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Un partido fragmentado

La primera parte de las primarias por el liderazgo tory ha puesto de manifiesto, sobre todo, la fragmentación que vive el Partido Conservador. En parte, por el hecho ya muy significativo de que los votos se hayan dividido en tres tercios muy semejantes entre sí, dejando fuera de combate a uno de los tres candidatos por un solo voto. Y en parte también por el talante y la personalidad de los tres candidatos que hasta ayer aspiraban al triunfo y el perfil antagónico de los dos protagonistas finales. Ni Kenneth Clarke, ni Iain Duncan Smith, ni Michael Portillo representan por sí solos un partido unido.

La primera criba, la que estaba en manos de los 166 diputados tories, ha dejado fuera de combate al candidato más innovador. Situar a la cabeza de los conservadores británicos a un hombre de origen hispano, que ha admitido haber mantenido relaciones homosexuales en su juventud y que defendía -aunque con más proclamas que programa- una profunda renovación del partido, ha sido demasiado envite para los conservadores. Portillo era el candidato más moderno, el cartel electoral más atractivo. Pero también el que menos representa a un partido en el que sus 330.000 militantes tienen una media de edad de 63 años.

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Pero tampoco Clarke y Duncan Smith parecen candidatos perfectos. A Clarke le separa del pensamiento mayoritario del partido su abierto europeísmo y, en particular, su defensa de la integración de la libra en el euro. Y le aleja de la renovación generacional su edad relativamente avanzada y su larga experiencia de gobierno con Margaret Thatcher y John Major.

Duncan Smith es más joven, pero no lo parece. Representa todo lo que se ha estrellado contra el nuevo laborismo en los últimos cuatro años: sus posiciones antieuropeas, su fobia al euro, su imagen de padre de familia terriblemente convencional. Eso le acerca a las bases del partido, pero no a los electores.

La renovación de los tories no va a depender tanto de quién sea su líder como de qué haga ese líder. De momento, el bofetón a Portillo y a sus ideas avanzadas es un mal augurio para los renovadores.

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