Ansias de libertad
Pocos resultados pueden expresar tan contundentemente la voluntad de un pueblo como ese 77% de votos -resultado aún provisional- que ha recibido el jefe de Estado de la República Islámica de Irán, Mohamed Jatamí, para renovar su mandato en las elecciones presidenciales del viernes. Los fundamentalistas que apoyaban al rival del presidente, al oscuro personaje que es Ajmad Tavakoli, sólo lograron el 15%. Con semejante apoyo, aún superior al ya impresionante del 70% que recibió en 1997, el reformista Jatamí no sólo refuerza su papel como símbolo de las ansias de cambio de la sociedad iraní. También aumenta sobre él la presión popular para que se imponga a las fuerzas inmovilistas y consiga resultados tangibles en su lucha por hacer compatibles las grandes fuerzas que confluyen y mueven a una sociedad tan joven y compleja como es la iraní.
Jatamí ya había obtenido hace cuatro años el mandato para el cambio que demandan las nuevas generaciones iraníes. Y no pudo cumplirlo en la medida en que se opusieron a él los sectores más conservadores del régimen, que controlan importantes resortes del poder, como el sistema judicial, las fuerzas de seguridad o la radiotelevisión. Su arrollador triunfo del viernes debiera hacer posible que los partidarios de la apertura rompan la resistencia muy eficaz hasta hoy de estas estructuras de poder que han competido con enorme éxito con el poder electo. Los más de cuarenta periódicos clausurados en estos años y las decenas de altos funcionarios leales a Jatamí depuestos o encarcelados por su supuesta hostilidad al régimen religioso son prueba de ello. El búnker religioso sigue con mucho poder y pocos en él están dispuestos a claudicar.
Pero las realidades son tercas y, si el viernes casi un 80% del electorado votó a favor de los cambios por los que aboga Jatamí, cada año que pasa son más los que se incorporan a la presión en favor de un régimen de mayor libertad y respeto al individuo y a la diversidad de ideas. El 45% de la población iraní tiene menos de 15 años. Y todas las estadísticas indican que al menos el 90% de los nuevos votantes son favorables a Jatamí y a un Irán abierto y democrático que nada tiene que ver con los dogmas medievales de los mulás.
Jatamí tiene ante sí un reto sin duda difícil. Existe siempre un peligro de involución cuando minorías reaccionarias ostentan tanto poder no adquirido en las urnas e inspirado en interpretaciones ideológicas o religiosas. Pero el presidente reelecto tiene ahora una autoridad aún mayor para hacer los cambios que el país necesita, sobre todo en el terreno económico, terco en sus malos datos. La pésima situación de la economía iraní, efecto de la gran deuda exterior del Gobierno de Rafsanyani y de un precio del petróleo a la baja, ha influido sin duda en la llamada hecha antes de las elecciones por el máximo líder religioso, Alí Jamenei, para unirse en torno al nuevo presidente. De ello cabe deducir que Jamenei va a dejar de sabotear la política de Jatamí y que se adaptará a las necesidades -y a la voluntad- de la sociedad iraní. Sería un indicio del deseable y difinitivo regreso de Irán al papel que le corresponde en el mundo.
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