Buenas intenciones, malos resultados
Seamos serios: el cine no sólo vive de intenciones. School killer está repleta de ellas, de las buenas. Pero el resultado en pantalla es catastrófico. Ni esa semejanza -por no usar palabras mayores, diremos que es presunta- a la ironía de Scream (los protagonistas no cesan de recordar diálogos y situaciones de psicothrillers clásicos), ni la intención de llenar con carne fresca las evidentes lagunas del guión, en imitación del star system juvenil de Hollywood (los papeles recaen en guapos actores nacidos en series de televisión -Carmen Morales, Olivia Molina-, escogidos con la esperanza de que su audiencia vaya a las salas), ni el manido recurso a 'aquí ya pasó algo malo y por eso hemos venido a recordar aquellos brutales asesinatos' son capaces de mantener el mínimo interés ante lo que ocurre en la pantalla.
SCHOOL KILLER
Director: Carlos Gil. Intérpretes: Carlos Fuentes, Olivia Molina, Zoe Berriatúa, Elena Candorcio, Carmen Morales, Kwenya Carreira, Paul Naschy. Género: terror. España, 2000. Duración: 90 minutos.
Su director, el debutante Carlos Gil, prometía una labor mejor construida tras años como eficaz ayudante de dirección de cineastas como Steven Spielberg (en concreto en la saga Indiana Jones) o George Cukor. En definitiva, que ni para un atracón de palomitas. Porque eso de pasar el fin de semana en un instituto en la sierra madrileña con pasado oscuro no hay quien se lo trage ni aunque Paul Naschy, el único decente en la función, sea el conserje asesino.
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