Vargas Llosa cuenta los entresijos de su nueva novela, mezcla de memoria y ficción
El escritor imparte en Santander un curso sobre la historia y la literatura de Flora Tristán y Gauguin
'Inicio esta clase con cierto temor porque voy a hablar sobre un libro que no he terminado y que no sé cómo va acabar'. Así empezó Mario Vargas Llosa el curso magistral que durante dos días imparte en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander. El título no puede ser más revelador: Historia y ficción: Flora Tristán y Paul Gauguin. Es la teoría y la práctica de su nueva novela, El paraíso en la otra esquina, en la que lleva trabajando año y medio. Aún le queda 'bastante rato'. Los alumnos sacaron la impresión de que, como Conversación en La Catedral o como La fiesta del Chivo, va a ser una novela de largo aliento en la que la imaginación y la fantasía cubra las lagunas de una historia fascinante.
Vargas Llosa fue muy didáctico: primero, hablar de lo que es historia y de lo que es literatura; luego, explicar lo que documentalmente se sabe de Flora Tristán, feminista y luchadora irreductible del siglo XIX, y de Paul Gauguin, su nieto, uno de los grandes pintores de todos los tiempos. Después, hablar de Tristán y de Gauguin como personajes de ficción. Y de ahí sale el cóctel en que habrá de convertirse El paraíso en la otra esquina. Vargas ha dejado el listón muy alto con La fiesta del Chivo y la ansiedad con que sus lectores esperan El paraíso en la otra esquina no le quita ni un minuto de sueño. Trabaja y se divierte. Y nosotros, a esperar.
Vargas Llosa definió al escritor, al creador, como un mago, un hechicero, un prestidigitador, que nos da 'gato por liebre'. 'La novela no cuenta la verdad, aunque con el tiempo pueda ser aceptada como tal. La literatura es el reino de la imaginación, de la fantasía, de la mentira. La Historia es el reino de la verdad'. Pero las novelas, añadió, pueden llegar donde no llega la Historia. Cubrir esos huecos con la imaginación y la fantasía.
'Hay grandes novelas con invenciones flagrantes que se imponen como los testimonios más veraces de una época'. '¿Hay algún texto de historia que pueda superar a Balzac, a Los misrables de Hugo, a Stendhal, a Flaubert? ¿Quién cuenta mejor el XIX inglés que Dickens? Algunas novelas han llegado a suplantar a la Historia. En España, por ejemplo, La Regenta, de Clarín, o Fortunata y Jacinta, de Galdós, han conseguido convencer a generaciones de que España era lo que ellos contaban. Una España que contaban con más dosis de invención e imaginación que de memoria histórica'.
'Balzac dijo en el prólogo de la Comedia humana, y para mí es una gran verdad, que la novela es la historia privada de las naciones', añadió.
'A lo largo de los tiempos, el testimonio histórico suele ser suplantado por un imaginario representativo de una época. Hay ciudades inseparables de su versión literaria', explicó Vargas Llosa. 'Es la fuerza del mito literario en el Dublín que Joyce cuenta en Ulises o la Vetusta como nos contó Clarín del Oviedo de Ana Ozores'. Conclusión, dijo el maestro: 'Historia y literatura no son lo mismo, y aunque también es cierto que entre historia y ficción hay un territorio común, territorios que a veces se solapan, la visión totalizadora de una época no puede excluir la visión de la literatura'.
Mario Vargas puso muchos ejemplos de cómo, en tantas ocasiones, la historia y la ficción se confunden en fronteras tan inciertas que separan la realidad y la verdad de la fabulación y lo novelesco. El escritor reivindicó con pasión la fuerza persuasiva de los textos literarios. 'El texto histórico explica lo que ha ocurrido fuera de él, y el literario, lo que ha ocurrido dentro de él'.
Y, tras la teoría, Vargas Llosa sumergió hasta la cabeza a los estudiantes en la verdadera historia de Flora Tristán. 'La he estudiado y leído para documentarme al máximo en el personaje y en su época'.
Una corta vida fascinante
Flora Tristán vivió casi 41 años increíbles. Nació en 1803 y murió en 1844. 'Cuarenta y un años vividos con una diversidad de tal riqueza de experiencias que la convierten en un personaje de una muy notable dimensión'. Era la hija considerada ilegítima de un coronel peruano, de Arequipa, adscrito al Ejército español, que vino a España y en Bilbao se enamoró de una francesa. Se la llevó a París y allí vivió Flora unos años de burguesía dorada. Hasta que el padre murió y ella y su madre fueron expulsadas de la casa. Fue el primer trauma de Flora, del todo a la nada. Ya jovencita, su madre la puso a trabajar en un taller de obrera colorista (coloreaba grabados) con la esperanza de que se casara con André, el dueño. Y así fue. Segundo trauma. Ahí empieza su odio al matrimonio como institución que esclaviza a las mujeres. No es una joven instruida, aunque su madre le enseña a leer no sabe escribir sin faltas de ortografía. Tiene tres hijos, muere uno de ellos. No puede más. Se larga. ¿Qué fue de ella? Parece que trabajó como institutriz, dama de compañía, lo más probable sirvienta de una familia inglesa. Aprendió a odiar Inglaterra y también la esclavitud. Contacta con la familia de su padre en Perú y alli se va un año. Escribe Peregrinaciones de una paria.
Así fue contando, como una novela, Mario Vargas Llosa la historia de esta mujer pequeña y frágil, tozuda y luchadora. Con tantos y tantos detalles que abrumaron y entusiasmaron a los alumnos. El regreso a Francia, los pleitos con el marido, sus relaciones con los utopistas, su propia utopía. ¿Quién ha de liberar a la mujer? Los oprimidos. ¿Quiénes son los oprimidos? Los obreros. Y Flora Tristán pone en marcha la Unión Obrera, enferma y con una doble lucha, contra el orden constituido y contra sus propios camaradas. Predicó sus ideas hasta su muerte, en Burdeos, poco antes de cumplir 41 años. Llevaba en el pecho una bala que le disparó su marido.
'Ésa es la historia', dijo Vargas, que la contó con mucha más pasión y mucho más bonito. 'Éstos son los materiales con que cuento para escribir mi ficción'. Los afortunados alumnos pudieron saber mucho más de Flora Tristán y de su nieto Paul Gauguin. Y los que no pudimos estar allí todo el tiempo, deberemos esperar a que se publique El paraíso en la otra esquina. La Menéndez Pelayo anunció las conferencias de Vargas Llosa como un curso magistral. Esa clase lo fue, sin duda. Casi cuatro horas que supieron a poco.
¿Está aquí el paraíso? No, está en la otra esquina
'Cuando éramos chicos, en Arequipa jugábamos a un juego en que nos poníamos no en círculo, sino como en un cuadrado. El muchacho castigado, para volver a entrar, debía hacer una pregunta: '¿Venden huevo aquí?'. 'No, en la otra esquina', le contestaban. En otra fórmula más elevada, decíamos: '¿Está aquí el paraíso?'. La respuesta era evidente: 'No, el paraíso no está aquí, está en la otra esquina'. Ese juego infantil significa, para mí, la búsqueda de lo imposible. ¿Y qué es la búsqueda de lo imposible? La utopía'. El recuerdo del juego infantil y las utopías que tanto se soñaron en el siglo XIX han dado a Mario Vargas Llosa el título de su próxima novela, El paraíso en la otra esquina. 'El XIX fue el siglo de las grandes utopías. Es cuando surge la idea de que con la mente uno puede diseñar la sociedad perfecta y que este diseño se puede convertir en historia y se sueña en que se puede traer el paraíso a este mundo imperfecto. Esto es lo que quiero contar en mi novela. La historia de Flora Tristán y la de su nieto, el gran pintor Paul Gauguin. Entre el nacimiento de la abuela y la muerte de su nieto ha pasado exactamente un siglo, el XIX. No llegaron a conocerse; Paul nació cuatro años después de la muerte de Flora, pero ambos soñaron, cada uno a su manera, con un mundo mejor. Flora buscó y luchó por una sociedad más justa. Paul, que no era tan altruista, buscó una perfección de tipo artístico, una sociedad en la que la belleza no fuera sólo patrimonio del arte y de los artistas, que fuera una realidad a la que todos tuvieran acceso. Creyó que Europa había perdido su vitalidad y persiguió su ideal artístico en sociedades más primitivas. La abuela y el nieto tenían unas características similares: una terquedad impresionante y una voluntad a prueba de balas. Por eso eran personajes extraordinarios'.
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