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Reportaje:

Historia militar para civiles

Defensa reúne material militar de cientos de castellonenses para instalar un museo en el antiguo cuartel del Tetuán 14

Con sólo 60 hombres liberó París, en 1944, de una ocupación nazi que duraba más de cuatro años. Había huido de España tras la guerra civil y se embarcó en otra contienda: la Segunda Guerra Mundial. Por un ideal. Pero jamás fue un héroe para la historia. Es la proeza de Amado Granell, teniente de la División Leclerc, nacido en Burriana, que, como tantos otros, ha sido privado de la posteridad. Rescatarlos del olvido es el objetivo del futuro Museo de Historia Militar de Castellón, que será instalado en el desmantelado regimiento Tetuán 14.

Prácticamente no hay día que no llegue un paquete a la Delegación de Defensa de Castellón. En su interior hay armas y bombas, pero pasan el control de seguridad. Todas están en desuso, pero antaño lucharon por una causa. O esa era, al menos, su misión. Ahora es otra, y pacífica: ilustrar el pasado. Más de 2.000 piezas y un número similar de documentos, entre ellos originales inéditos sobre la ocupación de uno de los dos bandos enfrentados en la guerra civil española, integran los fondos provisionales de la muestra permanente que abrirá sus puertas previsiblemente dentro de un año. Una biblioteca de historia militar con más de 6.000 volúmenes completa el contenido.

El inventario es prolijo y abarca varios siglos. Hay escopetas, cartuchos de diferentes calibres, minas, granadas, misiles, máscaras antigas, cascos, cuchillos y machetes, una guerrera de los maquis, uniformes -entre ellos uno de gala de general, uno de guardia civil de la República y uno de un capitán nazi que luchó en la División Azul-, botones (1.700 por el momento) y condecoraciones, billetes, periódicos, carteles, álbumes de fotos -como el de la Academia de Infantería de 1918-, diarios -como el de la X Bandera de la Legión o el que alguien halló en el bolsillo de un soldado que falleció en el frente de Huesca-, planos, banderas, cornetas, equipos de transmisión, mantas, una camilla del Ejército, un paquete de cura individual de un soldado que combatió en la Guerra de Marruecos, en 1921, e incluso el recibo, por importe de 1.500 pesetas, que una familia castellonense pagó a la Sociedad de Padres de Soldados Sorteables, en 1891, para que su hijo se librara de la mili. Y también un modelo de la primera pistola automática del mundo, de diseño español. O el libro de órdenes de ocupación de la provincia por las tropas de Franco, donado ahora, bajo la condición del anonimato, por quien lo que conservó, pese a que se le mandó destruirlo.

Eso es lo más emocionante: bucear en la historia que cada objeto acumula detrás. Porque son los capítulos que nadie ha contado. 'Quiero hablar del pobre que sufrió la guerra. No de la vida de generales y reyes, sino del soldado de a pie, que es el que luchó', explica el delegado de Defensa en Castellón, Ricardo Pardo, impulsor del proyecto. Él es, principalmente, quien está recuperando los detalles humanos de cada elemento. 'Nuestra investigación nos ha permitido saber, por ejemplo, que entre 1833 y 1936 hubo en Castellón 162 regimientos. Hemos descubierto uno que congregó a 1.700 hombres. Todos, excepto 26 que cayeron prisioneros, murieron en Zaragoza, en la Guerra de la Independencia. Allí hemos encontrado sus tumbas', relata Pardo.

Hay periplos con nombre. Es el caso de Ramón Ripollés, sastre de Morella, y Emilio Fabregat, panadero de Salsadella, números 12 y 27, respectivamente, de aquel grupo de 32 soldados bautizado como 'los últimos de Filipinas'. O Ramón de Sentmanat, de Peñíscola, que en 1780 se embarcó en la aventura de la Guerra de la Independencia norteamericana y llegó al cargo de teniente coronel. O Cosme Beccar, de Vinaròs, que acabó alistado en el Escuadrón de Dragones de Buenos Aires y se quedó a vivir en Argentina tras su independencia, en 1825. Desde entonces todos sus descendientes se reúnen una vez al año. O un vecino de Almassora que fue fusilado dos veces en la guerra civil y en ambas logró sobrevivir. O un teniente retirado de Peñíscola, desactivador de bombas durante 30 años.

Historias con finales muy dispares. Como el citado Amado Granell, que después de luchar en dos guerras, regresó a España, montó una tienda en Valencia y murió en Sueca, en 1972, en un accidente de tráfico. Ironías de la vida.

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