_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Sólo un yo?

Las revistas nos recuerdan que es el momento de adelgazar, pero nuestra pareja dice que es mejor dormir y relajarse. Un amigo nos hace ver que gracias a su disciplinada dedicación al trabajo acaba de poner el punto final a un libro inmenso, pero otro opina que la vida es algo más que la escritura. Recomienda, a cambio, unas sesiones de yoga con las que asegura haber transformado su vida. ¿Y el golf? Quien no ha conocido el golf, dice un cuñado, no puede saber lo que es la paz. ¿Viajar a Cuba? El viaje ideal que debe hacerse ahora es a Groenlandia, la aventura se encuentra en los polos. ¿Pero no sería mejor quedarse durante agosto en casa? La mejor época para veranear es aquella que no coincide con el verano. ¿Cómo? ¿No sigues la revista Wallpaper? Es imprescindible hacerse un chequeo cada diez o doce meses, porque es temerario no vigilar la salud, el colesterol, la tensión, las transaminasas, los tumores, todo eso. ¿No será mejor estar tranquilo, no inquietarse mientras uno se encuentra bien?

La sucesión de opiniones, propuestas publicitarias, puntos de vista radiofónicos, recomendaciones oficiales, modelos televisivos, ejemplares vecinales y casos excepcionales es tan grande que cada sujeto se siente hoy traspasado por una red de criterios de los que en ningún modo se deduce una unidad del yo. Más bien al contrario, el yo se escinde a cada instante en disyuntivas y perspectivas que acaban trazando una superposición de yoes, o yoes susceptibles de formar un variado surtido de la identidad. Hay un libro de Kenneth J. Gergen que publicó Paidós hace diez años, titulado El yo saturado, donde se exponían muchas de las solicitudes a las que se ve sometido el sujeto contemporáneo y urbano, incrementadas por las reelaboraciones de la personalidad. Como consecuencia, cada cual acogía dentro de sí un caudal tan gravoso que era lógico recurrir al psicólogo, consumir psicotropos o sufrir en convivencia con el continuo desguace del yo.

En la vida de la aldea los modelos estaban tipificados, pero en la vida urbana, y tanto más cuanto más se puebla de impactos mediáticos, el individuo siente con asiduidad la tentación de reinventarse, probarse, experimentarse aquí y allá. En todas las biografías se producce la formidable pérdida de lo que ha quedado excluido de ella. Celebramos lo bueno que nos pasa y maldecimos lo malo que nos sobreviene, pero una cantidad, al menos tan importante, deja de poderse celebrar o padecer. En cada uno de los itinerarios que escogemos eliminamos un puñado de otros plausibles. En ellos se habría dirimido otra fortuna o, simplemente, las señales para nuevas elecciones que, a su vez, conducirían a tesituras que ya no nos pertenecerán jamás.

En una vida más cerrada y normalizada las opciones se reducen o eliminan, pero en la vida urbana, más aventurada y libre, aquello que dejamos sin vivir no parece responsabilidad sino de uno mismo. ¿Cómo sentirse entonces sosegado ante la colosal magnitud de la pérdida? ¿Cómo dar por buena la gran cantidad de experiencia que se deja sin probar por efecto de no ser más, dar poco de sí, no ser más capaz, más fuerte, más listo, más osado? Las cifras de individuos ansiosos crece cada día, mientras la ansiedad dispara el consumo diario de tranquilizantes. Hay numerosas enfermedades del yo, pero una central de la contemporaneidad es la multiplicación de yoes. 'Oleadas de rostros nuevos aparecen cada día por doquier', decía Gergen. Rostros en las calles y plazas de la ciudad, rostros también en la televisión, en los anuncios, en los aviones, en los trenes, en los conciertos de rock y en los estadios de fútbol, en el metro, en las playas y en los toros, en los urinarios de los cines, en las ferias, en los maratones. La existencia se ha poblado definitivamente de incontables versiones de uno mismo en otras caras, y cualquier rostro, cualquier cuerpo, cualquier enfermedad, cualquier otra biografía podría ser ahora la nuestra. ¿Cómo no verse deprimido por la exigua idea de un yo?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_