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Entrevista:PASCAL LAMY | COMISARIO DE COMERCIO

'Estoy a favor del debate con los antiglobalización'

Carlos Yárnoz

Considerado como uno de los comisarios de mayor peso en la Comisión Europea, el socialista francés Pascal Lamy, nacido en Levallois-Perret hace 54 años, reconoce que la Unión Europea vive una época de 'mediocridad' y propone que París y Berlín formen un grupo de cabeza que actúe 'como cinturón de seguridad' ante crisis como la actual. Pero, como responsable de la cartera de Comercio, Lamy aboga por reforzar los contrapesos al mercado mundial (mejores reglas y mejor redistribución) y por dialogar con los grupos antiglobalización que no practican la violencia.

Pregunta. La UE y Estados Unidos han pactado lanzar una nueva ronda de negociaciones en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en noviembre. ¿Sobre qué principios?

'Con el 'no' irlandés a Niza, el eje París-Berlín debe funcionar como un cinturón de seguridad'
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Respuesta. Es una ronda del siglo XXI, no del XX, porque el mundo y también el comercio han cambiado. Y el comercio ha cambiado porque los obstáculos son menores, pero sigue habiendo diferentes impuestos, estándares jurídicos, técnicos, sanitarios, fitosanitarios. Hay que ajustar las reglas de la OMC, fijadas en 1995, a esta nueva situación. Además ha aumentado el número de países en la OMC. China está a punto de incorporarse. Por otra parte, hay una clara preocupación política por los efectos de la globalización a la hora de buscar un equilibrio entre el desarrollo del comercio y el mantenimiento de un nivel de vida en sentido amplio.

P. Las condiciones de esta ronda serán más complicadas aún que las registradas el año pasado en Seattle.

R. Es cierto. Es más difícil, pero también más necesaria. Si no mantenemos ese bien público de la jurisdicción mundial del comercio en la era de la globalización, los más débiles del sistema sufrirán todavía más y los más fuertes saldrán ganando.

P. ¿Qué opina sobre las crecientes manifestaciones que acompañan ese tipo de reuniones?

R. Explican una realidad: que hay gente que se opone a los efectos de la globalización. Eso es un hecho político. Exigen un gran debate sobre la mundialización, algunos de ellos de forma muy violenta, pero tienen un gran eco en la opinión pública. Pero hay que diferenciar entre la violencia practicada por esa minoría que se comporta como hooligans, que no es aceptable en unas sociedades democráticas con canales de expresión libre civil, y los movimientos de la sociedad civil, que muestran una opinión concreta sobre la globalización y quieren contribuir a un verdadero debate.

P. Como socialista, ¿puede usted compartir algunas de esas preocupaciones?

R. No puedo compartir algunas. Algunos sostienen que hay que eliminar la OMC o el Banco Mundial porque son instituciones dominadas por los capitalistas. No es una respuesta, porque la economía capitalista no necesita menos gobierno, sino más gobierno y más reglas.

P. ¿Es partidario de negociar con las organizaciones antiglobalización?

R. Estoy en contra de la violencia, pero a favor de un debate abierto, que de hecho mantengo con regularidad con representantes de la sociedad civil. Es más, no estoy en contra o a favor de la globalización. Sencillamente estoy contra la marginalización.

P. Pero usted ha comentado que debe haber algún contrapeso a la economía de mercado.

R. Sí. Para un socialdemócrata, se trata de aplicar la misma receta existente desde finales del siglo XIX: mejores reglas y mejor redistribución. ¿De qué reglas hablamos? Se trata de encontrar un equilibrio, basado en el diálogo con todas las partes implicadas, entre los distintos aspectos de mayor preocupación colectiva, que van desde el medio ambiente hasta la sanidad, pasando por el desarrollo, porque todo ello guarda relación con el comercio.

P. ¿Son un buen ejemplo de este planteamiento las negociaciones del Mercosur que se han reanudado en Montevideo?

R. La integración regional es una apuesta válida, e incluso necesaria, a la globalización. Es un elemento importante y útil para el desarrollo de negociaciones tanto bilaterales como multilaterales. En América Latina tenemos negociaciones con el Mercosur y con Chile, que todavía no pertenece al Mercosur. Son negociaciones que van hacia la liberalización de los aranceles, pero también hacia la liberalización en otros sectores, como las transacciones financieras, la propiedad intelectual o las normas de estandarización.

P. Con la larga lista de problemas comerciales entre EE UU y la UE, ¿cómo influirá la decisión europea de impedir la fusión entre General Electric y Honeywell?

R. Ése no es un problema comercial, sino de aplicar reglas de competencia. Unas veces es la UE la que dice que no a una operación y otras veces es EE UU el que rechaza operaciones europeas. No hay mecanismos para evitar hoy ese tipo de discrepancias.

P. ¿No está perdiendo Europa una ocasión magnífica frente a EE UU a la hora de desarrollar adecuadamente los móviles de tercera generación?

R. Los americanos no son mejores que nosotros en la tecnología de tercera generación, pero no hemos tratado con suficiente vigor las políticas de armonización. Tiene que haber una concertación que permita superar los problemas causados por el alto coste de las licencias y los tiempos de amortización.

P. Pero es que cada país ha concedido las licencias por sistemas muy diferentes y a precios radicalmente distintos, así que será muy difícil pactar ahora unas reglas comunes.

R. Sí, pero le recuerdo que la Comisión había propuesto unas reglas comunes para conceder las licencias y fueron rechazadas por los Estados miembros.

P. Usted ya ha difundido algunas ideas sobre el futuro de Europa y ha dicho que la clave está en que París y Berlín formen ellos solos un grupo de cabeza que actúe como motor.

R. En los últimos 50 años, Europa ha progresado cuando el eje París-Berlín ha funcionado bien, y viceversa. He recibido muchas muestras de simpatía por decir eso. Creo que es todo un reto ampliar la UE y, a la vez, profundizar en la construcción de Europa. Es muy difícil avanzar con una participación abierta de todos, donde las contradicciones son demasiado fuertes. Porque en Europa hay fuerzas centrífugas y centrípetas, y cuando se plantean problemas graves, como ahora con el no irlandés a Niza, el eje París-Berlín debe funcionar como un cinturón de seguridad.

P. ¿Y qué papel desempeñarían países como España?

R. Si España tiene una visión ambiciosa, si quiere colaborar con el grupo de países que desean ir más lejos, también debería estar en esa especie de comunidad reducida. Todo está abierto, y depende del nivel de ambiciones de cada uno. Porque creo que tras la ampliación será muy difícil que podamos hacer todo juntos.

P. Pero hoy, tras los pulsos en Niza, las relaciones entre Alemania y Francia no parecen estar en su mejor momento. Berlín, además, logró allí por primera vez más poder que París en la UE.

R. Sí y no. El problema es que no se aceptó la única solución fácil y comprensible: la doble mayoría de voto y de población.

P. Sólo la Comisión defendía al final esa fórmula.

R. Porque los Estados abordaron aquella negociación como un reparto de poder.

P. ¿Llegará a aplicarse el Tratado de Niza?

R. Representa la voluntad de los Estados y, aunque la Comisión considera que es un tratado no suficientemente ambicioso, fue firmado por los Estados y hoy, en Europa, el poder está en los Estados. Hay que esperar al desarrollo del debate sobre el futuro de Europa y, por tanto, la revisión o reforma de Niza no se hará hasta 2003 o 2004.

P. El debate ya ha comenzado en algunos países, pero los sondeos indican que los ciudadanos se sienten cada vez menos involucrados.

R. Los Gobiernos deben hacer mayores esfuerzos en ese terreno. El debate ha empezado en Alemania, por ejemplo, entre otras cosas, porque hay unas elecciones el año que viene, pero está retrasado en Francia, Italia, Holanda, Inglaterra, Irlanda y España.

P. ¿Qué hace más falta en Europa: ideas, líderes, proyectos...?

R. Hay sobre todo un déficit democrático. Los ciudadanos dicen en los sondeos que se sienten contentos con estar en la UE, pero no con su funcionamiento. No es un problema de líderes, porque cada pueblo tiene el que quiere. Más que nada hace falta un debate sobre el proyecto político europeo que queremos.

Pascal Lamy, en una rueda de prensa en Bruselas el pasado abril.
Pascal Lamy, en una rueda de prensa en Bruselas el pasado abril.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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