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Reportaje:

Las largas y felices vacaciones de Bush

El presidente de EE UU se toma un mes de descanso veraniego, más del doble que el ciudadano medio de su país

Enric González

Desde que llegó a la Casa Blanca, George W. Bush adoptó a Ronald Reagan como modelo: escudos galácticos, reducción de impuestos, botas vaqueras y siestas de pijama y padrenuestro. Tras sólo medio año en la presidencia, el alumno ya ha superado, al menos en una cosa, al viejo maestro. Si Reagan se tomaba unas vacaciones de 28 días, asombrosamente largas en un país donde los más afortunados disfrutan de dos semanas, Bush, quizá exhausto tras sus últimos éxitos parlamentarios, va más allá y desaparece de Washington durante todo un mes.

La potencia mental de Bush, como la de Reagan, es de alcance moderado. Pero Bush, como Reagan, maneja bien el chiste, ofrece una imagen tranquila, sabe convencer a sus interlocutores y tiene suerte. Quizá los estadounidenses agradecen ese tipo de dirigente, para tomarse un descanso después de presidencias activistas como las de Jimmy Carter y Bill Clinton. George W. Bush no ha tenido las cosas fáciles hasta ahora: ganó las elecciones de forma un tanto penosa, perdió la mayoría en el Senado cuando Jim Jeffords desertó del bando republicano e irritó a sus aliados europeos al desvincularse del Protocolo de Kioto. Bush, sin embargo, ha demostrado una cierta magia. Y esta semana se ha apuntado dos victorias parlamentarias con las que nadie contaba.

Primero fue el paquete de leyes energéticas, que incluía la extracción de petróleo en el refugio natural ártico de Alaska. Al día siguiente, y en otra votación de madrugada, logró que se aprobara una ley sanitaria que protege a las empresas médicas de las demandas de los pacientes. Lo consiguió convenciendo a un diputado republicano que, en esta cuestión, llevaba cinco años votando con los demócratas.

Los dos éxitos son relativos. Ambos paquetes legislativos tienen que pasar por el Senado, donde la mayoría demócrata (por un solo voto) está enfurecida con el presidente porque no se ha molestado en buscar el consenso, especialmente en lo referido a la ley sanitaria, en la que republicanos y demócratas trabajaban conjuntamente desde hacía años. Lo más probable es que el Senado, a la vuelta de vacaciones, altere de forma sustancial las propuestas de la Cámara baja.

Pero eso ocurrirá, en todo caso, a la vuelta de vacaciones. Y George W. Bush, a partir de hoy, se toma 30 días. Sus asesores de imagen han hecho maravillas para que el sufrido trabajador estadounidense, que disfruta como promedio de 13 días de asueto, no repare en la magnitud del descanso presidencial. Bush se limitó a anunciar que se iba a su rancho de Crawford (Tejas) porque tenía ganas de ver vacas y de alejarse de Washington para estar en 'la América real'. Los asesores rebautizaron inmediatamente el rancho como 'la Casa Blanca del Oeste' y explicaron que la agenda de trabajo del presidente sería 'bastante densa' e incluiría 'reuniones diarias y un seguimiento constante de la actualidad nacional e internacional'. Lo cual, bien mirado, es lo que hace cualquiera que no pase las vacaciones en una isla desierta y tenga a mano los periódicos.

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