoso y otras con cara de profesional, pues oí en la radio que el robo había sido obra de profesionales, lo que me pareció una tontería, por cierto. Tan profesional es el que se lleva un cuadro de Goya sin que salten las alarmas como el que roba un sofá tras liquidar a la familia numerosa que dormitaba en él narcotizada por los efluvios de la tele. No sé muy bien qué rayos quiere decir esto de 'profesionales'. ¿O es que hay que tener título para robar? Ladrón es el que roba como plagiario es el que plagia, sin que pretenda comparar una cosa con otra, pues plagio a plagio puedes convertirte en un cargo público (y dar el golpe) o en un fenómeno de la sobremesa (y dar la lata).
Hay actividades imposibles de regular, en fin. ¿Sería razonable pedir a un poeta el carné de poeta? Nos pueden gustar más los versos de Racionero que los de Ana Rosa Quintana, pero todos los que roban son profesionales del robo, por favor. Lo que pasa es que da corte decir que una de las mujeres más ricas del mundo ha sido asaltada por una panda de chorizos. Se supone que los ladrones de los ricos han de tener estilo, o savoir faire, que todavía hay clases, por decirlo rápido.
Pues nada: unos chorizos. Dijeron por la tele que la 'policía científica' estaba estudiando el caso, lo que me hizo gracia, la verdad. No soy capaz de imaginarme a Cotino al frente de un equipo de científicos. Cotino entra en un laboratorio y las probetas se arrojan al suelo voluntariamente antes de que él las tome entre sus manos. Cuantas más reformas lleva a cabo en el cuerpo, más abultadas vienen las estadísticas del crimen, que parece que las carga el diablo. El problema no es ya que no puedas salir a la calle, es que tampoco puedes quedarte en casa. Dentro te mata la delincuencia organizada y fuera te mata el chorizo autónomo. De modo que la policía científica, caso de existir, existirá a pesar de Cotino. Milagro es que haya aún guardia urbana con esta liquidación por derribo del Estado a la que asistimos indefensos. Han conseguido que no funcione ni Correos, un servicio ejemplar de los de toda la vida.
Abajo el Estado, pues; de acuerdo, todos anarquistas, como los intelectuales orgánicos de Aznar, pero no nos hagan creer (con la que está cayendo) que Cotino tiene una policía científica, porque es como afirmar que Gil y Gil dirige una galería de arte. Entendemos, no obstante, que si se produce un robo en casa de Esther Koplowitz manden a unos señores con bata blanca y gafas para aparentar. A mí, cuando me robaron el microondas, vino a verme un policía en chándal. No traía lupa ni microscopio ni polvos de talco para las huellas dactilares, nada. Ni siquiera era un policía despistado, lo que siempre proporciona un aire de sabiduría. O sea, que quizá hayan engañado a la Koplowitz, que vive en otro mundo, pero a usted y a mí no.
Tampoco he tenido nada que ver con el robo de los juzgados de Marbella, y puedo demostrarlo, pero yo aconsejaría a la policía científica que se preguntara a quién beneficia un hurto de esa naturaleza. En las novelas policiacas, el beneficiado por el delito y su autor suelen ser la misma persona. Y tiene lógica, porque quién va a robar por vicio 20.000 folios distribuidos en 40 tomos, con lo que pesan los tomos y los folios. Elemental, querido Cotino. Dele usted una vuelta dentro de su cabeza a este razonamiento, que a lo mejor le encuentra el punto y luego ya no puede parar de razonar.
Quede claro también que no soy Giménez-Reyna, de lo que no todo el mundo puede presumir. El ministro de Hacienda, sin ir más lejos, estaba poseído por ese secretario de Estado (un auténtico profesional de guante blanco, ahora sí), al que después de que hubiera dimitido rogó que continuara hasta final de mes, porque el Estado no podía vivir sin él. Montoro debería tranquilizar a los contribuyentes asegurándonos que este profesional no puso sus manazas sobre el dinero de nuestros impuestos. Y no quiero quitarle más tiempo, señor inspector, que debe de estar usted muy ocupado. En resumen: carezco de móvil y tengo coartada. En cuanto a la hora del crimen, pregúntele a Ramallo, que tiene un reloj de dos millones.
Juan Cotino
'Este hombre entra en un laboratorio y las probetas
se arrojan voluntariamente al suelo'
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