Batiburrillo
Los números cantan, y bajo su manto cantarín se puede decir que el Grec 2001 ha sido un éxito. La mayor parte de los conciertos se han cubierto con una asistencia más que aceptable de público, cuya presencia ha secundado un cartel más bien irregular que se ha abierto en dos frentes. Por una parte tendríamos el cartel, digamos, tradicional del Grec, plagado de figuras ya conocidas por la ciudadanía, tipo Maria del Mar Bonet, Celia Cruz, George Benson y Gilberto Gil y Caetano Veloso. Por otra, una especie de nuevo Grec abierto a los sonidos de cruce encarnados en Nitin Shawney, Jazzmatazz, Talvin Singh, Belbel Gilberto, Cheikh Lo y Saint Germain, este último triunfador numérico del festival.
Ha sido este último apartado el que ha permitido al Grec rejuvenecer a su público, nutrido en estos conciertos de personas con una edad que rondaba la treintena, muy por debajo de la media marcada, por ejemplo, en la noche salsera de Oscar D'León y Celia Cruz. Sin embargo, este rejuvenecimiento no ha ido acompañado por formulaciones musicales novedosas, y la mayor parte de las actuaciones se hundieron en el fangal del batiburrillo cultural (¿qué tal si mezclo jazz y tecno o banghra y jungle?) sólo apto para henchir el pecho y remachar lo evidente: que las culturas siempre han tendido a la fusión y al cruce, cosa que parece que se acaba de descubrir en el último telediario.
Programas dobles
Por eso resulta difícil destacar un concierto, habida cuenta de que la media no ha sido especialmente sobresaliente ya que la mezcla en sí misma no es garantía de nada. Eso sí, parece que el Grec ha descubierto un público que compra todo lo que suene a fusión colorista y étnica, al parecer la última moda entre los que disponen de posibles para pagar una entrada del festival. De todas las maneras, la noticia del Grec no ha sido la mezcla y lo multiculti, sino esos terribles programas dobles que alargaban las actuaciones hasta cerca de las dos de la madrugada. Nada habría que objetar si el Grec fuese un festival para los más jóvenes, pero no es éste el caso. Teniendo que trabajar al día siguiente, parece disparatado que la estrella del cartel salga a escena pasada la medianoche, poniendo a prueba la resistencia de quien ha pagado precisamente para verla, por lo general público que prefiere aplicar lo que le queda de resistencia a otros menesteres. Si se desea montar programas dobles, cabría comenzar antes o bien otorgar al primer artista la condición que de hecho tiene, la de telonero. De esta manera, con una actuación de 45 minutos, el cuerpo de la asistencia estaría en disposición de paladear la actuación de quien ha motivado su presencia frente al escenario: el cabeza de cartel.
Sea como fuere, el Grec 2001 parece haber marcado una pauta que seguirá guiando el festival en la próxima edición. Y, eso sí, vayan olvidándose de tener en Barcelona lo que no se tenga en Cartagena, Pirineos Sur o en cualquier otro festival de verano.
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