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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los enigmas del 'Kursk'

A un año del hundimiento del Kursk sigue sin saberse oficialmente qué causó la tragedia que costó la vida de los 118 hombres que componían la tripulación del modernísimo submarino nuclear ruso. La operación para reflotarlo, mientras tanto, avanza a pasos acelerados. En cualquier momento, a 108 metros de profundidad, las sierras automáticas deben comenzar a separar la proa del resto del sumergible. Moscú afirma que debe ser así por razones técnicas. Pero el hecho de que el Kremlin haya decidido dejar la proa en el fondo del mar y sacarla después, pero sin participación extranjera, sugiere que se trata de evitar que se divulguen las verdaderas razones de un hundimiento que sacudió al mundo y sobre el que Moscú tejió desde el primer momento una madeja de mentiras.

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El Gobierno ruso quiere dar la impresión contraria, y se esfuerza por demostrar que la operación de rescate está abierta a la prensa. Para ello ha montado todo un espectáculo, con viajes en barco o en helicóptero al lugar de la tragedia, y con un centro de información en Múrmansk, donde expertos tratan de calmar a la opinión pública asegurando que no habrá imprevistos ni desastres ecológicos, a pesar de los dos reactores nucleares que alberga el sumergible. Incluso Vladímir Putin ha aprendido la lección. Si hace un año, cuando le fue comunicada la tragedia, decidió no suspender sus vacaciones a orillas del mar Negro, el presidente reacciona ahora de inmediato ante cualquier calamidad. Algunos de sus críticos sostienen que ha decidido acelerar la operación exclusivamente para poder decir que ha cumplido su promesa a los familiares -200 de los cuales se reunieron conmemorativamente ayer en la base a la que estaba adscrito el navío- de que reflotaría el sumergible para que pudieran sepultar a sus seres queridos.

El sino del Kursk ha servido para iluminar algunos de los agujeros dejados por la desintegración de la URSS, en este caso los servicios de rescate y de buzos de profundidad, prácticamente desaparecidos. La crónica falta de dinero de la nueva Rusia ha influido sobre el estado de la Armada, la preparación de los marinos y el mantenimiento de los buques. Rusia pagará 65 millones de dólares a empresas extranjeras para sacar parte del Kursk; en 1969 fue capaz por sus propios medios de extraer un sumergible a 198 metros de profundidad.

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