Sabina, sin música
Que el cantante Joaquín Sabina es todo un poeta lo reconocen incluso quienes no se encuentran entre su legión de admiradores. Sus canciones son pequeños trozos de vida repletos de lirismo, aunque a menudo desgarradas, como la vida misma. Ayudado por su guitarra y su voz rota, los desgrana para el público en sus multitudinarios conciertos. Esta noche, Sabina tiene una nueva cita en Barcelona, pero hoy no podrá agarrarse a la música para transmitir sentimiento. Se enfrentará al público armado únicamente con la palabra, con el reto de seducirle en un espacio tan íntimo como el Convent de Sant Agustí.
Sabina es uno de los participantes en el ciclo Solos, incluido en el Grec -en el que actuarán también los actores Pere Arquillué y Rosa Novell-. El ciclo es una convocatoria de espectáculos que por su sencillez casi no pueden llamarse con este nombre, en los que no hay escenografía, no hay atrezzo, no hay más recursos que los propios de cada artista: la voz, la palabra y el gesto.
Son propuestas de pequeño formato, irrepetibles porque no suele haber un férreo guión previo y porque, además, se programan en función única, que generalmente consisten en la lectura de textos muy queridos por el intérprete, por su significación personal o profesional. Se trata de un cuerpo a cuerpo con el espectador (el aforo es muy reducido) y Sabina acudirá a él para presentar al público su vertiente de poeta propiamente dicha: los sonetos que él mismo ha escrito -dicen sus amigos que se le ocurren sin esfuerzo, improvisando en medio de una cena, en los momentos más insospechados- y que han sido recogidos en el libro de poemas Ciento volando.-
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