Altamira mítica
Se abre al público la nueva réplica de la Cueva de Altamira en Santillana del Mar, una empresa largamente ambicionada desde que, en los años veinte, el marqués de Comillas tuviera la idea de hacer una reproducción en los jardines de su palacio y el investigador Hugo Obermaier iniciara un proyecto similar para el Field Museum de Chicago, iniciativas que nunca se llevaron a cabo. Digo nueva, porque ya existen otras dos en Europa, aunque limitadas a una parte del techo de las pinturas, en el Museo Arqueológico Nacional y en el Deutsches Museum de Múnich, y que se realizaron en la primera mitad de los años sesenta, y una tercera y más reciente en Japón.
El actual proyecto data de 1987 en su formulación básica, aunque previsto para una ubicación diferente. En aquel momento se definieron los elementos esenciales que debería tener la reproducción de Altamira: cubrir la totalidad del vestíbulo y la sala de las pinturas, restituir la forma original de la entrada de la cueva, integrar efectos sonoros propios del interior de una caverna y simular elementos arqueológicos ligados con la ocupación humana de la entrada para reforzar su papel didáctico. El anteproyecto, que incluía una propuesta de edificio, obra del arquitecto Luis de la Fuente y el diseño de la réplica de Agustín de la Casa, fue aprobado por el patronato de Altamira en diciembre de aquel año.
Desde entonces ha llovido mucho y muchos también han sido los cambios de actores y guiones en este proyecto, pero lo fundamental persiste: la voluntad de hacer compatibles los deseos de numerosas personas de contemplar las pinturas del gran techo de Altamira con la necesidad de preservar para futuras generaciones un monumento excepcional. La conservación de Altamira y su conocimiento científico -muy deficiente aún hoy por la falta de continuidad en las investigaciones- eran los objetivos prioritarios del proyecto inicial. Sin embargo, cada vez más la réplica misma ha ido ocupando el centro de la escena pública hasta desplazar al original: se habla de número de visitantes potenciales, de los procedimientos para adquirir entradas, del carácter de motor turístico de la región que se espera que tenga el complejo de Altamira, mientras sus bisontes auténticos vuelven mansamente a la oscuridad del olvido del que los había rescatado Marcelino Sanz de Sautoula, su descubridor.
La reproducción de las pinturas es de una calidad extraordinaria, y sin duda será un vehículo excepcional para hacer llegar a un número ingente de personas la belleza del arte paleolítico. Pero, desde mi personal punto de vista, lo que la rodea es más discutible. La opción manifiesta de no inducir a engaño al visitante sobre el carácter artificial de la réplica puede derivar hacia la estética del parque temático rompiendo el encanto de un espacio que supuestamente debería sugerir la vida de unas gentes en estado de naturaleza hace 14.000 años.
La emoción personal al contemplar este arte en la soledad de las cavernas y abrigos difícilmente podrá alcanzarse en la nueva réplica. Conozco cavernas pintadas y grabadas a las que visitantes fieles retornan de tiempo en tiempo sencillamente a disfrutar del placer de una visita en grupo reducido con la complicidad de guías que aman las cuevas como suyas. Conseguir que el público vuelva a un parque temático con miles de visitantes tiene más que ver con el marketing y con las inversiones en nuevas atracciones que superen en espectacularidad a las anteriores, con el riesgo de trivializar una de nuestras principales señas de identidad.
Los historiadores sabemos que el tiempo suele ser un juez excelente de este tipo de iniciativas y nos dirá si la opción elegida es en realidad la que el futuro demandaba. Esperemos no tener que darle la razón al filósofo francés Baudrillard, quien a propósito de la réplica de la Cueva de Lascaux, en Montignac dijo que se había hecho 'de algo subterráneo y vivo una cosa visible y muerta, del capital simbólico un capital museístico y folclórico'.
Manuel González Morales es catedrático de Prehistoria y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cantabria.
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