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¿Tocará el G-8 la lira mientras arde la economía?

Con Japón en recesión, Estados Unidos muy próximo a caer en ella y las previsiones de crecimiento de Europa revisadas a la baja casi a diario, se puede considerar que la reunión del G-8 (del 20 al 22 de julio) es muy oportuna o todo lo contrario. Es muy oportuna en el sentido de que si la reunión tuviera lugar un poco más adelante, las acciones coordinadas para evitar una recesión mundial llegarían claramente demasiado tarde. Pero también se puede considerar que es muy poco oportuna. La pasividad (que es el resultado más previsible) hará que el G-8 se asemeje a Nerón tocando la lira mientras Roma ardía.

Japón habla de deshacerse de los créditos incobrables de sus instituciones financieras, pero la década de pérdidas de Japón no ha sido provocada por esos deudores morosos. Más bien la han provocado los morosos en los sectores inmobiliario y empresarial. Imagínense a una pareja joven que compró una casa en 1989, en el momento álgido de la expansión inmobiliaria, por un millón de dólares. Dieron 100.000 dólares de entrada y firmaron una hipoteca a dos generaciones por los 900.000 dólares restantes. Hoy día esa casa vale 400.000 dólares, de forma que tienen un neto patrimonial negativo de medio millón de dólares. Se pasarán dos vidas pagando la hipoteca y al final tendrán un activo que vale mucho menos de lo que pagaron por él.

Esta familia no es atípica. El 40% de las familias japonesas tienen hipotecas que están considerablemente por encima del valor actual de su casa. Muchas empresas están básicamente en las mismas circunstancias.

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En este entorno, el interés cero no tiene ningún impacto. Enterrados en deudas, ¿quién querría pedir más préstamos? De forma semejante, la rebaja de impuestos tampoco sirve para nada. Una reducción del impuesto sobre la renta sólo serviría para pagar la hipoteca un poco más deprisa. Es posible que unas instituciones financieras saneadas estuvieran más dispuestas a prestar dinero, pero ¿quién quiere pedir prestado cuando está con el agua al cuello debido a una hipoteca que no se corresponde con el valor real de lo hipotecado?

En Estados Unidos, como se pudo ver en la crisis de las cajas de ahorro de mediados de los ochenta, hay una respuesta para este problema. La familia se va de la casa, entrega las llaves al banco y empieza una nueva vida. Han perdido los 100.000 dólares de entrada, pero están libres de deudas. En Japón no existe esta posibilidad, ni legal, ni culturalmente. Para decirlo sin rodeos, las familias y las empresas tienen que ir a la bancarrota para eliminar las viejas deudas. Hasta que esto no suceda no hay ninguna luz de esperanza al final del túnel japonés.

Curiosamente, ninguna de las reformas prometidas por el primer ministro japonés Junichiro Koizumi aborda esta cuestión crucial. Se podrían llevar a cabo todas sus reformas y Japón seguiría en medio de una segunda década perdida.

En Estados Unidos la inversión de las empresas se ha desplomado. En los cuatro trimestres que van desde mediados de 1999 hasta mediados de 2000, la inversión en instalaciones no residenciales y equipamiento para empresas aumentó sólo 69.000 millones de dólares por trimestre ; en los tres trimestres que van desde mediados de 2000 al primer trimestre de 2001, la inversión de las empresas creció sólo en 3.000 millones de dólares por trimestre y en los próximos cuatro trimestres, según la predicción de una de las empresas más importantes de pronóstico financiero (DRI), la inversión de las empresas disminuirá en 6.000 millones de dólares por trimestre. Casi toda esta tendencia a la baja en la inversión se da en el sector de las telecomunicaciones.

Las razones son muy simples. Hay dos formas en las que las empresas pueden ganar dinero invirtiendo en infraestructura de telecomunicaciones. Los beneficios pueden proceder de los precios que se cargan a los usuarios finales. Pero la compensación es a largo plazo a no ser que el mercado de valores pueda elevar a corto plazo el valor de las acciones de las empresas que están haciendo inversiones en infraestructura basándose en que aquéllos que más inviertan son los que tienen más posibilidades de ser los ganadores a largo plazo en las guerras de la telecomunicación. Y la segunda es lo que estaba sucediendo hasta que se derrumbó el mercado de valores de la alta tecnología. Aquellos que invirtieron en infraestructura de telecomunicaciones se encontraron con que el valor de sus acciones subía más que los costes de las inversiones.

Hoy día, después de la caída, el mercado de valores está haciendo exactamente lo contrario. Aquellos que contrajeron grandes deudas para financiar la infraestructura de telecomunicaciones están siendo penalizados por esas enormes deudas. Lo que antes se premiaba ahora se penaliza, y el nivel 'correcto' de inversión está muy por debajo de donde estaba.

Bajar los tipos de interés, como ha hecho la Reserva Federal, no soluciona el problema. Para lo que sí sirve la bajada de los intereses, sin embargo, es para evitar que el desplome del mercado de valores lleve a una caída vertiginosa de los precios de la vivienda. La Reserva Federal tiene la esperanza de que los consumidores estadounidenses, a pesar de que se están gastando todos sus ingresos (el índice de ahorro es ligeramente negativo en este momento), no reduzcan su consumo a pesar de la caída de la bolsa. Hasta el momento esto ha resultado ser cierto, pero si el consumo comienza a decaer, Estados Unidos tendrá una larga recesión por delante.

Por alguna misteriosa razón, el Banco Central Europeo parece creer que el único factor negativo que afecta a Europa es la desaceleración de Estados Unidos. Dado que el crecimiento más lento de las exportaciones al mercado estadounidense supone poca diferencia en la demanda total, sólo ha reducido levemente la previsión para 2001 del crecimiento en Europa. Pero ése no es el problema.

Al igual que en Estados Unidos, el problema reside en las inversiones en telecomunicaciones. Y ahí es donde Europa tiene un problema mucho mayor que el que ha surgido en Estados Unidos. La subasta estadounidense de las licencias de teléfonos de tercera generación aún no ha tenido lugar y, por tanto, las empresas estadounidenses no han tenido oportunidad de pujar demasiado, como sí han hecho ya las compañías europeas.Piensen en British Telecom: primero fue premiada por el mercado de valores por haber ganado aquellas subastas de G3 y ahora está siendo penalizada por tener una deuda demasiado grande.

La tendencia a la baja en la inversión en telecomunicaciones en Europa seguramente será mayor que en Estados Unidos. Como consecuencia, la desaceleración en Europa será al final tan grande como la de Estados Unidos.

Pero el Banco Central Europeo no está combatiendo con suficiente energía esta desaceleración. Parece que se guiara por el lema 'Demasiado poco, y demasiado tarde'.

Esperemos que las sesiones del G-8 produzcan un plan comprensible y realista para que el mundo se aleje del filo de la recesión.

Lester Thurow es catedrático de Economía y Gestión en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). © 2001, Global Economic Viewpoint. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate International.

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