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Reportaje:Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO

Regresión y falta de carisma

El año posolímpico y la carencia de nuevas estrellas lastran la cita canadiense

Santiago Segurola

Después del año olímpico se produce una temporada de transición, dice una regla no escrita del atletismo. Es imposible mantener un nivel máximo de energía sin interrupción, cosa evidente hasta el momento. Las marcas han empeorado y algunas estrellas se han despedido del deporte. La suma de los dos factores confirma la idea de que estamos ante un año de regresión. En los Mundiales de Atenas 97 se salvó el problema con la aparición de Maurice Greene y Marion Jones, ninguno de los cuales había participado en los Juegos de Atlanta 96. Eran jóvenes y llegaron para dominar los 100 metros, la prueba más popular y querida por los aficionados. No parece que vaya a haber tan buenas noticias en Edmonton, ciudad que de alguna forma funciona como metáfora de lo que ocurre con el atletismo. Por primera vez, desde 1991, los Mundiales abandonan Europa y se celebran en una ciudad del noroeste de Canadá, alejada miles de kilómetros de cualquier gran urbe de su país o de Estados Unidos, un lugar próspero pero marginal en el mundo del deporte. Aquí se ha confinado el atletismo para su gran cita. Parece el sitio más adecuado.

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Hay un problema de calendario, y eso tiene relación con la cadencia bianual de los Mundiales. En el año postolímpico se observa mejor la reiteración de las competiciones, lo que abunda en la fatiga de los atletas y en la falta de perspectiva para valorar lo que ha sucedido anteriormente. Todo resulta demasiado rápido. No hay capacidad para digerir marcas, para generar estrellas de proporciones míticas, para no dejarse arrollar por una rueda de competiciones que no se detiene jamás. Y el atletismo lo está pagando.

No sólo se padece el exceso de campeonatos y no sólo los atletas aflojan el ritmo después de las exigencias de los Juegos, sino que comienzan a observarse algunos síntomas preocupantes en otros aspectos. Uno de ellos es la ausencia casi general de gente con verdadero carisma. O sea, atletas capaces de producir una efervescencia contagiosa en los medios de comunicación y, por extensión, en los aficionados. No se trata de refugiarse en la nostalgia: la evidencia demuestra que la mayoría de las estrellas actuales no tienen el tirón de sus predecesores. Hubo una época bastante cercana en la que era posible ver en una final de los 100 metros a Carl Lewis, Linford Christie, Frankie Fredericks, Dennis Mitchell y Donovan Bailey. Además de excelentes atletas, eran gente de carácter, con personalidad, muy capaz de causar entusiasmos o rechazos. La final de Edmonton probablemente contará con Maurice Greene, Bernard Williams, Tim Montgomery, Dwayne Chambers y Ato Boldon. La mayoría son veteranos del circuito, pero alineados así no generan un gran entusiasmo. Con su récord mundial y su largo historial de éxitos, Greene no llega ni de lejos a cautivar como Lewis o Ben Johnson. Su deseo de popularidad suele acabar en extravagancias indigestas, como sucedió en Sydney con la torpe celebración de los norteamericanos tras la victoria en los relevos.

El problema parece que ha llegado a afectar a Marion Jones, una atleta querida por los aficionados, con una indiscutible capacidad de atracción. Después de los Juegos parece que busca nuevas emociones, como si el atletismo no le ofreciera suficientes desafíos. Está tan sola en la cumbre que se ha obligado a empeorar las marcas. Por si acaso, ha comenzado a comentar partidos de la WNBA (la Liga profesional femenina de baloncesto) para ampliar su territorio. Pero la pérdida de gancho no sólo está relacionada con la velocidad. La retirada de Michael Johnson, la ausencia de noticias de Wilson Kipketer, el año medio sabático de Haile Gebrselassie y la escasa aparición de jóvenes herederos en la mayoría de las disciplinas supone una mala noticia para el atletismo. Y cuando había alguna esperanza se ha desvanecido. Como si quisiera acentuar la sensación de tránsito de estos Mundiales, el ruso Borzakovski -quizá el atleta más excitante del circuito actual- ha decidido no participar en Edmonton. Por desgracia, no se observan muchos borzakovkis en el horizonte próximo.

El velocista estadounidense Maurice Grene recibe la atención de un masajista.
El velocista estadounidense Maurice Grene recibe la atención de un masajista.REUTERS

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