Germanías
Un jurista se queja de un filólogo que critica la redacción de una ley: le dice que para entender las leyes hay que saber derecho. Funesta opinión: las leyes tienen que estar escritas en lenguaje directo y claro para que todos las entendamos. Escrita esta afirmación, me quedo perplejo. Funesto error el mío. Están escritas para que no se entiendan y no se descubran sus trampas, contradicciones, que son imposibles de cumplir, disparatadas. Se espera una sentencia como el número de la lotería: un arcano. Cada poder tiene su jerga, su germanía: para entenderse entre sí y que los demás caigan cuando convenga. Los sacerdotes de cualquier antigüedad y los que quedan aún; los escritores de periódico, los ministros y ex ministros, los médicos, los filósofos, los economistas.
Algunos cómicos (Molière) han dicho que detrás de esos lenguajes no había nada, sólo la ignorancia disfrazada: no es verdad. Hay poder. Cuando se encarcelaba a nuestros grandes escritores, místicos y todo, por traducir las teologías y la colección de leyendas bíblicas, se hacía porque el latín las preservaba de la crítica, de las interpretaciones. Quienes mantenían que el Cantar de los cantares era un diálogo entre la Iglesia y Cristo podían engañar mientras estaba en el latín de los cómplices: en castellano se veía que era un relato erótico de gran belleza y emoción, de cálidas metáforas, de amor carnal (hoy siguen manteniendo la ficción). Lo tradujo fray Luis de León y fue a la cárcel. De la Inquisición. (Recomiendo la lectura de la biografía breve y clara que ha hecho el gran escritor católico Jiménez Lozano para Omega).
Muchas personas entienden los informativos de la televisión por intuición, y porque algo se trasluce en las imágenes. En las radios no hay imágenes y son más difíciles. A menos que se escuche a Luis del Olmo o a Iñaki Gabilondo: grandes precisamente porque se les entiende. Quizá la palabra 'comunicador' que se les aplica como elogio sea, precisamente, ese arte: comunican, mientras otros entran en las germanías de los poderes. Pasa mucho en la literatura. Y en el arte. Yo no entiendo y en los museos sólo veo cabezas japonesas y, detrás, unos colores. Hay obras que me gustan, otras que rechazo. (Leo a Calvo Serraller, El arte contemporáneo, Taurus: claro, comprensible, sin la jerga clásica del crítico).
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