Menos que HB
Lo que comenzó como un proceso de integración de los sectores radicales atraídos al mundo de HB gracias a la tregua se ha convertido, confirmada la vuelta de ETA a lo de siempre, en una refundación de lo mismo: de una organización cuya principal actividad consiste en dar cobertura política a lo que en cada momento decida ETA. Ahora, poner en primer plano la 'territorialidad' de Euskal Herria como un todo; aunque ello sea visto con sospecha por los nacionalistas vascofranceses o una parte de la militancia radical en Navarra. Pero donde manda capitán no manda marinero.
El proyecto de refundación de Herri Batasuna ha desembocado en la reducción de su nombre a la palabra Batasuna, que significa unidad, en la aprobación por abrumadora mayoría de una ponencia que reafirma la necesidad de la violencia terrorista (aunque expresado de forma más barroca) y en la elección de una dirección rejuvenecida, procedente en buena medida de la generación forjada en la kale borroka.
El desenlace de este debate era una de las variables de las que dependía la estrategia de Ibarretxe para el próximo periodo. Las dudas ya han sido despejadas: la propuesta de plantear una estrategia independentista no violenta, que pasaba por la exigencia de una tregua a ETA, fue rechazada por el 90% de los votos. Las esperanzas de que los sectores críticos pudieran al menos condicionar el debate en el sentido de impulsar una cierta autonomía respecto a ETA también se han desvanecido. Colectivos como Zutik y Batzarre, procedentes de la antigua extrema izquierda, que se habían incorporado a Euskal Herritarrok con la tregua, y teorizado que ETA era 'un estorbo' para una política soberanista eficaz, se han visto arrollados y se han desligado del proceso. El colectivo Aralar, contrario a la estrategia violenta, sigue dentro, pero su incidencia ha resultado mínima.
Mientras sea ETA quien mande, sería utópico esperar otra cosa. Pero la existencia de un sector independentista no violento dentro de Batasuna podría ser decisiva si se produce una situación de derrota política de ETA como la que pareció posible tras las detenciones de Bidart o la que precedió a la tregua de 1998. Tal vez entonces lo que ahora es disidencia marginal se convierta en alternativa dentro del independentismo y el brazo político sea capaz de exigir a ETA (como el Sinn Fein al IRA) el abandono de la violencia. Pero para llegar a esa situación hay que empezar por combatir, política y policialmente, a ETA, y no por pactar con ella, como ocurrió hace tres años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.