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Una exposición repasa en Vitoria el coleccionismo del Museo de Bellas Artes

'Presente remoto' recoge las obras de los años 90

La antológica presenta aportaciones imprescindibles, como las de Juan Muñoz, Joan Fontcuberta, Cristina Iglesias o Francesc Torres; de palpitante actualidad, como la presencia de Ana Laura Aláez y Javier Pérez, representantes españoles en la Bienal de Venecia, y de significación local, como Milicua o Cerrajería.

La configuración del espacio expositivo sorprenderá al visitante. La habitual disposición abierta de esta sala (plaza de Amarica, s/n) se ha convertido en un recorrido por un pequeño itinerario a través de compartimentos casi aislados que ponen en conversación varias de las obras seleccionadas. El comisario de la muestra, Francisco Javier San Martín, señaló ayer: 'He buscado la intimidad del espectador ante la creación del artista, frente a los tópicos que vinculan el arte contemporáneo con los espacios abiertos'.

Otra característica fundamentales es la que refleja su subtítulo: Presente remoto. Con esta apreciación, San Martín ha querido destacar 'la rapidez vertiginosa con la que se sucede el arte contemporáneo. De este modo, obras con ocho años de antigüedad ya han entrado en la historia, lo que se refleja en su ubicación en los museos'.

La exposición se abre con las obras de los dos representantes en la Bienal veneciana, 'un ejemplo clarísimo de la capacidad de anticipación de quienes han ido conformando esta colección desde 1975', destacó el comisario. A partir de aquí se suceden esculturas, pinturas y fotografías.

Ahí está la obra Playa, de Perejaume (1990), o Cada día y cada día más, de José Ramón Amondarain (1993), para confirmar esas jugadas con riesgo que han corrido a lo largo de estos años quienes han ido integrando la colección. Hay, claro está, compras de autores imprescindibles en todo momento, como Cristina Iglesias, de quien se ofrece una interesante escultura en aluminio, titulada Hojas de eucalipto (1994), o Esther Ferrer, presente con un juego de autorretratos de 1981, 1989 y 1994.

La nómina de los seleccionados se puede dividir en tres ámbitos, a los que el Museo de Bellas Artes de Álava, ha ofrecido distinto interés: desde el rigor con el que se trata a los artistas españoles a una progresiva manga ancha según se va acercando a la provincia alavesa. Pero en la exposición no se aprecia esta variedad de criterios, ya que se han entremezclado los creadores de uno y otro origen, sin que se perciban desequilibrios llamativos. Eso sí, algunas piezas destacan claramente sobre las demás, por ejemplo, Broken noses carrying a bottle #2, de Juan Muñoz, la última obra que el artista madrileño, quien acaba de presentar en la Tate Modern de Londres la más reciente de sus creaciones, ha vendido a un museo español.

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El paseo continúa alrededor de piezas llamativas, como las aportaciones de dos de los más interesantes fotógrafos del momento: Mirada, de Canogar, y American beauty rose, de Fontcuberta. También hay lugar para los escultores: no podía faltar Pepe Espaliú, Eva Lootz o Dora García, con su inquietante Lucy.

Y no se puede dejar de reseñar la nómina de quienes se mueven alrededor de ese terreno incierto que es la instalación y otros lenguajes nuevos vinculados, por ejemplo, con la videocreación: encabezados por Francesc Torres, se cuenta con la presencia de Pedro G. Romero, Pep Agut, Susy Gómez, Juan Luis Moraza, Paloma Navares, los hermanos Roscubas, Ruiz de Infante, Tudela o Lucía Unzain.

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