La oferta debe ser flexible
Las exigencias de flexibilidad en aperturas, horarios y formatos que se plantean hoy en la distribución minorista no obedecen a ningún voluntarismo apriorístico por parte de algunos operadores. Son consecuencia de las nuevas estructuras y perfiles de consumo que se configuran a partir de una sociedad en movimiento. 'Eppur si muove', decía Galileo, cosa que el Vaticano ya ha reconocido, pero que todavía se resisten a aceptar ciertas autonomías. Poner en pie la apertura en un festivo, meta alcanzada ya por el comercio de menos de 300 metros, resulta una operación muy compleja y costosa para la gran distribución. Si ésta así lo desea, y en pocas ocasiones lo consigue, es porque los tiempos traen una demanda integrada por sutiles y múltiples factores que exceden al tosco entendimiento del planificador a ultranza.
Trataré de explicarme. Aun aceptando ciertas regulaciones encaminadas a corregir desequilibrios, me parece que la planificación actual y el cálculo de equipamientos se conciben tan sólo desde una corta mentalidad cuantitativa y aun discutible. La demanda de hoy, con su correspondiente correlato en la oferta, se compone de tantos ingredientes psicológicos que éstos superan en fuerza e importancia a la simple materialidad de las cosas. Es decir, junto al peso evidente de precio y de producto, los alcances del componente inmaterial se aproximan cada vez más a satisfacer, por ejemplo, la comodidad de segmentos de la población con problemas de horarios originados por su trabajo o cuyo particular entendimiento del tiempo libre los lleva a incorporarse al nuevo planteamiento de la gran distribución.
Esta concepción amplia y abierta de la oferta establece unos retos de competitividad que, en general, los legisladores no tienen en cuenta. Se intenta hacer pasar por un oscuro instinto de agresión lo que no constituye más que una cierta capacidad de percepción social y de respuesta. Los hechos son tozudos y avanzan por más diques que intenten ponerse.
Las nuevas necesidades del consumo, determinadas por el nivel de renta, por la incorporación de la mujer al trabajo, por los horarios laborales y por los problemas del urbanismo periférico, exigen un esfuerzo en la definición de ofertas al conjunto del comercio minorista. La viva demanda de la sociedad nos ha hecho abrir los ojos a la gran distribución, pero algunos todavía los mantienen cerrados.
Juan Arenas Uría es director general de la Asociación de Grandes Empresas de Distribución (AGED)
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