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Reportaje:

Una vida para Got

Un niño tailandés utilizado por las mafias del tráfico de prostitutas se queda en EE UU

Su nombre es más complicado de pronunciar que el de Elián González, pero la mirada del niño tailandés Phanupong Khaisri es tan tierna como la del cubano. Por eso la prensa ya le puesto un apodo sencillo a Phanupong: se le conoce como Got. En su historia se entremezcla -igual que en la de Elián- la tragedia familiar con el carrusel de la diplomacia y la justicia.

En abril del año pasado, Got llegó al aeropuerto internacional de Los Ángeles en brazos de una pareja tailandesa que identificó al niño como su hijo. Sea por falta de parecido o por sospechas en el comportamiento, los agentes de inmigración creyeron ver algo extraño en esa familia, que dijo llegar a este país con el único objetivo de hacer turismo.

El Servicio de Inmigración pretendía devolver a su país al niño de cuatro años y enfermo de sida

Desde ese día hasta hoy, la realidad ha ido completando la triste historia de la vida de Got, que acaba de cumplir cuatro años. No eran sus padres quienes trajeron al niño a EE UU: la pareja formaba parte de una red dedicada a la importación de prostitutas tailandesas, que trataba de introducir en el país a quien se hacía pasar por su madre. Su padre verdadero se suicidó cuando Got no había cumplido un año de vida; su madre, también prostituta y adicta a la heroína, había renunciado a la custodia del niño por problemas con la ley en Tailandia, aunque no sin antes tratar de hacer un dinero alquilando al niño a parejas ficticias como la que fue detenida en Los Ángeles.

Que al pobre Got se le usara como señuelo para provocar ternura en los agentes de aduanas no era lo más dramático que le había ocurrido en su vida. Había algo peor que eso, y peor incluso que la varicela o la infección grave en los oídos que sufría cuando llegó a EE UU. Got tiene sida.

El Servicio de Naturalización e Inmigración (INS), el mismo que dio amparo legal a los esfuerzos por devolver a Elián a su familia en Cuba, ha hecho todo lo que ha podido por lograr la deportación del niño a Tailandia. Sus abuelos maternos reclaman al niño, aunque la abuela está ahora mismo en la cárcel por delitos relacionados con la droga.

Sin embargo, Got ha contado con la ayuda legal de varios grupos de defensa de derechos humanos, que han tirado del otro lado de la cuerda para tratar de que el niño se quede en Estados Unidos. El INS negó al niño asilo político hace unos meses, pero poco después un juez federal ordenó que se paralizase el proceso de deportación porque 'supondría dar al pequeño una condena a muerte'. El juez era partidario de conceder a Got la residencia en EE UU hasta que cumpliera 18 años y pudiera escoger por sí solo el país en el que desea vivir, pero el INS seguía adelante con recursos y trámites para lograr la deportación. Quienes defendían la permanencia de Got en EE UU se mostraban convencidos de que, si regresaba, inmediatamente el niño entraría de nuevo en las redes de exportación de prostitutas, sin que nadie se preocupase por mejorar su vida y cuidar su enfermedad.

Tal ha sido la batalla burocrática y diplomática, que al final ha intervenido personalmente el fiscal general, John Ashcroft, para aplicar una nueva ley redactada prácticamente a la medida de este caso. Got se ha convertido en la primera persona que solicita -y que recibirá- un visado especial bajo el amparo de la Ley de Protección de Víctimas por Tráfico y Violencia. El visado dará a Got tres años de residencia legal, que después permiten acceder a un estatus indefinido.

Ashcroft incluso viajó a Los Ángeles para ver a Got, que vive con una familia que desea formalizar su adopción. 'Es un caso que presenta unas circunstancias extremadamente únicas y trágicas. Got es un niño aislado y confundido en un sistema legal complejo', dijo Ashcroft. 'Casos como el suyo han de conmovernos. Las víctimas de tráfico humano son a menudo como Got: demasiado jóvenes, demasiado asustadas y demasiado atrapadas en las circunstancias como para hablar por sí solas', aseguró.

El Gobierno tailandés y los abuelos del niño, representados por la abogada estadounidense Dorotea Kraeger, todavía esperan recurrir la decisión y buscar un recoveco legal que permita la devolución del niño. 'Seguiremos adelante en los tribunales para que se escuche la otra parte de la historia, la que cuentan los abuelos', dijo Kraeger.

Pase lo que pase, ahora Got tiene buen aspecto. Toma dos veces al día los medicamentos contra el sida, lo que mantiene adormecidos los síntomas de la enfermedad que padece.

Got, en Los Ángeles, con una responsable de la ONG Coalición para la Abolición del Tráfico de Personas.
Got, en Los Ángeles, con una responsable de la ONG Coalición para la Abolición del Tráfico de Personas.REUTERS

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